domingo, 3 de octubre de 2021

¿Verdad o mentira? They live y las “cajas de pandora” de la política global y nacional.

Cuando se analiza la contingencia política y se piensa en la seguidilla de verdades ocultas reveladas, una tras otra, durante los últimos tiempos, resulta más vigente que nunca la película They Live de John Carpenter. Así, pareciera que nos estén quitando constantemente las gafas para no visualizar el curso de los acontecimientos en su auténtico trasfondo o, bien, en su mirada alternativa, lejana al discurso oficial. Primero, fue la serie de protestas que comenzaron el 18 de octubre del 2019, bautizadas en su conjunto como un “estallido social”. Tras la efervescencia, aparecieron versiones que afirmaron el carácter insurreccional de las manifestaciones. Después, fue la explosión del bicharraco a nivel global que hasta el día de hoy nos asola bajo un régimen sanitario digno de 1984. Ciertas investigaciones han conseguido desmentir el relato sobre el origen del virus surgido en una sopa china del mercado de Wuhan y, en cambio, han propuesto la posibilidad de que el virus realmente se haya filtrado en un accidente de laboratorio. Sin embargo, aquellas investigaciones han sido consideradas “teorías de la conspiración” y sistemáticamente perseguidas y canceladas por la OMS y, además, por la Big Data de Facebook y Google, en una suerte de Ministerio de la Verdad orwelliano. Por otro lado, Anonymous reapareció el año pasado, amenazó con exponer otros crímenes de parte del gobierno estadounidense, a raíz de lo ocurrido con George Floyd y viralizó documentos relacionados con el “Libro negro de Epstein”, donde se expone la posible conexión de varias personalidades de la política, la iglesia y el mundo del espectáculo anglosajón con secretas redes de pedofilia.

Bajo todo este pandemonio pandémico, cabe preguntarse ¿Dónde queda la verdad verdadera? Tal parece que esa es la gran pregunta que continúa viralizada sin respuesta definitiva, creando anticuerpos entre los feligreses de la sanidad y un nuevo sistema inmunológico para los escépticos de todo tipo. Esta misma pugna se ve entrelazada de manera simbiótica con nuestra convulsa política. La misma tensión entre relatos oficiales y relatos alternativos. O bien, derechamente, entre farsas, posverdades, bulos y camelos. Tenemos, por ejemplo, los casos del presidenciable Ancalao y el constituyente Rojas Vade. Uno se habría valido de un notario muerto para inscribir su candidatura a la presidencia, y el otro, habría fingido tener cáncer para montar todo un sketch político que le significó un puesto en la Convención. Aparte de estos casos, conviene revisar la demanda de pensión alimenticia a Franco Parisi, desmentida categóricamente por su abogada pero enfatizada con la misma energía por la contraparte y los medios de comunicación; y, como última primicia, la entrevista publicada por The Clinic al padre de Sebastián Sichel, de quien se dice tuvo una relación conflictiva con su familia, mediando abandono, drogas e incluso violencia. Sichel salió al paso para defenderse de esta publicación que él considera artera, confirmando la culpabilidad del padre y aduciendo que “no todo vale en política”. Irónica afirmación, claro está, sobre todo cuando todos, sean del color que sean, han hecho lo que han querido para lograr una mínima cuota de poder.

Como última acotación a esta saga de desmentidos y revelaciones, salió hace poco a la luz pública una filtración masiva de documentos que exponen la “riqueza secreta” de importantes líderes y multimillonarios del mundo. A esta filtración se le llamó Pandora papers. Entre los jefes de Estado que figuran en esta lista desclasificada se encuentra nada más y nada menos que Piñera. La investigación descubrió un negocio familiar que involucró la compraventa de la Minera Dominga. Según se dice, la familia Piñera Moral era la mayor accionista de esta empresa minera, hasta que el empresario Carlos Alberto Délano, amigo de Piñera, compró a todos los otros socios, en una operación que tuvo lugar en las Islas Vírgenes británicas. Como era de esperarse, el Gobierno salió al paso y descartó la participación de Piñera en el proceso de venta de Dominga, señalando que la situación ya había sido investigada por la justicia y que fue declarado inocente de todas las acusaciones. El simbolismo respecto a los archivos Pandora se irradia a todos los aspectos de la vida pública, de modo que la lógica del develamiento trasciende el asunto puntual de los negociados para pasar a formar parte integral de la propia manera de concebir la política en nuestras latitudes. Parménides lo había dicho: «la guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos». Tal parece que el engaño seguirá siendo la tónica, no solo de los líderes, sino que de todos los ciudadanos cómplices que consienten esta gran pantomima, negándose a ver con sus gafas o participando activamente de la ceguera.

Despertar de Chile, Ministerio de la Verdad, Red oscura, Estado profundo, teoría del iceberg, papeles de Pandora. Cada uno de estos conceptos demarca el derrotero de la política global durante estos últimos dos años. Mensajes encriptados, denuncias calumniosas, secretos de Estado, claves desbloqueadas, relatos incómodos. Es tal el secretismo vuelto praxis, es tal lo falsario y lo mistérico, que el que más esconde, más controla, y el que más tergiversa, más figura. A su vez, el poder se debate entre el hermetismo y la revelación. Cabe volver a preguntarse ¿Dónde queda la verdad verdadera? Un manto de desconfianza se cierne sobre los estupefactos ante esta mascarada colectiva, que se muestra totalmente impúdica ante nuestros ojos. ¿Qué otras cosas nos ocultan? ¿Qué otras cajas serán abiertas? ¿Hasta dónde llegará la madriguera del conejo? No te mostrarán la verdad, al menos que te animes a usar tus propias gafas para discernir las dobles intenciones, los subtextos y, sobre todo, las agendas. Pero la presión sobre los hechos y sobre las voluntades será tal que todo, tarde o temprano, saldrá a flote, aun cuando resulte adverso. Siempre hay un costo por saber o decir la verdad, porque, como decía Epícteto: “la verdad triunfa por sí misma y la mentira necesita siempre complicidad”.

Críticas femeninas a la cultura de la cancelación

“¿Qué mejor prueba de que la cancel culture ya no es tan marginal y de a poco impregna o al menos amedrenta a círculos más amplios? O peor, que es una manipulación finalmente funcional al sistema ya que habilita la censura sin necesidad de imponerla desde el Estado. Lo que supuestamente se ejerce en nombre de minorías, en realidad no es ya una protesta contra el statu quo sino parte de él”. Claudia Peiró



“En los ámbitos universitarios, al decir, de Fourest, la violencia para imponer un punto de vista de lo políticamente correcto es abrumadora. El derecho a réplica de la persona acusada dejó de ser un derecho y solo le resta pedir disculpas si no quiere perder su puesto.

La generación ofendida, los milennials, que acusan lo hacen a través de las redes por lo general, para defender causas que no vivieron ni conocieron en persona. ¿Hace falta haber conocido la experiencia físicamente para volverla una causa propia?

No; no hace falta siempre que se escuche y se estudie con respeto todo lo referente a ella; así como tampoco hace falta pertenecer a una etnia, sexo, género, ni clase social para defenderla. Fourest cita a la teóloga musulmana Irshad Manji: “En una época en que cada vez más las escuelas enseñan a los jóvenes a no ser ofensivos, también han de enseñarle a la nueva generación a no sentirse tan fácilmente ofendida”. Patricia Suárez.



“Eso es extremadamente desconcertante: estábamos acostumbrados a luchar contra la censura tanto desde la cúpula del Estado como desde el ala derecha de la sociedad, y aquí nos enfrentamos a la censura desde la izquierda. Incluso es una censura que se hace en nombre del bien y del progreso. El objetivo de la universidad es transmitir exactamente lo que falta en Internet, es decir, el espíritu crítico, la capacidad de saber ordenar y contextualizar. Uno se pregunta de dónde saldrá el espíritu crítico que permita regular un poco esta pasión por el linchamiento, el espíritu de la manada y ahora el hecho de lanzar autodenuncias”. Caroline Fourtes, en artículo de Débora Campos.