jueves, 11 de junio de 2020

Con la ola de protestas contra el racismo en Estados Unidos surge una nueva excusa para la nefasta corrección política, y de la mano de un revisionismo sesgado aflora la neocensura en el terreno del arte, un terreno que, de suyo, debería considerarse libre, en el amplio sentido de la palabra. Le tocó el turno a la película Lo que el viento se llevó, la cual HBO retiró de su catálogo por supuestamente reflejar “prejuicios étnicos y raciales”. Así también pidieron la cabeza de Tolkien, siendo acusado de “machista y supremacista blanco” por su saga de El señor de los anillos. Todo indica que este nuevo movimiento antirracista made in gringolandia vino para quedarse, y ha traído consigo a ciertos evangelistas de la igualdad que no descansarán hasta imponer su resentimiento militante al punto del paroxismo, a costa de una falta de perspectiva y de una estupidez sin límite.