sábado, 27 de febrero de 2016

Esa inquietante tranquilidad de los días antes de Marzo, es como la calma sospechosa antes de una tormenta de estrés y de responsabilidad. Pareciera que el sol del Verano conspira para alejarse y de esa forma acabar con toda esa fantasía entretenida de vacaciones. El sol se lleva consigo el tiempo de ocio, los amores de verano, las juergas, los infinitos momentos de alegría y letargo. Vuelve en su lugar el clima cada vez más hostil, y con él, las viejas preguntas que cada año se repiten. Vuelve la pregunta sobre tu futuro, sobre tu éxito laboral, sobre tu madurez de corazón, sobre las etapas quemadas, sobre tu capacidad para vivir, en definitiva, sobre tu utilidad, para demostrarle a tu círculo que con la llegada de Marzo has logrado responder a cada una de esas preguntas con convicción, como Edipo ante la esfinge, logrando así el orgullo de tus seres queridos, el respeto de tus pares y el regocijo de los dioses. Sin embargo, aun en ese momento previo de regreso a lo que llaman realidad (que no es otra cosa que el regreso a la maquinaria de la supervivencia) se puede hacer algo verdaderamente importante, cualquier cosa que no tenga necesariamente que ver con el trabajo y sus derivados, algo inaudito y trascendente en serio, algo que haga de verdad la diferencia. En la búsqueda de ese algo, por inútil e incomprensible que parezca, me esmero cada año. En ese algo está la lucha secreta.