sábado, 16 de noviembre de 2019

Frente amplio, crónica de una muerte anunciada: Sharp renunció a Convergencia social tras decisión de Boric de sumarse al acuerdo por la Nueva Constitución. Hizo simplemente lo que tenía que hacer. "Ya conversaremos", mencionó el diputado.
A partir del ya conocido Acuerdo por la paz y Nueva Constitución, el campo de resignificación política nuevamente se da en el ámbito del discurso, partiendo por el hecho básico: cambiar la figura de Asamblea constituyente (lo que exigen las bases y los sectores de izquierda más radicalizados) a Convención constitucional (que encierra dentro de su propia semántica su carácter conservador, más apegado al acuerdo institucional que al clamor de las masas). Este solo hecho bastó para polarizar las posturas respecto a la Nueva Constitución. De modo que están aquellos que no dejan la calle y no piensan transar ni con el gobierno ni con muchas facciones de la oposición, perseverando en las consignas de justicia, en las demandas de fondo, en los cambios estructurales; y aquellos que decididamente ese 15 de Noviembre (a altas horas de la madrugada, con un insomnio que solo puede provocar nuestra democracia trasnochada), "pactaron con el enemigo", bajo la lógica del arreglo estratégico. Sobre ese punto no existen términos medios. Están los que exigen Asamblea constituyente o nada, y los que adhieren a lograr "un avance" tomando la vía de este famoso Acuerdo, pero se sabe de sobra que pactar en ese sentido sería correr el riesgo de burocratizar el asunto y perder el foco de la lucha, asumiendo que todo está "cocinado" por los colores políticos de siempre, y he aquí que surge la palabra cocina con una connotación peyorativa. Sumarse a la cocina del acuerdo constitucional implicaría, desde esta perspectiva, "venderse", pero paradójicamente, en esa gran cocina consiste nuestra democracia representativa de gourmet. La gente de la otra vereda sencillamente acusa que en esa cocina se estén preparando, (como ya lo han hecho durante la Concertación) los amargos sabores de la indolencia y de la injusticia, merced a una nueva receta para la galería pública, con ingredientes demasiado tibios para pretender que el grueso de las bases los digiera a gusto. Lo que no entienden quienes aborrecen el asambleismo o quienes, demasiado embotados con su discurso progre, se decidieron por la convención, es que aquellas bases no se conformarán con un nuevo menú cocinado de antemano, apostarán por renovar el personal completo y, mucho mejor, por cambiar la estructura misma de la cocina. Entonces, por el momento, será todo o nada. Un bien edulcorado cambio gradual de la mano de la convención parlamentaria, o una lucha sistemática en pos de un cambio total en la política chilena. En la medida que esas dos posturas permanezcan irreconciliables, la crisis se dilatará y continuará. Lo bueno de todo es que la crisis misma ha precipitado todo este escenario inaudito, valga decir, histórico. Mirémoslo, de esta forma, con optimismo.
Anoche, durante la jornada histórica, la oposición propuso una "hoja en blanco", es decir, partir desde lo que acuerde el cuerpo constituyente sin tomar como referencia inmediata la actual carta fundamental. Al día siguiente, la llamada Plaza de la dignidad apareció cubierta de sábanas blancas y con un lienzo con la palabra "Paz" desde la estatua del general Baquedano. El blanco, según Enrique Lihn, era el "no color". Desde la cultura oriental, el vacío, la nada, el color de luto. Entonces ¿Cuál es el mensaje? ¿qué tiene que ver el blanco aquí? Pues que para algunos significa tabula rasa, vuelta de página. Para otros, muerte, pacificación o, derechamente, silenciamiento. Regresar a la nada.
Cuando Mario Kreutzberger habló de hacer una Teletón simbólica, nunca pensé que se sumarían a ella sectores de la oposición y el oficialismo.