viernes, 1 de junio de 2018

La figura del ying yang, la cruz y el we tripantu en la pizarra. Un cabro preguntaba qué hacían esas figuras ahí. Tenían relación con la unidad del mito, el mito como símbolo. Una chica de adelante supo reconocer el ying yang pero no sabía qué representaba. Varias de sus compañeras comenzaron a responder cosas improvisadas: bien y mal, fantasmas, blanco y negro, cuestiones que indudablemente englobaban la dualidad. Luego de eso, y al cachar qué estaba explicando el significado de la cruz cristiana, un cabro se levantó y me dirigió una pregunta: "Profe ¿usted cree en la virgen?". Respuesta negativa. Sorprendido por la sinceridad, el cabro esta vez fue más lejos, aunque soltó una pregunta un tanto lógica, producto de la anterior: "Pero ¿usted cree en Dios?". Nuevamente, sin mayor reparo, otra respuesta negativa. El cabro miró extrañado a su compañero de al lado, quien le seguía la inquietud. Este volvió a preguntar, pero esta vez algo un poco más audaz: "Profe, ¿es usted feliz?". Confieso que la pensé. Cualquiera a la primera pensaría una respuesta tan abierta. "Ahh, la pensó!", replicó el chico, suponiendo que se trataba de una pregunta delicada. No me quedó otra que devolvérsela. Tampoco atinó a responder. Se rascaba la cabeza mientras miraba hacia cualquier lado excepto hacia la pizarra llena de símbolos. Unos cuantos comenzaban a borrar el ying yang. Una alumna saltó y borró la cruz. Sobre ella colocó una persona colgándose. La figura del we tripantu permanecía imperturbable, inadvertida. Otros cabros volvieron a dibujar el ying yang en otro espacio en blanco. Una última alumna, aprovechando que cada vez más compañeros se acoplaban hacia la pizarra, fue con el borrador amenazando con eliminar los dibujos y símbolos aleatorios. Un chico de más al fondo probaba esta vez con el signo de leo, con forma de órgano genital. Pequeña lucha entre simbologías y anulaciones. El carácter material de los símbolos iba delineando, en manos de los alumnos, el rito caótico de la clase.