martes, 22 de marzo de 2016

Manhattan Transfer

De la lectura de Manhattan Transfer de John Dos Passos, me marcaron recuerdo las palabras finales de Jimmy Herf luego de perder el empleo y el amor de su querida Hellen, como anticipación de la ingente crisis del 29. Arriba de la estación Manhattan el chofer del tranvía le pregunta: -¿A dónde va?–. JImmy Herf responde: No sé… Bastante lejos-. La siempre tentadora opción del auto exilio, cuando las cosas se empiezan a poner feas. O cuando la ciudad misma te determina a tomar otros rumbos. La falta de destino seguro que plantea el dilema: extravío o apertura de miras. Todos se plantean el viaje como algo idílico, pero pocos se lo han planteado con esa carga existencial. En el caso de Chile el exilio era visto como una salida egoísta. Era un contexto distinto al de la caída de la bolsa norteamericana. Lihn practicó eso llamado "inxilio", desaparecer de la luz pública pero dentro de la ciudad, fuera del ojo de la tormenta pero dentro de ella. En Jimmy Herf tenemos que la tormenta misma lo vio nacer, trabajar y casarse. No puede plantearse escapar de ella sin antes haber experimentado el desarraigo mayor: el del trabajo y el del amor, paradigmas de la vida adulta y por extensión de la vida moderna. Una vez que Herf pierde ambos pierde la brújula. Solo encuentra camino fuera de casa. El mundo abierto de repente se convierte en todo lo que está fuera de Nueva York. Idealiza una salida como una catársis. Sin embargo, no tiene garantía de nada. Desconoce si el mundo que cree encontrar afuera no es acaso todavía más salvaje e impersonal que el anterior. O si es solo otro plano de realidad completamente distinto. Es el gesto kamikaze del ciudadano expulsado. Es la encarnación cesante de la debacle moral. "Una de estas dos inevitables soluciones: marcharse de aquí con una camisa blanda y sucia, o quedarse con el cuello duro y limpio. ¿Pero a qué pasarse la vida entera huyendo de la ciudad de la Destrucción?…”. En cada ciudadano, por burgués y acomodaticio que parezca, vive un Jimmy Herf latente, un sujeto indignado, insatisfecho con lo establecido, pronto a explotar en cualquier momento, como premonición del acabóse. Quedarse o irse, como la canción de The Clash, parece ser el rosario de los fracasados, de la siempre anónima gente, sin armas ni créditos suficientes. Salir de la polis para los griegos era motivo de barbarie. Edipo huyó de Tebas a modo de inmolación por el crimen que cometió. Desarraigarte de tu ciudad de origen pareciera ser de esa forma la mayor condena. En cambio, hoy por hoy, pareciera ser incluso un estado de gracia. En eso el Jimmy Herf de la novela tiene mucho de oriental: el éxodo como camino de liberación, pero un éxodo sin salida, sin rumbo, solo por la necesidad de dejar atrás toda una vida.