sábado, 20 de marzo de 2021

El Comandante Ramiro y El Negro, huérfanos de la Revolución

Ha vuelto a emerger la figura de Mauricio Hernández Norambuena, ex guerrillero involucrado en la muerte de Jaime Guzmán, luego de ser entrevistado desde la Cárcel de Alta Seguridad por un programa de La Red, en el marco de las Constituyentes. Esto ha generado un inmenso revuelo, sacando a flote posturas irreconciliables de quienes lo tratan como un terrorista y de quienes lo consideran un preso político. Más allá de su condición de reo, él manifestó su visión de las cosas respecto a la situación país. “Primero que nada yo diría que considero absolutamente legítima, que no legal, pero absolutamente legítima la autodefensa popular, o sea, la autodefensa del pueblo, cuando los están mutilando, cuando les arrancan los ojos. (…) La cuestión de fondo es élite contra poder. Se podrá decir de cualquier manera. Antes eran explotadores contra explotados, propietarios contra no propietarios, ricos contra pobres, lo que sea. Ese es el conflicto. Lo que estalló fueron las sectores populares, las grandes mayorías del país”. Esas fueron algunas de las palabras del “Comandante Ramiro”, a propósito del 18/10.

Lo que llama la atención aquí, más que el impacto mediático por las declaraciones de Norambuena, es el hecho de que su situación y su visión se ha mostrado radicalmente distinta a la de su ex compañero de armas, Ricardo Palma Salamanca, “El Negro”. Este permanece exiliado en Francia tras la Operación Vuelo de Justicia de 1996, viviendo con relativa libertad, luego de que la Corte de Apelaciones de París denegara su extradición a Chile. Durante su estadía, no solo transita al amparo de la justicia francesa, sino que hasta ha intentando pasar desapercibido, tratando de vivir una nueva vida, buscando dejar atrás su pasado guerrillero. Incluso, con dichos que denotan una visión desalentadora respecto a la cultura comunista. “Me tiene harto: es ideológicamente intolerante y autoritaria. (…) Con el tiempo, he responsabilizado mucho a mi medio familiar, su visión de las cosas del mundo y de la vida. Hubo una determinación por el tiempo histórico que nos tocó vivir y, por otra parte, una determinación familiar. Madre comunista, dos hermanas comunistas. Se almorzaba materialismo histórico y se cenaba materialismo dialéctico. Eso hoy me da un poco de molestia. No tuvieron la capacidad emotiva de enseñarme otros caminos posibles. Me hubiera gustado que me mostraran otro tipo de cuentos, otras literaturas. (…) La Revolución está agotada. Los cambios se dan de manera paulatina, porque lo que debe transformarse es la cultura. Yo ya pasé eso que tenía que pasar y ahora quiero vivir mi vida como se me dé la gana (…) La experiencia me ha vuelto un reformista”.

¿Cómo es posible que El Comandante Ramiro y El Negro hayan tomado estas derivas tan opuestas? Esa es la pregunta que asalta al instante. Por un lado, el Comandante sigue sosteniendo, desde prisión, el discurso más radical de la izquierda, aprendido en sus años de juventud; y, por otro, El Negro ha dicho, desde su estancia en el Viejo Mundo, que aquellas viejas ideas revolucionarias solo representan un momento de su vida, determinado por la historia y la crianza familiar, y que de ninguna manera forman parte de su presente. Resulta curioso saber el cómo vivieron su propio proceso vital cada uno de estos ex guerrilleros, ambos hijos huérfanos de la Revolución en tiempos de dictadura militar. Mientras uno continúa apegado a esa lucha, incluso cumpliendo condena; el otro se desmarca poco a poco, hacia un nihilismo de libertad en el exilio. Así parece que se vive el proceso de la Revolución, una vez que se pierde su contingencia: como un sueño frustrado o bien como un camino destinado al olvido.