domingo, 20 de mayo de 2018

En la U leía un concepto, no me acuerdo de qué clase de teórico latinoamericanista, llamado "colonialismo mental". En efecto, después de que un pueblo alcanza su independencia política o su soberanía territorial, su cultura, su idiosincracia, en cambio, sigue estando dominada por algo que en términos esotéricos puede llamarse "egregor" o bien por un elemento del inconsciente colectivo que la impulsa a la subordinación. Pese a todo eso, al viejo discurso de la libertad, al relamido discurso de la democracia contra la monarquía, bañado en sangre, huesos, entrañas, nuestro equipo televisivo, pequeña colonia contemporánea, sigue haciendo cobertura inmediata y en tiempo real de todos los entretelones de la boda entre el príncipe de Gales y la ahora duquesa de Sussex. Y no podía ser menos, para un evento de tamaña magnitud: audiencia colonial, rating seguro. La televisión al servicio de lo real, digo, de la realeza.

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