viernes, 12 de mayo de 2023

Le pedí a la chica con la que salía que me volviera a dar su número, porque me habían robado el celular. Ella dijo que también le robaron el suyo el fin de semana, razón por la cual no contestaba ningún mensaje y salía solo el victo de envío en su chat de whatsapp. Su experiencia, recalcó, no fue tan "brígida" como la mía, porque le robaron el celular de manera silenciosa, sin darse cuenta hasta mucho después, cuando comenzó a extrañar el aparato. De todas formas, ella manifestó su descontento con la indolencia de los "flaites".

-Y nos preguntamos cómo te fue en el asalto, como si fuera terrible normal-, afirmó. -Ya cachamos cómo está la calle, entera peligrosa. Han normalizado caleta la delincuencia-.

-Anoche casi no la cuento-, le dije. -Por lo menos la estoy contando. Hay gente muerta por menos.

-¿Sabí qué?-, dijo la chica. -Vamos a salir, pero yo no me voy a taimar con esta wea, porque tengo una rabia dentro mío, y sabí qué voy a hacer wn, ¡voy a sacar la media cuchilla y voy a tener una hechiza y el que quiera asaltarme le voy a apuntar primero-.

Cuando habló de sacar una hechiza para apuntar a los delincuentes, me reí al imaginarla, muy “choriza de puerto”. Por supuesto, tan tierna en su choreza, pero sabía que la suya era una broma, porque al momento del asalto es otra cosa, y no conviene hacerse el choro ni el valiente con energúmenos dispuestos a matar por unas míseras chauchas. “Para ellos, la cana es su mundo” recordé que decía un amigo. Y, por extensión, los delincuentes sueltos e impunes han hecho del país su “propia cana”, con sus códigos salvajes al arrimo de la oscuridad y la violencia del asfalto. Realidad de las calles, realidad país. Por la noche, todos se parecen, sobre todos los malos, los “sin ley”.
Suelen llamar karma a aquellos hechos cuya causalidad se desconoce y que atribuyen a una especie de "justicia" o, debiera decirse, "venganza cósmica". Sin embargo, tras las cuestiones que se viven se intuye siempre una trama oculta, una red inmensa de variables e influencias que sobrepasan nuestra capacidad de entendimiento. No sabemos qué carajo pasa con el mundo, no sabemos qué carajo hacen los otros, entonces urdimos interpretaciones e hilamos fino sobre la madeja del caos, porque resulta conveniente, porque, de lo contrario, la intemperie asalta, lo imprevisto asecha y su cañón arbitrario se abre camino a la fuerza.