viernes, 17 de agosto de 2018

¿Cómo se supone que tenga nombre algo que no alcanzó a nacer? ¿El mero hecho de nombrarlo le imprime existencia legal a aquello que nunca nació? ¿El no nacido sería, en este sentido, por el hecho de llevar un nombre, un no nacido que cobra existencia nominal en el puro recuerdo? ¿El nombre tendría, en definitiva, una cualidad civil y fundacional más allá, o mejor dicho, más acá de la vida, más allá de la muerte biológica? Interrogantes que "nacen" producto de tan paradójico proyecto de ley. Lo pro vida devenido pro mortinato.
Colún. Primero fue todo el asunto del confort. Ahora le sigue el de la leche. La cosa se resume más o menos así: la comisión de Agricultura planeó hace poco presentar una denuncia ante la Fiscalía Nacional Económica contra Soprole, Nestlé y Watt’s por delito de colusión. El gerente de Watt’s se defendió como gato de espaldas, acusando de una distorsión de los hechos por parte de los partidarios de Colún, una empresa que, por cierto, no paga impuestos corporativos de ningún tipo. Se abre así un campo nutrido para la polarización. Están los que se inclinan por la triada láctea corporativa a favor del libre mercado transnacional, y los que abogan por el producto chileno a favor de algo más nacional y de índole cooperativa. La cosa se pone realmente bizarra cuando un supuesto Movimiento Social Patriota, de corte fascista, abre una campaña de boicot y llama a funar a la triada láctea y a apoyar a Colún, alegando principalmente que Soprole busca comerse a esta otra empresa, priorizando lo extranjero y abaratando recursos, por ejemplo, con el uso de la leche en polvo. En el fondo, la campaña de desinformación llega a tal punto que puede, por un lado, servir para instrumentalizar la causa Colún a favor de ciertos grupos ultra nacionalistas y, por otro lado, desperfilar la crítica contra la triada corporativa por medio del recurso progresista de incluir una niña haitiana en un comercial de Soprole. Ambos grupos, en definitiva, y por todos los medios posibles, llaman al mundo –o mejor dicho, al universo consumidor- a no ser “mala leche” y preferir lo suyo en lugar de lo del otro. Son las virtudes del mercado mundial. Sus nutrientes ideológicos alimentan a la población entera. Unos lo hacen con toda la magia vernácula del sur, y otros con el rostro negro y liberal del multiculturalismo. Veremos quién se tomará el último vaso.