martes, 12 de diciembre de 2023

A cuatro años de un paradigmático cambio de década.

De un tiempo a esta parte, no sé qué pasó: en un momento determinado, Chile se convirtió en un loquero, en un circo mediático, en una licuadora social, donde todo se mezcla y todo vale lo mismo. La mayoría ya no se mueve por leyes ni usa la razón, se mueven por sentimentalismos: amor u odio, odio o amor. Se mueven multitudes a los gritos, y el análisis con altura de miras, la capacidad reflexiva se perdió entre la marea de la masa. Gente que se suponía pensante actuó capturada por el sistema límbico. Ni hablar del neocórtex. El criterio de realidad se difuminó al punto del sofismo. El discernimiento entre verdad y mentira fue capturado por intereses egoístas y vendettas personales. Lo que está ocurriendo a nivel de estructura país, la debacle, la catástrofe, se vio reflejada en nuestras circunstancias de vida, en nuestros círculos más inmediatos. A duras penas, hemos llegado a este punto, logrando salvaguardar algo de lucidez y serenidad. Que el pensamiento, que la capacidad para pensar un poquito más allá, no se reste del escenario ni caiga en la trampa de los conflictos estériles.