viernes, 31 de enero de 2014



He pensado cómo sería experimentar la pérdida de todo, claro, muchos versados, cesantes de la existencia, mendigos verbales, lo escriben como en una especie de apología del desastre... pero cómo sería realmente perderlo todo de una forma verosímil... donde ni siquiera te alcance para expresar ese descontento, una debacle completamente material, que solo el hambre fuera consejera (acaso no lo es siempre?)... no se trata tampoco de un regocijo de la miseria, hay muchos que cometen el error de aburguesarse incluso en su propio abismo, sino que concebir la posibilidad de darlo todo por perdido, en algún tiempo, en algún espacio, con tal de que cada acción o pensamiento esté luego libre de la expectativa como un huésped maligno, y dar luz a la paradoja: precisamente porque todo está perdido es que ya no hay nada que perder... dar por sentada la pérdida de la personalidad, de un avatar más o menos deseante; la pérdida de la formalidad social, de la posesión mundana, hasta dar solo con la puesta en práctica de la realización, la pura apuesta en el borde de todas las páginas en blanco del libreto humano.

domingo, 26 de enero de 2014


Vladimir Maiakovski junto a Lili su amada... Se conoció al poeta como la figura rusa del futurismo, para luego pasar a escribir sobre un cristo revolucionario acompañado de 12 guerrilleros y a proclamar que si la revolución puede fracasar por culpa del canto de unos pájaros, habrá que matar a los pájaros. Pese a su incorrección política, fue preciso que en su carta suicida, una vez deserta de su compromiso con el regimen stalinista, dejara entrever la trinchera del sentimiento, en ese canto que entona la tragedia más íntima que el hombre se lleva con el fuego, la mujer como la pólvora del corazón, ya no la esperanza, hay que entender en ese amor a Lili la guerra secreta que solo él sabía acabar, en la justa distancia de las almas sometidas al tiempo y el brazo armado de su historia... en suma, qué epílogo de guerra puede superarlo, que el que no sea acaso el sacrificio del amor entendido como la causa y el fin: 

Como quien dice
la historia ha terminado.
El barco del amor
se ha estrellado
contra la vida cotidiana
Y estamos a mano
tú y yo
Entonces ¿para qué
reprocharnos mutuamente
por dolores y daños y golpes recibidos?

viernes, 17 de enero de 2014

Valparaíso gasómetro



1994 Valparaíso fue un pandemonio. Esa vez, el mito se hacía realidad. La misma torre que mantenía templado al puerto, podía volverlo literalmente una tierra de nadie. Era el caos que se intuía en cada respiración y agitación ciudadana como una cuenta regresiva. Yo iba en primero básico y lo único que recuerdo fue a una tía que nos evacuó , como una beatrice lejana, y sentía que nosotros, simples niños, conducidos más por el pánico que por la conciencia de la muerte, éramos simples diletantes que no atendían la gravedad , sino que solo se dejaban llevar, impacientes, curiosos, por el desenfreno colectivo.

Un compañero de carrera contaba que por aquellos años el mito cobró tal fuerza que las únicas vías posibles era lisa y llanamente el exilio, abandonar la próxima zona cero, hacia Laguna Verde o hacia Placilla. Valparaíso efectivamente desaparecería, un suceso atómico, digno de Chernobyl. Por supuesto, lo inverosímil del relato oficial no contradice su poder de evocación ficcional. Ese sería el caldo de cultivo para nuevas y clandestinas lecturas del desastre... es entonces que aflora la faceta subterránea del provinciano, en su versión más escondida: la de los escritores, sobrevivientes furtivos, cucarachas de oficio... recurren a la ética de los finales, a la estética de los trasnochados, se dejan guiar por los miserables, y también por los héroes anónimos de la ciudad, para brindar por el acabóse, a la manera de Teillier, la última cerveza antes que todo acabe, el último destello de locura antes de la clausura y luego la serenidad del vacío.

Valparaíso, nicho de temblores, incendios y mareas, debe poder lidiar con este presentimiento del desastre no como una neurosis política, sino que como una mitología que permita a los mortales ciudadanos concebir el respiro de poesía que todo proceso de caos invoca... Teillier, el constructor de la memoria, así lo supo con su brindis primordial, es el saludo digno, irónico, po-ético, frente a lo inexorable, y no la estrategia hueca del moderno que todo quiere controlar, que todo quiere predecir... es precisa una escritura que brinde bajo la luz caótica de todo lo que acaba, y ya no el grosero sistema de predicciones, mediciones de la industria de la cultura... que pretende filtrar y aplacar las potencias creativas como si se tratasen de terremotos o de incendios que devienen en mito.

jueves, 16 de enero de 2014

Inception

Anoche tuve un sueño como de Inception, que se instaló un día que iba en la micro de vuelta a Valpo y hacía mucho calor, y justo me quedaba dormido cuando una pendeja cuica al lado publicaba por celular que odiaba a la gente que reclamaba frente al reloj de flores y provocaba el medio taco en Av Marina. En el sueño me despertaba, la micro estaba casi vacía y había un taco provocado por una manifestación de minas reclamando por el nuevo color del reloj de flores , una especie de contra manifestación cuica que le hacía el peso a la protesta municipal por los sueldos. Entre esos dos bandos me debatía mientras permanecía en el taco más solo que la cresta, y el chofer solo atinaba a esperar con paciencia zen. Entonces miraba para afuera e intentaba captar otro rayo de luz para quedarme dormido, y bajé a otra capa de sueño, ahora en la playa frente al mar, también vacío, solo que estaba nublado y Av Marina seguía en taco pero esta vez los municipales protagonizaban la protesta y las niñitas cuicas solo atinaban a llamar a sus papis o pololos para largarse en auto, como queriendo ir al mall a sobrellevar la experiencia traumática. 

Mientras contemplaba todo eso, me quedé nuevamente dormido bajo la marea que se recogía, y en esa capa de sueño aparezco en Sausalito en un escenario kafkiano de fin de semestre , cuando no quedaba nada para entregar el trabajo de título, y yo en medio del taco de sujetos fuera de la oficina del profesor, no hacía sino concluir y concluir el informe (el trabajo mismo era una conclusión gigante , sin marco teórico, sin estructura, sin nada). En eso llegaba una mina que, dentro de los límites oníricos, conjugaba belleza e inteligencia; era como la encarnación de un ideal, todo en ella era levedad, ya que al pasar el taco se deshacía (el nivel de burocracia y de idealización en esa capa era de película) y al tomar mi informe para leerlo, mientras en mi desesperación consultaba al resto de los compañeros, la conclusión mágicamente aparecía al final, donde la conclusión debía estar desde siempre. En esa visión escatológica, dando luz al fin de ese fin, entonces se transforma en una suerte de editora. Sin más, Kafka, el más lúcido de los enfermos, debe haber tenido secretarias como esta (ella se llamaba "flor"), ediciones que solo lo femenino podía engendrar; siempre editando el deseo de los hombres, de hecho su misma vida no es sino una edición infinita del mundo.

Al entregar el informe solo me acuerdo que en medio de la espera por la nota, con su correspondiente taco incluido, accedo a otra capa de sueño esta vez involuntariamente. Allí aparecí en medio de un cataclismo como del 2010, en Av España esta vez, y un montón de gente que solo miraba hacia el mar o hacia el cerro, y en medio me doy cuenta que se encontraba una chica parecida a la de la micro, pero se hallaba como en situación de calle, sin celular, sin auto, sin padres. Cuando me acerqué, en un acto de ridiculez heroica (dentro del sueño lo ridículo parecía sublime, la catástrofe era comedia humana), le entregué una flor, directamente desde arriba -yo señalando hacia arriba, luego tocándome el corazón- y a su alrededor aparecieron unos funcionarios que recogían a quienes, en ese caos, deambulaban solo con su humanidad, con el polvo y la sequía material que parecía sublimada -convertida en el peso del mundo- bajo las lágrimas que corrían por ese rostro leve, virgen. Ella se hacía más distante a medida que era correspondida y alrededor las bombas, autos, funcionarios, convertidos en velos de maya, no fueron sino el sentimiento y la fuerza natural que se debatían en el taco de los hombres. Entonces entre tanta solemnidad, conspiró el animal interior, (el escritor inundado de tinta) y se arrojó contra los funcionarios para robarse a la mujer y en un abrazo sabotear el ideal, de vuelta a la calle, y de entrada al deseo. No fue sino en ese acto, en el instante en que le agarro la mano, en que una cachetada en plena mejilla asola el imaginario, como debe ser, en una explosión interna, en un relámpago como de romántico alemán, me hace abandonar la ilusión y regresar de golpe a través de las capas de sueño.

Luego de esa "patada" me encuentro de nuevo en la micro en Av Marina con el tremendo taco y la muchacha al lado. Entonces me levanto, miro directamente, ella desvía su mirada, y diviso sin embargo su sonrisa frente a la ventana. Su desenfado, su regocijo y ternura frente al reloj de flores repleto de pancartas y voces, como si en el calor de la masa encontrara el gesto amoroso del peso del mundo. Me toco la mejilla, su cachetada, el movimiento de la victoria, la idea que como un caballo de troya la invadió, fue el triunfo sobre el deseo. Entonces, de regreso, concibo en la película el doble filo del Inception: ella también instala en mí su idea, la del audaz sentido de empatía ciudadana que aplaca el salvajismo del eros, superando cualquier malentendido erótico en pos de aquel movimiento social suscitándose afuera, en el zen de la espera. Bajo de la micro, me voy a pata, solitario y distante, pero seguro de que la chica (con la idea dentro) en cada sonrisa invocará la insurrección colectiva.

jueves, 9 de enero de 2014

Ferias del libro

Hoy en chilito resulta más artístico, turístico, montar cuantiosas ferias del libro con todo su gheto de amiguismos y de inversiones, que la existencia de escrituras que simplemente se dispongan a recrear lo humano en su intemperie. El circo estéril de la crítica ha promovido el hermetismo de los criterios por sobre la intuición del gusto que aflore del órgano de lo cotidiano. Si por ejemplo figuras como Teillier lograron instalarse en círculos literarios, fue precisamente porque sentía ese habitar poético siempre a pesar de la crítica, operando esta casi siempre como un acecho dialéctico de aquellas voces circundantes a la tradición, para digerir esas manchas tarde o temprano en su paradigma.

Lihn hablaba de escribir correctamente poesía, más en relación al oficio que a una lógica de producción, oficio posible a raíz, y muy en el fondo, a pesar del impulso vital: "el mismo Rimbaud/que probó que la odiaba (la literatura) fue un ratón de biblioteca,/y esa náusea gloriosa le vino de roerla". Sin embargo, se fue al África. Lihn destinó su escribir al inxilio. El Chico Molina, conocido como bartleby chileno, no escribió nada. Son lecciones que vienen de la voluntad para canalizar el caos propio, más que ejemplos morales.

Se tiende a caer en un academicismo que se fagocita a sí mismo, parasitando a sus huéspedes con el fin de prosperar, cuando hay que escribir fuera de la ley; o también se cae en vanguardismos que afloran al ritmo de la bebida energizante de la imagen, quedándose solo en lo espectacular, en su pista de baile, no en su transmutación, cuando hay que escribir siempre a raíz del silencio, y organizar el ruido interno.

Qué patética la vanguardia que "quiere ir" delante del resto, pero detrás de un sueño americano: plata, libros, mundo ¡nada de eso es el bien peligroso de las palabras! Hay que concebir una escritura que excave en el África interna -su punto de subdesarrollo, su tercer mundo- y que haga de su tinta combustible en la zona baldía de los maestros. Duchamp fue vanguardia no por contingencia histórica, sino porque su gesto es el del asco frente al orden establecido. Su asco fue el estilo del siglo.

Hoy, sin embargo, vemos la prostitución del ritmo interno arrasando en las ferias y en los museos, avalados por la teta del Estado, cuando el sentido de la poesía, a decir de Holderlin, era el de ser "la más inocente de las ocupaciones", inocencia como fuerza y recreación. Prevalece la poesía que propicia el espectáculo, la pantalla donde los egos se masturban, "en línea" con los intereses de narcos editoriales. En palabras de Duchamp: urinarios del pensamiento al servicio de la cloaca de la contemporaneidad. Frente a ese caos solo queda reinaugurar los vomitos joviales; la higiene desaforada que nos reconcilie con nuestra respiración, nuestro anonimato y nuestra oscuridad.