viernes, 26 de febrero de 2021

Hay un dibujo mío de chico, enmarcado en la pieza de mis abuelos. Les gustó tanto que lo rescataron y lo conservaron hasta el día de hoy. Se trata de un dibujo de un nivel inventado de Super Mario 64, uno muy similar al mundo de lava, solo que con algunos detalles extra, agregándole surrealismo. Este extraño mundo permanece colgado en la pared de la pieza, y vela los sueños de mis abuelos, todas las noches. Lo supe cuando fui a ver al tata, luego de avisarme la familia que ya está viviendo sus últimos momentos. El tata estaba recostado sobre la cama, de lado y justo detrás de la pared con el dibujo. Lo observó y recordó por unos instantes aquellas veces en que solíamos jugar con mi primo a ese juego y otros más, en la misma pieza en la que estábamos. Nos desvivíamos tardes enteras tratando de avanzar entre los niveles o compitiendo entre sí. La sola memoria sobre aquellas tardes legendarias, volvió a la mente del tata, al fijarse detenidamente en el dibujo del mundo inventado. Su poder evocador es increíble y emerge cual lava sobre nuestra experiencia pasada. Simplemente, el dibujo, gracias a la fuerza del tiempo, consiguió envejecer bien, o se volvió, en cierta forma, el amuleto que encapsuló la nostalgia, una ventana imaginaria a un infierno lúdico. Sin embargo, ese mundo en el dibujo solo puede permanecer allí y servir de reminiscencia para el tata cuando llegue la hora. Lástima que este nivel perdido no pudo diseñarse en tres dimensiones para ser reproducido en una consola de 64 o algún emulador, y solo toque proyectarse en éste para soslayar el final del juego de la vida.