lunes, 10 de abril de 2017

Ateísmo y Semana Santa

Hay una frase que anda circulando por la red, sobre los ateos que de todas formas descansan durante semana santa, pese a no profesar el cristianismo. Proviene de un enlace de una página que busca denunciar inconsecuencia en aquellos que se dicen ateos pero, sin embargo, adhieren al feriado religioso. Según las distintas réplicas a aquella frase, existen dos formas de argumentar en contra de aquella denuncia: 1) A la premisa del ateo que tiene vacaciones en semana santa, se le opone otra premisa, que constituye más bien una falsa analogía: "Aunque seas religioso de todas maneras tienes una serie de ansiolíticos en tu botiquín". Intenta equiparar el hecho de que también el religioso es inconsecuente al confiarle más su salud a la medicina, de arraigo científico, que a su fe cristiana. La acusación entonces presupone que ser creyente y tomar medicamentos constituye una contradicción, cuestión que, desde el punto de vista de la pureza de principios, resulta correcta, pero, desde el punto de vista práctico, resulta absurda. 2) Aquella primera premisa, en cambio, es refutada aludiendo ya no a una coherencia de principios sino que a un simple asunto legal. El código laboral estipula que los días de semana santa son feriado para todos los trabajadores sin excepción, independiente de su creencia o no creencia. He ahí la diferencia fundamental. La cuestión del feriado en semana santa se vuelve algo meramente administrativo, un paréntesis "espiritual" dentro de la larga rueda productiva. En este caso, un creyente que defendiera la premisa de la primera frase, si fuese proselitista, saldría a proclamar que un ateo que fuera realmente "fiel" a sus principios no descansaría durante ese feriado. Pero claro, en términos pragmáticos, y acercándose el fin de semana, nadie que esté lo suficientemente inmerso en su trabajo se va a poner a cuestionar su consecuencia o inconsecuencia si eso le significa arrancar por un tiempo de las obligaciones. El meollo del asunto no es, entonces, si se es fiel o no fiel a determinados principios, sino en qué medida esos principios son funcionales a nuestra voluntad (Conclusión maquiavélica). La consecuencia de la sociedad en su conjunto es directamente proporcional a su grado de neurosis. Por ende, ya no caben dilemas ni embrollos ideológicos en ese punto. Todo vale con tal de que un fin de semana santo se pueda celebrar simplemente el hecho de no hacer nada, comer pescado frito y vino como si ese fuese el rito de nuestra eucaristía posmoderna. De ese modo, e interpretando libremente a Voltaire, "cuando se trata del ocio todos somos de la misma religión".