lunes, 19 de diciembre de 2022

Estamos ante una verdadera fauna pandémica. La primera criatura que salió al ruedo como la sospechosa número uno de portar el coronavirus fue el murciélago grande de herradura chino. Por esto, prácticamente todos los murciélagos en el mundo fueron considerados, de un momento a otro, como villanos, potenciales agentes de contagio, casi como si se tratase de vampiros de una era de pesadilla. Ante la zozobra sobre el posible origen artificial del virus, el ratón alado quedó atrás y, mucho después, llegó la viruela del mono, frente a la cual los propios primates eran declarados como responsables. La viruela se tachó de más antigua y menos peligrosa que el covid 19, pero, de inmediato, entró en la competencia mediática. Ambos bichos se disputarían la calidad de pandemia. Más tarde, en medio de un escenario cada vez más normalizado, surgió la variante del “perro del infierno”. Se pensó, por el nombre, que sería mucho más peligrosa que las otras variantes, pero no había suficiente evidencia para sostenerlo. En Alemania, se le bautizó con el nombre del Cerbero a causa de su alto nivel de contagio. Esta variante pasó a ser la del perro custodio del infierno, aunque resultó ser un perro más ladrador que mordedor.

Actualmente, otro bicho ha salido a la palestra, en el contexto del Mundial de Fútbol con sede en Qatar. Se trata del “virus del camello”, una especie de coronavirus diferente al que causa el Covid 19. Producto del Mundial, estaría causando estragos en algunos jugadores de Francia y existiría el riesgo potencial de que pueda contagiarse a los hinchas y asistentes. Pese a esto, un catedrático de Microbiología de la Universidad Complutense de Madrid, Víctor Jiménez, señaló que el apelativo “virus del camello” es más bien una manera sensacionalista de llamar al síndrome respiratorio de Oriente Medio, el cual se contagia desde los rumiantes y tiene, por lo pronto, poco impacto entre los humanos. Si bien el virus tiene todavía muy poca peligrosidad, las autoridades ya han puesto la alarma en varios países europeos, frente a la probable propagación del “camello”. Como si llevara la muerte en sus jorobas, es ahora la figura del camello la que tiene que cargar con el peso de todo este revuelo sanitario.

Bajo un escenario mundial asolado por la pandemia, la crisis climática, los conflictos bélicos y el alza inflacionaria, el camello –enorme símbolo nietzscheano- se ha vuelto el depositario de toda la pesadez de nuestra época. Esperemos que pronto pueda transitar con estoicismo el desierto de lo real en que se ha vuelto nuestro mundo y alcance, con éxito, el estado del león, para que al fin se rebele contra el velo de la ilusión y pueda conseguir la soñada inocencia de quienes crean sus propios valores sin ser señalados como disidentes o paranoicos.