viernes, 10 de julio de 2009

"Sangrías" (fragmentos)


Semilla del mal

Interminable,
disidente,
es su espuria misión
en este cúmulo de gases y luces.

Interminable,
la fotofobia, el cohibido fervor.
Disidente, la capa azul,
que encubre sus tareas.

Una mecánica tácita,
como los dientes del niño en el pezón.

De ahí extrae la droga infrarreal,
el placer camuflado de neuronas.

Y lo maléfico se hizo escuela,
el alumnado se hizo jauría,
la selva se hizo pizarrón,
el pizarrón se hizo selva...

Índigo es el fin.



POLTERGEIST

Carnaval de electrodomésticos feroces
es la metáfora del triunfo de la materia.

Movimientos, trances, arrebato de muebles.
Sofás desde el caos de espumas
que comienza como un despliegue
para los inertes espíritus de la casa.

Luces y ampolletas regresan
a la impotencia de industriales caderas,
como esplendores de proyecto tangencial.

Cada actor de este tragicómico zafarrancho de elementos,
elemental ruidismo para elemental discontinuidad.

Carreras a propulsión, flotantes cacerolas,
decenas de sartenes vengativas,
un carro alegórico de platos en la ponzoña.

Festival al aire libre de veloces cucharas.
Los vivos tenedores arremeten con cólera.

Las ollas brincan maduras de alimento,
grises, parcas, por un ritual de salvajes servicios.

La mansión de bienes y víveres mora,
como collage de sí misma.

Electricidad absurda y anatomías falsas
generan desconcierto entre el aula madre
de los seres pragmáticos,
los actores del llamado "espectro habitual".

Cena maliciosa han de predisponer
las cucharas y tenedores,
revolviendo con ímpetu la indumentaria
para los autómatas seres, recortes de ellos,
tal como una estela de errores.

El desnivel del piso respecto del techo
producto de la disonancia egoísta de lo concreto,
conforma una colección de genuinas piezas,
promoción de los desertores del aluminio de la noche:
La familia del tenedor,
la familia de la cuchara,
la familia del cuchillo,
la familia de la sartén,
la familia de la olla,
la familia de la silla,
la familia de la mesa,
la familia del plato,
la familia del horno,
las formas de la copiosidad,
las energías maternas de todo hogar,
la metáfora del triunfo de la materia.



Lunes en la casa

Noche globular, surcando el vector de las estrellas.
El monstruo cotidiano, un intruso que incinera,
ya viene sigiloso para hacer víspera,
de lo que puede desalentar sin oxígeno,
claro, sin membranas automáticas
para la transmisión de un pulcro obsequio
en días de visión fotofóbica.

Entes de porcelana, furia concentrada
la mesa ya está lista, la vela ya está puesta.

Tómate todo antes que enfríe,
tómate todo antes que enfríe.

Hoy, reprimido, cámara de Locus Amoenus,
cada plato no fue roto,
cada espacio no fue digerido.

Me abastezco de agujas dolorosas
y así me permito paliar el karma de la rutina.

Entonces cargo plenamente con
los utensilios de la sutura doméstica,
el origen consuetudinario de mi manía.

Noche globular, la avidez artificial,
los poros sometidos, traviesos y febriles.
Evitas que tu azul y deliciosa aura
se envuelva hacia mi envoltorio de lociones,
y rehúsas mascullando la orgía a tu alrededor.

¡Despierta! a tu lado, un glorioso plato de sopa,
mientras imploras incolora de jugo y pistilos.
Ahora báñate en tenebroso polen estival.
Haz de ti un haz de alergia sustancial, abundante, potente.
Que no se vea, por favor, el gas histérico de tu trivialidad,
que no se vea como te estoy aprovechando,
el gas extinto después que pases a ser
nada más que maravilla dérmica.
Apenas degustando los restos,
y la casa como una ígnea flor abierta,
hecha la cuna del Sol negro.

El vector de las estrellas,
en espera de lo que sería
la soberbia dilatación de tus horizontes
y también cuentan para el menú,
las auras flemáticas, dietéticas
como tú, ahora, en esta globular noche.

Recuerda:
Tómate todo antes que enfríe,
tómate todo antes que enfríe.



Escatología, el luto de la última estación

Te turba el sonido de las serpentinas seculares
festejando el prematuro aborto de un mundo.

La última de las fiestas se espera que sea divertida,
y la virtud es el veneno de los incautos
que solo saben agradecer
aquello que procuran para sí mismos.

A ti te avasallan vates,
a ti te inoculan luces
¡lo sabía! se nota en esas tempranas arrugas,
En el tiempo que apenas consigues robar durante la noche.

A ti te asaltan de mañanas perdidos,
desayunos perdidos, que creímos cancelar
con una taza de café cargada de rabia,
un fútil abrazo o un puñal por la espalda, antes de irse
a cazar promesas como mercenarios,
sin ebriedad, sin aciago, sin ojos del corazón.

"Todo lo que te vuelve loco te vuelve vivo"
Era lo que decía mi progenitora, profética como nunca
Así veía cómo mi realidad pasaba a ser el filtro
de una lucidez inexorable y misteriosa

Sí, y así me sentía como un bastardo
ante un montón de estrellas tercas,
tercas como la madre de las madres:
de dolores de vejiga que aún no tienen nombre,
de historias que no trascurren por miedo a tener sentido,
y que garantizarían la épica insolencia
del estar siendo, del volverse, del querer volver,
nada más que a la concha de otro sombrío caracol
que vive contradicho bajo la luz de un nuevo Sol,
que alumbra tanto como hunde,
y que alumbra tanto como huye.

Te turba el sonido de las serpentinas seculares,
invocando el prematuro aborto de un mundo,
entonces repites: Todo lo que te vuelve loco te vuelve vivo
y todo lo que está vivo conocerá algún día la noche.

¡HÁGASE EL POLVO!
¡HÁGASE EL CAOS!
¡HÁGANSE LOS SIGLOS!


2006-2008