lunes, 2 de mayo de 2022

Cuento sobre un sueño de la época del "estallido social", que formará parte de otro futuro libro: "Onirómano". ¿Acaso una pesadilla premonitoria? Juzgue usted.

Soñó que había en la ciudad una especie de cabildo a la altura de una construcción en ruinas a mitad de cerro. Los participantes del cabildo estaban dispuestos en varias mesas largas tipo té club. La fila de mesas era tan larga que se empinaba por sobre una quebrada dentro de la propia construcción. Lo interesante era que no había un orden aparente ni un vocero específico en aquella fila. A lo largo de cada mesa contigua, harta gente se servía un banquete a la vez que discutía aspectos referentes a la política del momento. Sin embargo, no quedaba claro si se estaban poniendo de acuerdo para llegar a un consenso, razonando ciertos puntos sobre un cambio constitucional, o simplemente dirimían alguna estrategia de acción para salir a la calle.
Se encontraba caminando a un costado de aquella larga fila de mesas, tratando extrañamente de buscar un cofre con votos en blanco. Hasta que, de un momento a otro, cada uno de los participantes de las mesas, se levantaban de sus asientos, se dirigían a otra parte, sacaban pancartas o bien se subían encima. Unos pocos se agachaban debajo de la mesa sin motivo aparente. El clima de repente se puso abochornado. Un sonido de alarma empezaba a conspirar desde arriba, mezcla de baliza o de pitido. En ese confuso instante, inenarrable dentro de la ensoñación, apareció un insecto gigante desde unas ruinas con ceniza y polvillo blanco. El insecto asemejaba un grillo con patas tonificadas, muy parecidas a piernas humanas. Comenzaba a saltar por sobre las mesas, invadiendo el espacio del cabildo. Los pocos participantes que permanecían allí esperaban debajo de las mesas, deseando que el bicho se escabullera. Otros, más combativos, le arrojaban piedrazos, además de proferirle imprecaciones, a esta altura, indescriptibles.
Siguió al bicho impulsado por un ímpetu magnético, arrastrándose a ras del cerro a medida que la criatura saltaba por entre las mesas, evadiendo el ataque de la gente. Hasta que en el borde de la última mesa, casi llegando al plan de la ciudad, observó a lo lejos una humareda negra, evidente señal de siniestro. La gente que aguardaba la seguridad del cabildo había levantado una barricada para arrinconar al hostil grillo. Este, sin ánimo de retroceder, intentó saltar por sobre la barricada, pero, al parecer, fue interceptado en el acto. Un pitido similar al del principio indicaba que se avecinaba otro invasor, quizá de qué extraña forma. El humo negro de donde desapareció el grillo se volvía humo blanco. Cuando se vio arrastrado por debajo de una de las mesas más grandes, de pronto alguien le sacó de allí a la fuerza, sin saber de quién se trataba, sacó de entre su ropa un formulario y un lápiz, y le obligó a firmar no se sabía qué cosa. Le entregó el carnet en un acto inconsciente y burocrático. La hoja del formulario en cuestión se encontraba vacía. En él se empezaba a dibujar automáticamente una misteriosa X roja.
Mientras más jodida la experiencia, más numerosa la escritura.