miércoles, 30 de marzo de 2016

El nuevo nihilista


Se identifica de inmediato cierta clase de alumnos. Uno de ellos, sentado siempre en la esquina del fondo a mano izquierda de la sala, solitario, alejado del resto de sus compañeros, estratégicamente, haciéndolo parecer involuntario. Se le pregunta por qué se sienta tan al fondo. Responde sin más: "aquí estoy más cómodo que allá adelante" (misantropía temprana). Siempre responde lo que tiene que responder antes que el resto, de una forma casi mecánica pero eficiente, contradiciendo casi siempre el parecer del resto del curso, (crítica compulsiva) incluso desafiando ciertas partes en que el contenido suele tomar una deriva demasiado subjetiva. Ante ello, el alumno del fondo solamente dice: "No me parece". (escepticismo prematuro). No lee nada de lo que está en la pizarra. Rehúsa cambiarse de puesto. No hace más allá de lo que se le pide. "Preferiría no hacerlo", parafraseando a Bartleby. Participa solo para contradecir. O, en su defecto, para molestar y reírse. Ese alumno representa otra cosa. Cada cierto tiempo aparece por lo menos uno de su generación. Ese alumno es la viva imagen del nuevo nihilista. (Lo sé, perfectamente. Porque estuve a punto de ser uno. Sin embargo, aquí me tienen. Enfrente de la sala. Vistiendo el predecible disfraz del líder).

martes, 29 de marzo de 2016

Se torna difícil escribir

"Se torna difícil escribir con la misma brutalidad con que se piensa". Guitarra negra, L. A. Spinetta.

lunes, 28 de marzo de 2016

El basurero de la ideología


Vi en la madrugada un documental sobre la llegada de Spencer Tunick el año 2002, el fotógrafo que desnudó a un montón de santiaguinos frente al Museo de Bellas Artes. Me llama la atención no tanto el acto de haber desnudado a un gran grupo de gente, ni tampoco sus implicancias sobre el mito del chileno como inhibido y conservador, sino que la reacción siempre insólita del sector religioso. Fueron los primeros en saltar ante un acto considerado derechamente como un atropello a la moral y las buenas costumbres. Salieron a protestar cerca del Parque Forestal, buscando funar el empelotamiento masivo. Alguna de las pancartas decía: Si la pornografía es arte, mañana qué. Lo pintoresco del asunto es que eran argumentos netamente reaccionarios. No existía un fondo argumentativo que no fuera el del escándalo frente al desnudo público. El líder del grupo evangélico Nelson Pardo, invitado a un programa televisivo, fue interpelado respecto a las razones para la protesta. Una periodista le mostró el cuadro La creación de Adán de Da Vinci. Le trataba de explicar por qué lo de Tunick era herejía y el cuadro de Da Vinci no lo era, siendo que ambos mostraban la desnudez humana. Pardo no tuvo otra reacción que la ira y la molestia, yéndose indignado del set televisivo. No pudo siquiera definir qué es lo que era pornografía y qué no lo era. Si en ese momento el evangélico hubiese tenido la dignidad suficiente para sostener su postura hasta las últimas consecuencias, no hubiera necesitado ese exabrupto. La falta de racionalidad del argumento religioso en general es lo que provoca su falta de sentido común y su renuencia al diálogo. No hay allí ningún atisbo de intención intelectual. Pienso en aquellos grandes apologistas medievales de la religión, Santo Tomas de Aquino, inclusive el mismo Lutero siglos más tarde, grandes teóricos en su ámbito de creencia. Hoy, en cambio, el proselitista religioso chileno no es sino un remedo de una corriente de pensamiento irracional. Caen en la falacia del argumento de antigüedad y de autoridad, la mayor de las veces. No es tanto que sus ideas sean arcaicas, es que simplemente no saben defenderlas ni acoplarlas al contexto actual. El Pastor en ningún momento habló de la diferencia entre la fotografía y la pintura. Se dan la oportunidad de hablar sobre el debate moral del desnudo sin tener en cuenta la diferencia radical entre un formato y otro. La diferencia artística, epistemológica. Susan Sontag era una conocida anatemista de la fotografía, al señalar que era un ejercicio de poder y de apropiación de la realidad. Si hubiese derivado el debate en base a la naturaleza de la performance hubiera tenido la oportunidad de entrar en el dialogo. Toda su atención, sin embargo, se concentró exclusivamente en la condena del contenido, en el desnudo como delito irrenunciable, argumento que se cae a pedazos al primer disenso, únicamente sosteniendo que Dios trajo al hombre y a la mujer en las mismas condiciones en que Tunick pretende acometer su fotografía de los chilenos.

Otra de las pancartas resulta mucho más interesante, incluso hasta aceptable: "Dios no es hippie". El emplazamiento de la pancarta iba por otro lado, distinto a la de la ideología del pastor. Se acusa el hippismo de la performance. Se cuestiona la relevancia contracultural del asunto. Si acaso ese “Dios no es hippie” significa en realidad que todo aquel que se declare evangélico no puede aceptar los postulados propios de la revolución sexual de los sesenta. Suponiendo, según esa lógica, que el acto artístico de Tunick tenga alguna reminiscencia hippie al buscar una liberación de ataduras y prejuicios mediante el desnudo colectivo. Con ese argumento, basado en esa pancarta en apariencia absurda, el discurso del Pastor hubiera tenido al menos un ápice de sentido, sin dejar de sonar reaccionario. Pero prefirió en cambio la vía del asco. No se cuestiona tanto la creencia en tal o cual credo (son libres de creer, después de todo) como su incapacidad para conectar un montón de neuronas y sacar de eso unas cuantas palabras razonables. El anatema religioso, el mismo que parece ser excusa de las "guerras santas", financiadas maquiavélicamente por potencias ocultas, tiene también su reflejo en estas micro batallas.

Por otro lado, los argumentos de la facción política contra el aborto cayeron en un juego similar. El juego del hombre de paja. La crítica sobre el desnudo fotográfico de Tunick debía hacerse en el cuadrilátero del arte. La moral ya no entra en ese ring. Y para que el religioso evangélico entre en ese ring requiere más que un salto de fé, un salto cuántico. Lo mismo pasa con el debate sobre el aborto. No hay punto en común simplemente porque la facción política nunca dejará de pensar como piensa. Para que esa facción política entre en el ring científico a definir qué es la vida y qué no lo es, incluso más allá, a definir cuándo el feto es persona y cuándo no lo es, debería también existir una realidad paralela. Chocan contra el muro de un nuevo paradigma por la sencilla razón de que han estado escarbando todo el tiempo, como diría Zizek, en el basurero de la ideología. Y no quieren salir de ahí jamás, porque tienen miedo de ser desnudados en el acto.

domingo, 27 de marzo de 2016

Buscamos significación incluso en un huevo de chocolate. Todo vale, desde la más apremiante lógica hasta la más disparatada imaginación, con tal de hacer reír el espíritu. Se busca que nuestro sentido se vuelva importante, que nos impulse a seguir viviendo. En el fondo deseamos que nuestros actos mueran para algún día revivir y dejar su envoltura temporal. Darle su toque trascendente. Pero siempre se sigue aquí, aferrado a la costumbre y al sueño. Esa es la ley del espíritu.

Nazareth Mesías

En la nivelación de lenguaje para Gastronomía hay una chica llamada Nazareth Mesías. Me decía que no era necesario que le recalcara la evidente cristiandad de su nombre, que ya ha tenido suficiente bullying con el hecho de ser nombrada así, y más encima, con la casual coincidencia entre las últimas clases y la semana santa. Tiene el carácter simpático. Para nada santurrona ni mojigata. De perfil humilde, pero de gusto extravagante. Adora lo que ella llama el k-pop, música bailable coreana. Decía que prefiere bailar pasos de hombre, porque la coreografía femenina se le hace demasiado sexy, y ella no está para eso. Le pregunté sobre anime, para buscar algún punto en común. Dijo que le gustan algunos, fundamentalmente películas, porque las series le aburren. En las clases, demostraba no gustarle demasiado la lectura. Solo lo que tenga relación con la cocina. Acusó falta de concentración y problemas de visión. Esa mezcla variopinta de honestidad, humildad y extravagancia la hacen única. Ella no lo sabe. Intuyó cierto interés por la batería de preguntas y el acercamiento extra curricular. Me preguntaba de dónde vengo. Valparaíso. No le gusta por lo turbio y por lo sucio. Para uno, nada extraño sobre la ciudad. Ella, en cambio, viene de Limache. El mal llamado Interior. Le recalqué que las veces que he ido a hacer clases por esos lados se respiraba una paz indescriptible. Una cierta tranquilidad bucólica. A ella le parecía más bien aburrido, pero le gustaba porque allá tiene a su familia y a sus amigos. Me preguntó dónde estudié. Le dije que en la católica. Luego recalcaba que el nombre Gabriel suena a arcángel, demasiado religioso. Junto con el de Salvador, una rara mezcla entre católico y socialista. Se ríe. Tiene gracia. Le decía que al menos coincidíamos en lo religioso. Entonces me dijo que ahora sí podrá hacerme bullying. Vuelve a reír. Finalmente, se despidió y se fue. De una forma u otra, no había nada que me determinara a llamarla de esa manera. Eso no significó nada en absoluto. Los nombres, pienso, son nada más que una invención antojadiza de nuestros padres, un capricho suyo, con el cual nos bendicen o maldicen, sin quererlo. La chica Nazareth no estaba obligada a la connotación mesiánica de su nombre, así como tampoco uno no está obligado a cumplir con la carga semántica del suyo. Hay allí motivo suficiente para marcarte de por vida. Y para imaginar un destino rimbombante. O uno funesto. Sin embargo, por insignificante que resulte, nuestros nombres sí hicieron una diferencia.

sábado, 26 de marzo de 2016

¿Qué es verdad?

Poncio Pilatos a Jesús luego de que este le dijese que él era el camino y la verdad: "¿Quid est Veritas? (¿Qué es verdad?)". Si se pone atención al libro, el hecho de que se lo haya preguntado después no es azaroso. Al ver que Jesús no le respondía su pregunta, afirmó: "Yo no hallo en él ningún crimen". No es que Pilatos no creyera en la verdad, es solo que no era "su Verdad". Para Pilatos todo lo que dijera el César tenía ese carácter verídico. Por lo tanto, la sentencia de Jesús le es sencillamente extraña e incomprensible. No un sacrilegio. Porque su verdad es solo de otro orden y naturaleza. No se encontraba dentro de la jurisdicción ni cosmovisión romana. El descreimiento solo viene de parte de los judíos que exigían su muerte en relación a su mensaje, que contradecía la idea del verdadero mesías. Simplemente, un juego de contraluces: eso fue la verdad. Un prisma para romanos, judíos y cristianos. Esta escena así descrita ilustra una de las primeras muestras de escepticismo de la literatura universal.

viernes, 25 de marzo de 2016

Quo Vadis?

Donde la familia al ver una de las películas religiosas que abundan en la parrilla programática durante estos días, uno se da cuenta que no todo tiene que ser necesariamente un culto ciego y ferviente, ni tampoco su lado opuesto, una apostasía ingenua e irreflexiva. El cine ofrece una visión laica, libre de dogma, bajo la visión secular del celuloide. Antaño disfrutábamos de esas películas por la tarde sin siquiera prestar mucha atención a esa camada de fanáticos que ven en esa fecha un momento de renuncia y de luto. 

Con la película Quo Vadis?, por ejemplo, pasaba que el drama estaba, más que basado en la vida de Jesucristo, centrado en el Imperio Romano durante el conflicto entre el paganismo reinante y el cristianismo clandestino. Nerón componía poemas mientras esperaba a Marco Vinicio para que le informara sobre las legiones romanas que venían desde África y Asia. Este último luego conocería a Ligia, una romana convertida al cristianismo, de la cual queda enamorado. 

Una noche ocurre un encuentro entre Vinicio y Ligia. Él le observa mientras traza la figura de un pez en el jardín de su aposento. Se acerca a ella buscando seducirla pero sabe que él es pagano, que no hay posibilidad de que una cristiana recién conversa pueda llegar a amar a un pagano. Él insiste en su cometido, sin embargo, Ligia es irrenunciable en su creencia y huye. De esa forma Vinicio conduce toda una caravana en su búsqueda, y en ese viaje comienza a descubrir de a poco los misterios de esa extraña religión bárbara, surgida bajo las sombras del Imperio Romano. Vinicio acude con un oráculo griego y este le informa sobre el pez que su amada Ligia dibujó. El pez como la clave para el encuentro con su amor imposible; el pez, al mismo tiempo, como símbolo de ese nuevo culto monoteísta. El pez asociado al pescador San Pedro, uno de los principales discípulos del nazareno. 

Cuando Marco Vinicio logra encontrarse con Ligia, luego de un enfrentamiento, ambos no pueden evitar sentir atracción. Pese a esto, la diferencia entre sus creencias es demasiado grande. Vinicio mira con recelo a Pablo el apóstol en su misión de liberar a los esclavos, y regresa a Roma desencantado prometiendo no volver a molestarlos.

Más adelante, la historia se complica. Ocurre el incendio de Roma supuestamente provocado por Nerón. Luego el emperador culpa a los cristianos de semejante osadía. Ligia, sus padres y Vinicio son arrestados. Después son llevados al circo romano para regocijo del pueblo. Sin embargo, allí logran liberarse y en un arranque de misericordia la plebe romana pide que vivan. Ante esto Nerón enfurecido ordena liquidar a los cristianos. Pero finalmente no logra su cometido. 

Todo acaba con el suicidio de Nerón secundado por su esclava Actea, y el amor entre Ligia y Vinicio, junto con la liberación de los cristianos y el cumplimiento del vaticinio de Pedro, quien antes de salir de Roma escuchaba la voz de Jesús al cual le preguntaba ¿Adónde vas? y le conminaba a volver con su gente, su rebaño. En la película, la voz del nazareno aparecía solo como una señal divina, inmaterial, algo así como el maestro jedi al unirse con la Fuerza y aconsejar a su padawan. Ese padawan era nada más y nada menos que San Pedro, el pescador, el auténtico cristiano. Aquel que luego se sacrificaría por mantener vivo el legado de su señor. 

Durante estas fechas al comer pescado no se está solo buscando una alternativa comercial a la carne roja, sino que se está literalmente comiendo un símbolo importado por el cristianismo. Aquella religión que, de acuerdo al filme, alcanzó su triunfo de manera subrepticia, boicoteando la decadencia del Imperio Romano. La iglesia católica, en realidad, no sería otra cosa que su sombra. El cine, demostrado en la historia de Quo Vadis?, está ahí para ponerle play a la fábula, y hacer un poco de reversa, de memoria. Para revisitar el mito, volverlo carne en la visión.

jueves, 24 de marzo de 2016

Batman vs Superman



 Para ir a ver Batman vs Superman sin demasiada expectativa, sin salir luego del cine pateando la perra, solo basta pensar en su director, Zack Snyder. Un gran productor gráfico, un artista de la imagen, de la pirotecnia audiovisual, no un escritor de historias ni de tramas. Snyder no es Nolan, ni por asomo. Hay que ir a ver la película mentalizado en ese disímil enfrentamiento, en esa ya épica batalla entre el superhéroe humano, oscuro, y el extraterrestre, hiperventilado. Lo que atrae en un superhéroe es antitético en el otro. En Batman se trata de su cualidad humana, su traumática y misteriosa psicología. En Superman se trata más bien de su cualidad no humana, su superfuerza al servicio de una moral y una justicia terrestre, mejor dicho, yanqui. En un despliegue de fuerza ya sabemos quien podría ganar. Eso haría la lucha y la película algo demasiado previsible. En un despliegue de inteligencia y de mentalidad, sin embargo, Batman llevaría la delantera. En Batman cohabita el conflicto entre el bien y el mal. Su conflicto es su fuerza. En Superman, por su parte, el bien parece una bandera al uso. Sus atributos de semi dios son su punto débil. El disfraz de Batman es el reflejo de su personalidad. Bruce Wayne como su identidad real. Un empresario multimillonario, poderoso, seguro, que de noche se oculta tras la figura del murciélago para vengarse y tomar la justicia por sus manos. El disfraz de Superman, en cambio, es la forma en que él concibe al ser humano -Como quedó claro en el dialogo de Kil Bill de Tarantino-. Clark Kent como el tímido periodista que para sobresalir desvela su forma original, sobrehumana. Definitivamente, punto para Batman. La película, a pesar de todo, promete un espectáculo de proporciones. No encontrarán ninguna maravilla argumental. Ni mucho menos cine de autor. Hay que ir a verla solamente pensando en los superhéroes como parte de nuestra mitología.

La dimensión tibetana de la pedagogía

La dimensión tibetana de la pedagogía: encerrarse diariamente sin contacto con el mundo, sin otro panorama que ir del instituto a la casa con motivo del trabajo de planificación y evaluación, el trabajo invisible para el resto pero en el fondo el más pesado, el verdadero. El retiro espiritual de fin de semana no hace falta, basta con ejercer ese trabajo gratuito para declararse un anacoreta de la educación.

La firma

Veo al tipear la planificación del semestre (trámite tramitoso) para mañana, que en mi mano izquierda, a un costado del dedo meñique, tengo un "hola" escrito con lápiz pasta negro. Lo veo y recuerdo súbitamente que en la mañana una alumna me rayó ahí mientras yo apoyaba la mano en el puesto tratando de explicarle a su grupo la actividad de la clase. Había estado tan ocupado que no tuve tiempo de lavarme las manos y borrarlo. Ese hola textual como símbolo de algo más: la invencible distracción, la fe ciega en el trabajo o la soledad. Hago memoria de lo que hice en el día y ese hola fue lo único que perduró. Lo único que pude concluir del día. Permanece ahí, escrito como una firma, tatuado en la piel, recordándome a cada tanto que debo revisar la tarea de su autora, y al mismo tiempo, que no puedo despreciar su saludo imaginario.

miércoles, 23 de marzo de 2016

Hoy en la mañana durante la clase de nivelación de lenguaje para Gastronomía, un alumno de repente bromea sobre el hecho de que su hermano quiere estudiar pedagogía el próximo año. "-Le dije que no estudiara eso. Que mejor estudiara cualquier otra cosa. Algo que le dé de comer. Gastronomía, por ejemplo-". El alumno comienza a reír. Algunos atrás también. Me mira como propiciando la indirecta. Como si en algún momento me fuera a ofender, y darle una cháchara solemne sobre por qué estudiar pedagogía es una opción viable. Pastelero a sus pasteles. Lejos de lo que creerían, me reí con ellos. Les celebré la talla. Y seguí dictando...

Asado hereje

La Fundación Sociedad Atea de Chile llama nuevamente a "asado hereje" para este fin de semana. Al parecer esta vez no es puramente el carrete carnívoro con la excusa de la rebeldía, sino que tiene como motivo la derogación de la enseñanza obligatoria de religión en las aulas. Me considero escéptico respecto a la forma de validarse del chileno ateo frente a la religión. Pareciera que todo se resume en funar cada semana santa solo por el ánimo de hacerlo. ¿Contra qué se rebela comiendo carne? ¿Qué es lo que en cada mordida está queriendo despedazar? ¿La iglesia católica? ¿La religión como tal? ¿La abstinencia? ¿Dios? Mete en el mismo saco la discusión contra la institución ecleciástica, las costumbres relacionadas con la tradición cristiana y la crítica a la creencia espiritual o metafísica en un ser superior. No sabe separar el polvo de la paja. Reduce en cambio la discusión a categoría de gesto ridículo. Prefiere comerse un bistec en Viernes Santo porque eso se siente cool a debatir por qué diablos se sigue celebrando un evento que ya ha perdido el vigor original que antes tenía.

martes, 22 de marzo de 2016

Manhattan Transfer

De la lectura de Manhattan Transfer de John Dos Passos, me marcaron recuerdo las palabras finales de Jimmy Herf luego de perder el empleo y el amor de su querida Hellen, como anticipación de la ingente crisis del 29. Arriba de la estación Manhattan el chofer del tranvía le pregunta: -¿A dónde va?–. JImmy Herf responde: No sé… Bastante lejos-. La siempre tentadora opción del auto exilio, cuando las cosas se empiezan a poner feas. O cuando la ciudad misma te determina a tomar otros rumbos. La falta de destino seguro que plantea el dilema: extravío o apertura de miras. Todos se plantean el viaje como algo idílico, pero pocos se lo han planteado con esa carga existencial. En el caso de Chile el exilio era visto como una salida egoísta. Era un contexto distinto al de la caída de la bolsa norteamericana. Lihn practicó eso llamado "inxilio", desaparecer de la luz pública pero dentro de la ciudad, fuera del ojo de la tormenta pero dentro de ella. En Jimmy Herf tenemos que la tormenta misma lo vio nacer, trabajar y casarse. No puede plantearse escapar de ella sin antes haber experimentado el desarraigo mayor: el del trabajo y el del amor, paradigmas de la vida adulta y por extensión de la vida moderna. Una vez que Herf pierde ambos pierde la brújula. Solo encuentra camino fuera de casa. El mundo abierto de repente se convierte en todo lo que está fuera de Nueva York. Idealiza una salida como una catársis. Sin embargo, no tiene garantía de nada. Desconoce si el mundo que cree encontrar afuera no es acaso todavía más salvaje e impersonal que el anterior. O si es solo otro plano de realidad completamente distinto. Es el gesto kamikaze del ciudadano expulsado. Es la encarnación cesante de la debacle moral. "Una de estas dos inevitables soluciones: marcharse de aquí con una camisa blanda y sucia, o quedarse con el cuello duro y limpio. ¿Pero a qué pasarse la vida entera huyendo de la ciudad de la Destrucción?…”. En cada ciudadano, por burgués y acomodaticio que parezca, vive un Jimmy Herf latente, un sujeto indignado, insatisfecho con lo establecido, pronto a explotar en cualquier momento, como premonición del acabóse. Quedarse o irse, como la canción de The Clash, parece ser el rosario de los fracasados, de la siempre anónima gente, sin armas ni créditos suficientes. Salir de la polis para los griegos era motivo de barbarie. Edipo huyó de Tebas a modo de inmolación por el crimen que cometió. Desarraigarte de tu ciudad de origen pareciera ser de esa forma la mayor condena. En cambio, hoy por hoy, pareciera ser incluso un estado de gracia. En eso el Jimmy Herf de la novela tiene mucho de oriental: el éxodo como camino de liberación, pero un éxodo sin salida, sin rumbo, solo por la necesidad de dejar atrás toda una vida.

lunes, 21 de marzo de 2016

Domingo de Ramos


Dos imagenes sobre Domingo de Ramos ayer: De madrugada prácticamente al alba, tipo seis y media, frente a la Plaza Victoria un grupo de comerciantes vendiendo los típicos ramos en la acera de la Catedral. Un poco más allá, en la esquina con Pedro Montt, unos chicos medio entonados, abrazados, seguramente llegando del carrete. Estaba demasiado oscuro y solitario. Era prácticamente el único paisaje alrededor. Parecía más que la conmemoración de la llegada de un mesías al pueblo, la viva imagen de la tradición ahora convertida en fecha comercial. La imagen entre esos vendedores de ramos y los jóvenes que volvían juntos y ebrios a la casa era el Domingo de Ramos a la chilena. La siempre esperanzadora promesa del retorno en un cuadro desolador y sarcástico. Ya no restan feligreses sino que solo el gesto del vendedor de ramos. El gesto que no busca tanto el cumplimiento de la promesa como el aprovechar su indeterminación para mantener a la familia y perpetuar una costumbre universal. Luego, más tarde, ese mismo cuadro de vendedores de ramos, ahora en pleno mediodía, multiplicados a lo largo de la feria de las pulgas, un verdadero mall de los ramos durante la tarde dominical. La tradición conmemora la entrada triunfal de Jesús a Nazareth, pero muy en el fondo ya no importa su regreso. Porque Jesús y Nazareth son solo símbolos que funcionan como contexto para los vendedores de ramos y su astucia mesiánica. La gente va allí, los ve y les compra. Se da cuenta que hay que mantener viva la tradición, aunque haya perdido su sentido original. Entonces las familias vuelven a casa, con los ramos a cuestas, junto con bolsas de supermercado y de utilería, celebrando la evolución de la creencia, la sobrevivencia del mito sin sus protagonistas, emulando tímidamente el retorno a la tierra prometida.

domingo, 20 de marzo de 2016

El grado cero de la intimidad virtual


Siempre entre tus contactos hay alguien que te elimina por x motivo. Lo más pintoresco de todo es que han sido en su mayoría mujeres. Lejos de tomarlo a la mala lo analizo fríamente, indago en los desvíos que tomó la comunicación para llegar a ese punto tan drástico, las razones que ellas y yo tuvimos para desencadenar una serie de factores que acabaran con nosotros “eliminados” del canal de la red social. Incluso todo eso se puede ver como un fenómeno digno de literatura. Interpretable. Escribible. La primera de ellas, C, recuerdo que lo hizo a raíz de una frase de George Bataille publicada en el muro, a su juicio machista, de la cual no recuerdo nada por ahora. Lo peor esa vez fue que ni siquiera se animó a rebatir el posteo. Optó por la drástica vía de la eliminación, sin siquiera acusar recibo, como en un concurso virtual de antipatía o simpatía. Luego la segunda, G, aprieta el botón del pánico luego de publicar algo en contra de lo vendido que es el festival de Lollapalooza (que, a propósito, hoy se viene más juvenil, según los medios). Esa vez al menos comentó algo. Pero al parecer la diferencia irreconciliable de puntos de vista la incomodó y ocurrió lo que ocurrió. Una tercera, M, colega igual que las anteriores, tuvo una razón también relacionada con un posteo. Fue el posteo sobre el chiste de Edo Caroe a Camila Vallejo. Creyó que al haberlo publicado e indicara que lo encontraba notable estaba implícitamente compartiendo el sexismo de la frase. Admiraba el juego de palabras, no tanto su implicancia. Como G, ella comentó su desacuerdo con la broma, cosa que me parecía legítima, incluso deseable para iniciar un debate, pero al rato ya no la veía conectada. Había pasado lo que temía. Optó nuevamente por el botoncito para mandar a la cresta. A grandes rasgos, las razones de la eliminación fueron problemas de interpretación no tanto por lo publicado como por un malentendido de la situación comunicativa. Viéndolo desde otra posibilidad, si hubiese habido quizá una confianza mayor, cualquiera de esos casos se podría haber arreglado perfectamente con una cita cara a cara, una cervecita o un café para entrar en dialogo y conversar sobre ello como si fuese solo otra anécdota polémica en un itinerario más grande. El problema de fondo fue quizá el hecho de que se hayan tomado de manera demasiado personal el asunto. Como si de ello dependiera su reputación, cuando en su gran mayoría el perfil de la red social no corresponde del todo con nuestra vida real. Es un maquillaje, una performance, una construcción (no sé si literaria o netamente cibernética). El punto sin embargo es que a veces sí puede llegar a apoderarse de nuestra reputación, creando un doppelganger virtual que actúa en nuestro nombre, inventado por nosotros, que a veces se sale de las manos, como en aquellos casos que cité. Un doble a ratos indeseable, a ratos demasiado ficticio, extravagante u obsesivo, fiel reflejo de nuestras virtudes, obsesiones y demonios internos. 

Aquellas que me conocen saben perfectamente que el personaje que publica por acá poco o nada tiene que ver con la persona real. Que se trata más bien de un ente que todo lo vuelve relato. Que a veces incurre en un humor raro para dar una impresión fuera de lo común. Que después de todo no representa necesariamente el sentir y el pensar de la persona real, aunque su imagen y sus palabras parezcan contradecirlo. De todos modos, me parece fascinante el fenómeno de la ruptura, ahora virtual. Indagar en esos roces de significado, en esas palabras arrojadas contra el muro en ausencia de nosotros mismos. Cobra un matiz inclusive tragicómico. Digno de una obra de Beckett o de Ionesco. Es porque ellos pensaron algo genial: el drama y la comedia humana, desenvueltos a raíz de la madeja del lenguaje, del dialogo que siempre desafía los límites de la comunicación, que en su mayoría resulta absurdo y deriva en el absurdo. Por esta vía, por ejemplo ¿Aquellas que te eliminan lo hacen también necesariamente en persona? Pareciera que sí, que existe una relación inextricable entre la imagen del sujeto que de acuerdo a la red social dice ser su amigo y la persona real con la que interactuaron y vivieron antes de llegar a ese punto de no retorno. Hay un punto en que resulta imposible separar al doble virtual del real, solo por el hecho de que sus conexiones cobran tanta carne y significación que sencillamente ya no existe una separación sin que exista también un desgarramiento, como ese ser que nació con su gemelo a cuestas pero que deben vivir juntos de por vida para no matarse mutuamente. Pero recordemos que eso se da incluso en la relación humana pre internet: nuestra imagen del otro, en estricto rigor, no coincide del todo con la de ese otro. Todo encuentro conlleva, creo yo, una ruptura. Parece a estas alturas la ley de la sociedad y de la vida misma. Por otro lado ¿Qué pasa con aquellas que te “eliminan” de su vida real pero continúan conectadas ahora solo por medio de la red social? Un fenómeno todavía más bizarro. ¿Qué se supone que hablemos cuando por casualidad nos topemos en la calle? “Oye, sigues siendo mi amigo en facebook pero no estoy ni ahí con verte”. “Ah qué bien, entonces, sigamos siendo amigos virtuales, pero si te veo en la calle seremos perfectos desconocidos”. ¿No habrá acaso un dialogo humano más absurdo y propio de nuestra época? Eso era impensable por lo menos hace 20 años. No existía ese desdoblamiento tan radical, tan beckettiano. Una solución a la antigua, mediante la comunicación “antigua”, cara a cara, sería seguir hablando como si no pasara nada, como si lo que ocurrió con la comunicación entre nuestros perfiles no significara nada, o como si lo que ocurrió entre nosotros por fuera, por malo que fuese, no desembocara en que cada uno acabara siendo solo el amigo virtual del otro. Se podría hacer la vista gorda, recordando ese pacto implícito de silencio, esa ley de hielo en persona, pero únicamente canalizada por la red como su jurado del diablo, medio lo suficientemente impersonal como para mantener las distancias necesarias. El grado cero de la intimidad virtual. Acorde al acuerdo de las ausencias paradójicas. Como sea, algo de tu imagen muere un poquito en el corazón de aquellas entrañables ex amigas, y algo de ellas también muere en uno al eliminar sin piedad ni arrepentimiento. Lo que resta después de todo es la cantidad de espíritu que se pone en eso. Las palabras como el resabio de algo que pudo ser pero tuvo en cambio un final irremediable, las palabras como evidencia de una imposibilidad. Releo aquellos mensajes previos a la eliminación no tanto para entender qué pasó, como para disfrutar de otro relato con un final catártico. Porque a la larga todo encuentro –ficticio o no- supone también su ruptura. Nos acabamos de conocer, pero eventualmente podremos volver a desconocernos. O vivir por siempre en el anonimato personal pero seguir conectados mediante nuestras ausencias. Sin embargo, sabemos que nuestras imágenes virtuales también mueren para el mundo una vez que salimos y la vida nos planta uno frente al otro. Nos desafía a un impacto sarcástico, porque la realidad lamentablemente no cuenta con ningún botoncito de pánico que nos diga que queremos dejar de vernos y hablarnos y desaparecer de la vida del otro por completo. Ni tampoco nada que nos haga solamente cerrar sesión cuando vemos que las cosas toman rumbos peligrosos. Se elige entre eliminar o agregar porque es más fácil que matar o dejar vivir, o que simplemente amar u odiar sin concesiones. Mentimos todo el tiempo, simulamos que lo que existe allí es más real que nunca. Que detrás de toda esa mascarada aún existe un rostro conocido, un carácter entrañable, y no solo un infinito tráfico de información y de vacío.

sábado, 19 de marzo de 2016

Night club

Reviso el bolsillo superior de la chaqueta. Saco un volante con una pregunta de Freud impresa: ¿Qué hay en la mente del Hombre? Recién recordé que me la habían dado afuera del night club a una cuadra del departamento. Leo lo que dice atrás: Mujeres, y muchas otras cosas más, que encontrarás en un ambiente grato e íntimo.... Psicología de madrugada.

jueves, 17 de marzo de 2016



Leí algunas de las frases de los udi. Los que se hicieron un aborto fueron ellos, pero de cerebro....

miércoles, 16 de marzo de 2016

El subrayado

En la clase de nivelación de lenguaje para Geomensura vespertino, un práctico sobre el subrayado como técnica de comprensión lectora. La guía de desarrollo tenía un texto sobre la ontología del lenguaje, escrito por Rafael Echeverría. "La ontología del lenguaje. La vida como obra de arte". Uno de los alumnos se fijó en el tercer párrafo, donde habla del camino del poder como el camino de la creación. Preguntó cuál sería acaso ahí la idea principal y el tema central. Le señalé que la idea principal debía ser expresada mediante una oración, y el tema central mediante una frase. Luego preguntó sobre las ideas secundarias del párrafo. En la parte en la que el texto versaba sobre el ser humano como creador, el mismo alumno en cuestión preguntó respecto a Nietzsche. ¿Por qué dice que el ser humano se trasciende a sí mismo y deja de ser su propio contemporáneo cuando se define creador? Le expliqué que esa pregunta era más bien una idea secundaria, y venía a complementar la idea principal que consiste en que el ser humano (de acuerdo al texto de Echeverría) era ante todo un creador. El alumno siguió entonces más abajo y habló de la parte en que el texto determina la relación entre creación y libertad. ¿Será acaso también una idea principal? Me preguntó extrañamente intrigado. Le respondí que esa idea era también secundaria en relación a la principal. Haciendo caso omiso de mi explicación, el alumno subrayó con rojo la parte de Nietzsche y de la creación como libertad, destacando esas partes como si fuesen verdaderamente -a su juicio- principales. "El subrayado es una técnica que se puede tomar o dejar. Es un ejercicio de conocimiento y memoria (hubiera dicho también, de "voluntad de poder")". Eso fue exactamente lo que dije antes de pasar al desarrollo de la guía. La idea preconcebida. Siempre insuficiente. El subrayado. El subrayado, en cuanto huella, determinaría el estilo soberano del lector. El estilo de aprender. El estilo de pensar lo que al lector se le venga en gana. La libertad. La libertad y la creación tomadas de la mano. Puras. Bajo ningún altar. "A propósito, ¿qué libro me recomienda de Nietzsche?", preguntó el alumno. Le dije, para acabar: "El ocaso de los ídolos, o cómo se filosofa a martilazos".

domingo, 13 de marzo de 2016

La lectora de Oscar Wilde

De vuelta de ver a mi madre como es usual los días domingo, me siento en la micro al lado de una joven. Leía El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde. Solamente de curioso, forzando la situación, buscando alguna coincidencia para luego escribir, leo de reojo algunos pasajes. Señala con el dedo lentamente uno que decía: "El mundo siempre puede llegar a tener la reputación de un ser civilizado". Vuelvo a mirar hacia afuera del vidrio, disimulando una mirada perdida. En una segunda leída me impactaron las llagas del brazo izquierdo de la joven. Eran evidentes llagas de cortes con un objeto filoso. Demasiado notorias. Su faz, sin embargo, en el momento de la lectura se veía tranquila. Incluso al parecer no le preocupó el hecho de que leyera de forma solapada su libro, haciendo ver que no fui lo suficientemente cauto. Las llagas y la tranquilidad lectora de la joven, la hacían de inmediato persona de admiración. Personaje de literatura. Pareciera que aún no habiendo avanzado lo suficiente en la lectura de la novela, la joven ya presentaba los síntomas del deseo de felicidad de Dorian Gray. Su reflejo en la lectura era el equivalente al cuadro en la obra: Envejecía pero con cierta serenidad única. Ella en cambio fuera de la novela se apreciaba con los estigmas de una vida de descontrol emocional, todavía con el rastro dramático de un impulso juvenil, suponiendo que los cortes se los hubiese proporcionado ella misma. La joven, indiferente pero, por lo mismo, misteriosa, no advertía la importancia de esa lectura. En ese minuto dentro de la micro la diegesis se quebraba. Los pasajeros parecían pálidos, inclusive irreales, ante esa visión. Ya llegando al plan, me bajo antes que ella. Tras el sonido de un mensaje, cerraba el libro cuidadosamente en la parte que había acabado de leer. Algo sorprendido, y de camino a casa, me reviso el brazo izquierdo como por inercia. Un reflejo involuntario. Exceso de literatura. Llego al departamento. Trato de ordenar las cosas para mañana. Pero no puedo evitar pensar en el libro y en la llaga del brazo de la chica. Sin embargo, mantengo oculto ese pensamiento, reprimo esa imagen como una extravagancia, temiendo que vuelva a repetirse. Pero también deseando que cobre forma en las palabras, que permanezca para siempre ahí, bella, cautiva, impasible como en el retrato de Dorian Gray, porque también eso, por bizarro que parezca, forma parte de la reputación secreta de un aspirante a la civilización.

El invitado canino


En la esquina de la Catedral de Valparaíso, una turba de gente esperaba anoche la salida de unos novios acabando de casarse. Había muchos que eran marinos. También harta chica medio cuica, alta, delgada, de rasgos caucásicos. Una que otra de rasgos más humildes, pero no menos refinada. Vestidas para la ocasión, pero de todos modos, sueltas, risueñas, buenas para la talla, como buena chilena. Así se ve a simple vista un casamiento naval. Al pasar por ahí uno se convertía en espectador. Mucho rato esperando para cruzar los invitados podrían creer que uno está puro sapeando o, peor aún, que se quiere colar. Lo más particular de la noche fue un perro que no paraba de ladrar alrededor del gentío. El ladrido del perro no sabía si estaba lleno de emoción o de enfado por invasión de territorio. No sabía si el perro hacía las veces de guardia de seguridad, o de vagabundo misántropo que les echaba la espantada a esa tropa de invitados indeseables. Solo una vez que se asomaron los novios, y se dispersaron entre la multitud para entrar al auto, el perro como que se calmó y dejó de ladrar. Sin embargo, una vez que el auto comenzó su marcha, corrió tras el vehículo. Los invitados, entre satisfechos y expectantes por la fiesta de la noche, seguían allí, regocijados por la felicidad ajena, extasiados por celebrar el sagrado vínculo, antes de que los alcance a ellos y la historia se revierta. El perro, mientras tanto, seguía inútilmente el vehículo. Cuando ya vio que lo perdió, se devolvió a su territorio todavía invadido por la muchedumbre de invitados. En ese momento no se sabía si quería solo perseguir las ruedas o realmente quería putear a los novios por casarse en su territorio. (O, imaginando que el perro fuera un aguafiestas, simplemente por casarse). De esa forma, con paso lento, resignado, volvió donde los invitados. Como buen solitario, no quiere saber de matrimonios. El perro de verdad no se casa, solo quiere ladrar, comer, y a lo sumo follar. Se parece mucho en eso a los hombres. Solo que se desespera cuando no sabe qué pasa, y cuando ve que ya no tiene alternativa entra de colado, entra de colado en su propio territorio ya invadido, a ver si logra retomar su antigua vida, o sacar provecho de los invasores. El simpático animal caminó finalmente cerca de una de las niñitas cuicas que tenían por pareja un marino, a medida que se iba, como tratando de ver si acaso podía al menos contagiarse de la felicidad humana, e irse tranquilo a la próxima esquina.

Dos anotaciones dominicales

1

El Lunes entro a trabajar temprano. Curiosamente, todas las horas restantes se sienten como las últimas...


2

La hora límite entre el no hacer nada, y el hacerlo todo (y no me refiero precisamente al comercial). Nunca puedo dar con el nombre exacto para esa hora...

viernes, 11 de marzo de 2016

Keith Emerson




Escuché Emerson Lake and Palmer gracias a mi padre. Iba en Tercero Medio y por ese entonces lo más progresivo que había escuchado era Tool (incluso en mi ignorancia llegué a pensar que el progresivo era una variante del metal, con Dream Theater como su referente). Recién en el verano del 2005 recuerdo que vi el vinilo del In the Court of Crimson King, piedra angular del género, al deambular por la Feria de las Pulgas de Valpo. Era una edición oscura recuerdo. Extrañamente no aparecía el hombre esquizoide en la portada. Quizá se trataba solamente de una edición en vivo. Un día en su casa mi padre colocó un cd pirata con la interpretación de Cuadros de una exposición de Mussorgsky. Se lo había grabado su hermano. En ese tiempo no tenía acceso tan expedito a Internet como ahora. Tenía que ir al cyber a descargar y descubrir música nueva. De hecho, gran parte de la discografía de King Crimson la descargué primero en los cyber café del plan. Y así mismo descubrí otra banda del género progresivo, Jethro Tull, googleando sobre una noticia en que la banda había ganado el premio Grammy ante Metallica por mejor intrepretación Hard Rock. Había un compadre que se ponía en la esquina entre Pedro Montt y Carrera, vendiendo cds pirata. Era fan del progresivo. Por él supe también de ELP. En una ocasión, tarde noche, le compré la discografía. (Lo bueno era que el loco grababa los cds en mp3 con casi todos los albumes). Quería iniciarme en este "nuevo sonido", mezcla de rock y de música de orquesta. 

En la ocasión que escuché Cuadros de una exposición no lograba digerir los teclados de Emerson. Era algo todavía demasiado vanguardista para oídos acostumbrados a puramente cuerdas y distorsión. Una vez que empezó el tema The Gnome, enteramente instrumental, me di cuenta que estaba ante una sinfonía de locura. La feroz ejecución del teclado en conjunto con la batería de Palmer y el bajo de Greg Lake era algo sin igual. A medida que avanzaba el album el ritmo y las melodías iban cambiando desde piezas armoniosas, pasando por pasajes de improvisación y virtuosismo, hasta llegar a temas medianamente siniestros, imponentes, pero con la suficiente fuerza rockera. El teclado era una especie de personaje que contaba con una orquesta y relataba su propia historia. Era el instrumento de cierto sátiro instalado en la imaginación. La vieja guitarra quedaba a un lado. Aunque suene simplista, el uso del teclado marcaría la diferencia entre lo que consideraba como rock clásico y aquel nuevo rock que quiere "progresar", ampliar el espectro musical llevando su estructura a límites insospechados. Había hecho en definitiva un camino sonoro a la inversa de la historia del rock. Desde lo más extremo del uso de las cuerdas (década de los 90, 80) hasta la ya clásica sofisticación del uso de teclas (en plena época de los 70 y finales de los 60). Hasta ese momento el teclado en el rock era un tabú. Con Keith Emerson descubrí que no había límites. Que se puede tocar algo elaborado sin dejar de sonar rudo. Que se puede ser también un Jimi Hendrix del teclado, si acaso ese instrumento tiene la suficiente energía y las pelotas para rockear y al mismo tiempo para emular a Beethoven durante el siglo más eléctrico de todos: el siglo XX.
Adiós, maestro.


miércoles, 9 de marzo de 2016



Un ex compañero hablaba sobre lo terrible del asesinato de la joven colombiana por parte de su pololo. Lo interesante es que no se refirió precisamente a la implicancia femicida del crimen (como todos lo han hecho) sino que al hecho de que hayan matado a una mujer tan bella. Una respuesta incorrecta a nivel mediático pero completamente honesta, visceral. Si no hubiera querido herir susceptibilidades, debería haber dicho que no importaba que fuera bella y que fuera colombiana, que fue un grave femicidio de todas formas. Que merecía respeto no por ser una hermosura ni ser de otro país sino que por ser simplemente persona. Entonces ya esa respuesta no hubiera tenido el mismo ímpetu. La hubiera adecuado al formato políticamente correcto de la red social. Le hubiera restado espontaneidad. En calidad de hombre también pensé lo mismo que el compadre ¿Y por qué no? ¿Qué motivos pudo haber tenido el pololo para cometer semejante estupidez? ¿Para no valorar a quien tenía a su lado? Nada justifica un asesinato de esa naturaleza, pero al tratarse de una relación de personas desconocidas, nuestro sentido de empatía no es inmediato y parte por identificar la situación de la pareja con la nuestra. Entonces como hombres decimos: ¡Maldito pololo por haber matado! ¡Pobre jovencita por haber estado en manos equivocadas! Aludimos a nuestra propia experiencia y en una situación hipotética imaginamos que si la jovencita hubiera sido nuestra polola no habría pasado eso. Porque siempre a los ojos del horror nos imaginamos más buenos de lo que somos. Porque incluso somos capaces de falsear la realidad para cumplir nuestro más fuerte deseo. Y decimos finalmente ¡Tanta belleza desperdiciada y echada al río de manera fría, como si fuese basura , y uno tan anhelante de algo como eso!

Lo bizarro

La bizarra palabra "bizarro". Según la Real Academia, el empleo de la palabra bizarro con el sentido de "raro o extravagante" es un calco semántico censurable del francés. Para el idioma castellano lo bizarro significaba algo diametralmente distinto: lo gallardo, lo valiente. Los caballeros medievales, por ejemplo, fueron para la Corona Española personajes bizarros. En cambio, en Latinoamérica, y en especial en Chile, lo bizarro ha adquirido el sentido que tiene la palabra en su acepción francesa: lo raro, y no solamente lo raro, sino aquello que se presenta ante el mundo con extrañeza y con cierto caracter misterioso, subversivo o incomprensible. Ese significado se ha ido alimentando de la cultura popular. Nace entonces el arte bizarro, el arte de lo extraño (no el arte gallardo). Y muy en particular, una categoría única de cinematografía: el cine de lo bizarro. En las otras artes la palabra todavía no tiene la suficiente aceptación. Chile, sin embargo, como buen país bizarro tiene en lo bizarro una cualidad autóctona. Lo bizarro ha pasado a ser marca registrada de nuestras latitudes. Yo mismo concibo en lo bizarro un extraño placer culpable.

martes, 8 de marzo de 2016

Publicidad y mujeres

Clorox Chile nuevamente se disculpa aclarando que los memes que han aparecido a propósito del día de la mujer son falsos y no corresponden a una publicación hecha por la marca. Recordemos que en Enero anduvo circulando una publicidad que se volvió trending topic y que hablaba sobre el cloro como "la pareja ideal para la mujer de hoy". La empresa insistió en que hubo simplemente un error conceptual, en el cual ellos solo querían destacar la eficiencia del producto, no necesariamente asociarlo a un rol de género. El lavado de manos no se hace esperar. La política de lo correcto anda a la orden del día, como si fuese una especie de higiene ética. Algo parecido pasa ahora con una imagen de un regalo de Entel a sus trabajadoras, consistente en un set de costura, lo cual provoca obviamente molestia entre las mujeres que ven en eso otra forma solapada de discriminación. Una amiga al respecto dice que puede ser posible que el regalo haya sido simbólico y se refiera en el fondo a las trabajadoras textiles muertas el 25 de Marzo de 1911 en el Incendio de la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York. Cuestión que puede sonar aceptable, pero que resulta difícil pensarlo de parte de un grupo de publicistas. Incluso si llegara a ser así, resultaría más una broma sarcástica que otra cosa. Lo más interesante del asunto ya no es tanto que exista un discurso machista ni un contradiscurso feminista, sino que Marshall Mc Luhan, en su análisis del medio como mensaje, sigue teniendo más razón que nunca. Es simplemente divertido (y a la vez trágico) ver cómo las imagenes publicitarias se pisan la propia cola tratando de recobrar un sentido moral que por definición no tienen.

lunes, 7 de marzo de 2016

La chica compañera del departamento me avisa por interno si estaré allí durante la tarde. Sin saber cómo se consigue mi número. Le digo que a partir de las dos. Era para ver si la ayudaba con una maleta grande, puesto que venía de ver a su familia del sur. Me llama cuando está abajo. La ayudo. Mientras subo me pregunta si tengo algún problema con el peso de la maleta. Por supuesto le digo que no, a pesar de que apenas me la podía. Le comento que deberían poner ascensor. Ella habla sobre una ley que dice que solo los departamentos de seis pisos para arriba deben contar con ascensor como norma. Ambos concordamos en que la ley debería bajar un par de pisos más. En eso se asoma un tierno gatito de su cartera. Dice que se llama "rain". Olvidé preguntarle por qué se llamaba así. Ya arriba, la chica agradece sin más y entra a su habitación. Le di otra vuelta a la ley del ascensor. Si esa ley fuera solo un piso más abajo, la chica no habría requerido mi ayuda. Probablemente no estaría escribiendo esto. Habría matado todo el romanticismo del asunto. Hay muchas otras cosas que requieren una pura ley para cumplirse. Este no fue necesariamente el caso. La inexistencia de esa ley nos permitió romper el hielo, para luego volver al encierro del espacio propio, cansados, desconocidos, pero al menos libres de concordar en algo por nimio que parezca. Si no hubiese sido amable en ese momento tampoco hubiera necesitado escribir. Simple fijación egocéntrica o necesidad de legitimar alguna clase de código. Sin embargo ¿Qué era lo que pretendía en el fondo? ¿La amabilidad por si sola o simplemente otra oportunidad para conocerla y conquistar su confianza? Ninguna de esas cosas deberían necesariamente excluirse, porque la realidad a veces se resume en eso: en una escalera, en una mujer y en una ley inexistente. Y también en un gesto en apariencia desinteresado.

domingo, 6 de marzo de 2016

Ser alguien


Huidobro en uno de sus aforismos: "Soy abogado, soy ingeniero, soy... -¿Y a mí qué? Eso sólo prueba que posees un diploma de limitación". Desde chicos nos inculcan el ser otra cosa, entendido como ser una cosa para la sociedad, a veces con ternura, a veces con preocupación, sin otra expectativa que la proyección de tus seres queridos sobre ti mismo con el siempre infaltable motivo del amor. Ese alguien durante la infancia en la que reinaba el ensueño se diluía de acuerdo al potencial de la imaginación. Se podía querer ser desde un astronauta hasta un artista sin por ello llamar a la razón ni sentir verguenza por su poca o escasa probabilidad, o peor aún, por su carácter poco pragmático y rentable, variables tristemente "adultas". En la época en que el yo todavía vivía sometido al lecho de origen, en que solo se era en relación a ese lecho se podía imaginarlo todo con total libertad, puro ser en potencia, todavía no sujeto a la lógica de la realización, sueño y deseo en estado puro, todavía no anclado a la manía del hacer. Una vez que ese niño o esa niña abren los ojos al mundo, el yo corta poco a poco su cordón umbilical, se da cuenta que su camino debe seguirlo a pesar de su origen, que hay allá afuera mil y un posibilidades abiertas pero también sujetas al universo de la oportunidad. Entonces ese yo imaginativo debe sentar cabeza, poco a poco, y echar cuerpo en elecciones terrenales. Su yo debe conjugar la pura imaginación del niño con la acción febril del adulto, para poder hacer posible su proyecto de ser. El "ser alguien" en oposición a un ser de por sí, el rito productivo para entrar en la adultez. El "ser alguien" sin embargo se ha degenerado en la simple obtención de un trabajo estable y un puesto importante en la sociedad. Algo pasa con la imaginación una vez que se pronuncia la palabra "alguien". Una seria limitación sale a flote. El camino estrecho al mundo adulto, al mundo de la acción y la responsabilidad, no debiese olvidar la falacia monumental del "ser alguien", cuando es sabido que nunca el ser puede ser completamente comprendido ni agotado, siendo ese alguien solo una abstracción del ego siempre insatisfecho. No debiese extraviar tampoco el camino de vuelta al origen, al origen de la imaginación inocente que simplemente era dichosa por imaginarlo todo sin pasar por el filtro perverso de la acción. La imaginación como posibilidad siempre latente. Como posibilidad ingenua por querer ser siempre otra cosa sin importar que lo sea realmente. Puro sueño sin límite, tierna y salvajemente libre. Pessoa en la introducción a su poema Tabaquería, habla de esa posibilidad infinita en la certeza de saberse nada, de saberse nada más que hombre, de saberse nada más que algo que todavía no es y que tal vez nunca pueda llegar a ser completamente: "No soy nada. Nunca seré nada. No puedo querer ser nada. Aparte de esto, tengo en mí todos los sueños del mundo". Pessoa el poeta radical: el gran don nadie, el gran soñador.

viernes, 4 de marzo de 2016

El extraño privilegio del anonimato

Una amiga reflexionando sobre la suerte de ciertos personajes públicos: "Camila Vallejo está forrada. Aunque igual debe ser penca salir a la calle y que te apunten de inconsecuente y que además se burlen todos por lo del chiste del festival. Lo mismo de Meruane. Ganó lo que ganó pero a costa de hacer el ridículo. No puede salir a la calle sin sentir vergüenza ni humillación por lo que pasó". Destaco la frase "salir a la calle". Ese hecho en apariencia rutinario e irrelevante cobra un matiz adverso si se le asocia a la figura pública. Es el costo de la fama. Se vende el alma al diablo. Se negocia la intimidad a cambio de una nada despreciable estimulación financiera y mediática. La imagen propia se vende al mejor postor. Le pertenece al espectáculo, le pertenece al monstruo cultural de la sociedad. Se convierte en un producto del imaginario de la masa. La persona real ya no existe como tal, en efecto. Pertenece a otra esfera. Su imagen no puede salir a la calle libremente. Está sujeta a la cámara siempre vigilante y voyerista del estrellato. Ella continuaba diciendo: "Menos mal que no nos conoce nadie. O sea, menos mal que no nos conocen los medios. Que los medios no nos han robado el alma". Para ella el alma equivale a ese algo con lo que se cuenta cuando uno se enfrenta en soledad ante el mundo. Una especie de consuelo tardío: No somos famosos, no nos conoce nadie, (nadie que forme parte del aparato mediático) pero al menos tenemos el extraño privilegio del anonimato. El privilegio de poder "salir a la calle" y deambular sin ser reconocido ni sustraído de tu imagen hasta el hartazgo. No parece tan malo, si se le mira desde esa perspectiva. Constituye, al menos, una victoria moral contra el deseo excesivo de reconocimiento.

jueves, 3 de marzo de 2016

Crédito

La clásica frase de Benjamin Franklin. "En este mundo sólo hay dos cosas seguras: la muerte y los impuestos". ¡Vaya consuelo! Eso hoy día, sin embargo, quedó chico. Existe algo mucho más tenebroso llamado crédito, que ni siquiera con la muerte se acaba. Que incluso en otra vida seguirá existiendo, impago, invicto.

miércoles, 2 de marzo de 2016

El ocio


Siempre cuando no hay nada que hacer en particular, me pongo a delirar sobre los amores que no fueron o que pudieron ser pero no fueron. Por supuesto, en completa ausencia e indiferencia de las implicadas. Me regodeo en sus mil y un posibilidades. Hago poesía sin escribir sobre ellas. La contemplación de aquellos momentos ya perdidos me sirve de placer y de aliciente. Es mi propio concepto de ocio. Al hacerlo así tengo el tiempo necesario para pensar y armarme de fuerza para seguir amando. Porque para poder amar tenemos que tener el suficiente ocio.

Pero ¿qué significa realmente? El tiempo de ocio, concebido desde su acepción latina, "otium", era opuesto al clásico negotium que involucraba actividades públicas, a la vida del mundo público. Cicerón hablaba de un otium cum dignitate que aplicaba a aquellos ciudadanos que ya cumplieron su servicio público y tienen el merecido tiempo para el cultivo y el disfrute de si mismos. El ocio tenía un enclave social. Era la pax, una especie de "felicidad pública" que todo aquel por el hecho de ser simplemente ciudadano poseía, aquellas veces en que el servicio a la comunidad quedaba cumplido o sencillamente se detenía, por abc motivo. Era el ocio asociado a la felicidad, a las cosas simples, a lo que corresponde a la propia persona. Ahora bien, ese tiempo de ocio podía usarse en cuestiones más “espirituales”, generalmente al cultivo de la filosofía, la ciencia, las matemáticas, la poesía o la propia escritura. Todas, disciplinas propias de ociosos. Hoy, sin embargo, el ocio tiene un matiz negativo. Se le concibe como sinónimo de vagancia, de despropósito, de una condición en suma miserable y hedonista. Nadie, a pesar de esto, puede negar que el ocio es una condición permanente. En nuestro fuero interno el ocio arde con una llama voraz. Nos impele a hacer nuestra voluntad. Todo nuestro "negocio" diario de supervivencia y de eficiencia en algún momento inspira y expira para darse un aliento y poder respirar. Ese momento le corresponde a la respiración, al ocio de la vida.

No nos engañemos: el trabajo que tan esforzadamente buscamos o realizamos no hubiese sido posible sin una incontenible cantidad de ocio. Nuestros sueños mismos son producto del ocio. Se trabaja en pos del ocio, en pos de respirar la vida con más fuerza. En eso reside su sentido. En lo que el mismo Cicerón llamaba el "otium negotiosum", el verdadero tiempo para hacer lo que se quiere, realmente. El problema es que hoy ese querer entra en pugna con el deber. Y ese deber en nuestro sistema está supeditado a la lógica del trabajo y la productividad. Solo en la conciliación entre ese antiguo otium y el negotium actual concebido como actividad pública se puede hallar cierto nicho, cierta luz de realización, por así decirlo. Mientras tanto, el otium arraigado en el espíritu sigue quemando. Siempre, a pesar del llamado militar del deber, de la arenga castrense del mes de Marzo, el otium subyace como aquella energía que te da la libertad suficiente para imaginar el querer en toda su dimensión poética, jovial, hasta cierto punto, trágica. La dimensión de ese querer es inagotable, porque el ocio mismo es inagotable. El universo entero es la obra de un ocio invencible.

martes, 1 de marzo de 2016