viernes, 5 de diciembre de 2014




No hay curriculum ni objetivos ni pruebas ni métodos de control que sorteen la frontera más distante y a la vez más profunda: la del pensamiento propio.... no hay necesidad de leer mucho para descubrirlo, es solo cuestión de agallas, sin esa preciada facultad, el saber es solo contrabando.


Todavía persiste cierta idea, no sé si en la cultura popular o en el inconciente colectivo, de que el acto de pensar es algo que demanda inactividad, que es obra de entes inactivos y prácticamente exiliados de la vida... por eso se representa a los "pensadores" como serios cuando eso tiene que ver más con el carácter que con el pensamiento, siempre impredecible... recuerdo que leí algo sobre Ortega y Gasset quien había dicho que el clásico Pensador de Rodin se trataba más bien de un hombre "preocupado" que de un pensador, algo así como que estaba "pensando en el salto de acróbata que iba a dar"... la figura del pensante como serio y estático es antigua, incluso arcaica... Nietszche en cambio reivindicaría el "pensamiento caminante y festivo", cosa que le critica a Flaubert llamándolo nihilista al enterarse de que este solo podía pensar sentado.
Quizá el punto de inflexión para un autor: cuando pasa de sustantivo a adjetivo... como ayer a raíz de un estudio que buscaba explicar científicamente que leer a kafka te volvía más inteligente (y curiosamente, más desesperado, debido al hecho de que las neuronas debían encontrar salidas inauditas a situaciones que el sujeto no podía controlar)
Pensé que la ciencia psicológica sería de hecho más kafkiana al intentar ser objetiva sobre una producción que pertenece al lenguaje literario, con todos sus laberintos y abismos.
Más allá de si era cierto o no el estudio, el propio discurso científico alcanza así cuotas de ficción al encarnar en si misma la esencia de la obra del checo, su insufrible paradoja.
Un amigo replica entonces que "solo bastaría con el aumento de sueldo de los parlamentarios como evidencia del absurdo general". De esa forma, Chile se gana el adjetivo de kafkiano; luego, el mundo entero en la actualidad sería kafkiano; Y no al revés.



En el fondo el misterio sigue siendo cómo es que se existe un día siguiente. Al dormir apostamos a que se amanecerá íntegro, vivo, que el mundo conocido será el mismo, que tendrás que trabajar donde mismo y por lo mismo. Nadie sabe lo que ocurre en el lapso del sueño, es el único momento de incógnita y de libertad absoluta. Si nos pusiésemos a pensar en todos los factores o variables que nos rebasan, acabaríamos locos. Simplemente no se podría vivir. El conocimiento en ese extremo acaba neurótico. Se necesita a cada minuto una cuota de imaginación e incluso de fe para no desfallecer en el próximo paso fuera de casa, para no temer la intuición del fin esperando a la vuelta de cada esquina.