lunes, 20 de noviembre de 2017

Manson: El culto del amor y el terror.



La figura de Manson ha calado hondo no tanto por su contenido rayano en la demencia más delirante como por su forma. La masacre brutal contra Sharon Tate, en ese entonces embarazada de Roman Polanski, pintó de negro el imaginario de la cultura popular yanqui, poseída por la revolución de las flores. Era el abrupto nacimiento de un ícono pop, pero de colores opacos. Ante el hecho de sangre salieron a la palestra varias teorías sobre el por qué de semejante crimen. Una tenía que ver con la obsesión musical de Manson, sumada a la creación de su secta La Familia. Se dice que su carácter mesiánico, potenciado luego por el uso de alucinógenos, se debió a su fanatismo por Los Beatles, de los cuales tomó Helter Skelter para su interpretación patológica del apocalipsis, atribuyéndose incluso el denominativo de anticristo. El término Helter Skelter sería traducido como "Descontrol" o "Desorden".

Otra teoría dice relación con el rumor de que Manson instigaba una suerte de "guerra racial". Habría ordenado a sus acólitos cometer el crimen para enseñar a los afroamericanos cómo empezar su guerra ideológica, en un contexto social particularmente susceptible. Esa teoría se vería anclada directamente con Roman Polanski, por el hecho de ser un representante de Hollywood. De ese modo, Manson habría sumado a su creencia, aparte del motivo musical del Helter Skelter, el motivo racial, junto con el cinematográfico, en su relación con la película La semilla del diablo, a partir de la cual habría tomado el autodenominado nombre de Satán. (De hecho, hasta aparecieron ciertos demonólogos en esa época que no vacilaron en vincular el motivo de la masacre con la sátira sobre los pálidos chupasangres expuesta en el filme La danza de los vampiros).

Hay, sin embargo, una investigación que desmiente estas teorías como los verdaderos móviles de los asesinatos. Esa investigación asocia el auténtico blanco no a Tate ni a Polanski ni a su grupo social, sino que a Jay Sebring, un cotizado peluquero que poseía salones en San Francisco, New York y Londres, y que, por ese entonces, frecuentaba el hogar de los Polanski. El punto clave de la investigación sería Melody Patterson, una actriz de tv norteamericana, quien era amiga de los Polanski, y además, por si fuera poco, convivía con el grupo de Manson. Según ella misma confesaba, la cruzada de Manson habría sido en realidad una expedición punitiva, para castigar los crímenes sexuales de Jay, en los cuales dos de las integrantes de La Familia habrían estado involucradas. Bestia contra Bestia. Sangre y rebaño. Como sea, la figura de Manson iba cobrando un misticismo oscuro, por un lado, y además un enigma policial, por otro, digno de una verdadera novela negra psicodélica. Manson no sería otra cosa que su personaje macabro. Perseguidor o perseguido.

Una vez enjuiciado y condenado, la fama de Manson no solo se disparó, sino que se volvió un verdadero fenómeno masivo. Y ese fenómeno tiene que ver precisamente con su obsesión musical. En particular, con la influencia que significó para ciertas figuras del rock. Ese imaginario no tanto del mal (concepto moral y periodístico) como de la rebeldía, el desvío de la norma. En 1970, por ejemplo, Manson habría publicado el álbum Lie: The Love & Terror Cult, para financiar su defensa por los asesinatos. Una de las canciones de ese álbum, Lie, ya habría sido grabada por los Beach Boys. Dennis Wilson, en este sentido, habría tenido un vínculo directo con el líder de "La Familia". Posteriormente, Axl Rose declaró, luego de publicar con los Guns su álbum Lies, que se había inspirado en el primer disco de Manson, Lie, y que usaba una polera con su rostro en los conciertos, no porque estuviese de acuerdo con su reputación, (tratando de ponerse el parche antes de la herida) sino que simplemente porque era un adepto a su música. Sin ir más lejos, el propio Marilyn Manson, al momento de crear su nombre, pensó en la oposición del bien y el mal, o, mejor dicho, de lo puro y lo impuro, simbolizado respectivamente por Marilyn Monroe y por el mismísimo Charles Manson. Así hay una cierta inclinación en el rock por hacer del mal o de la desviación una estética. Hay también una cierta inclinación en la cultura yanqui por hurgar en su propio mal y en su propia desviación, e insistir en ella como un placer culpable, un tabú, una fuerza desconocida, subterránea. Y es en ese momento que, el propio rostro de su cultura, encuentra en lo abyecto una identidad velada a la norma. Como cantaba el propio Manson en un tema de su disco Lie: "Mírame con desprecio y verás a un imbécil. Mírame con admiración y verás a tu dios. Mírame con atención y te verás a ti mismo".