viernes, 20 de mayo de 2016

21 de Mayo

Hoy para la clase de la mañana, la jefa de UTP había dejado un breve discurso y comentario sobre el 21 de Mayo, a vísperas de las llamadas glorias navales. Lo dejaba con una nota personalizada, para ser leída por un alumno de forma introductoria para la clase. La jefa aducía que debía hacerse por reglamento del Ministerio de Educación. Las "glorias navales" son una de las tantas efemérides que deben quedar estipuladas dentro de cualquier institución educativa. Al ser este un 2 x 1 relativamente nuevo, se comprende la preocupación de la jefa ante la eventual fiscalización del medio. El discurso y comentario resumía más o menos el hecho histórico del combate naval de Iquique y el combate naval de Punta Gruesa. Además, señalaba más o menos el modo de celebración de esta efeméride tradicional, junto con una breve arenga de Arturo Prat. Fue inevitable el flashback de la adolescencia. Las interminables marchas por todo el plan de Valparaíso, durante más de cinco años seguidos, para la misma fecha. La educación porteña, desde siempre tan militarizada. Siempre creí que ese tipo de actividades debieran aplicarse para aquellos chicos y chicas de verdad con algún espíritu o vocación militar. Porque francamente no pienso repetir el absurdo de colocar sietes por asistencia a un evento que no los identifica a todos. Sin embargo, dentro del vacío de este rito protocolar, me encuentro al llegar a la clase con una lección de infra historia. Seguí el dictamen de la UTP, haciendo leer a los cabros el comentario y la arenga de Arturo Prat. Claro está, con cierto sentido crítico. Pregunté antes que nada qué pensaban respecto a esta fecha. Lo primero que se les vino a la mente a la mayoría fue barricadas y desmanes. Uno de ellos entusiasta repetía que quedaría la cagada en Valparaíso, y formaría parte de las manifestaciones contra el gobierno. La historia oficial, entonces, cada vez más se parece a un protocolo militar, o a una comunicación de la jefa utp, que vendría a ser algo parecido. La infra historia, la historia de los anónimos de siempre, en cambio, el lado b, lo que nadie de la institución comenta, lo que para los jefes y autoridades resulta vergonzoso, pero que, sin embargo, los cabros manifiestan sin miedo, con total desenfado, incluso con orgullo. El profesor se debate en un dilema moral: como voz de la institución y a la vez como cómplice de la infra historia manifestada por sus alumnos. En medio de la contingencia, solo él tiene la respuesta.