martes, 25 de agosto de 2015

Mester de soltería


Hay dos libros sobre el Mester de soltería, uno de Rolando Rosas , mexicano, que reivindica su condición solitaria, otro de Luis Correa Díaz, chileno, que habla de otros para no hablar de sí mismo. Escribiría un tercer libro, a medio camino entre el silencio y la habladuría, que sea una pura página en blanco que simbolice toda nuestra historia sentimental...

¿Qué sería de nuestra época sin la música del pasado, sin el pop y el rock que escuchábamos de chicos y que en su tiempo fue grito y promesa y nos llega a nosotros en calidad de arqueología? Es lo que pienso cada vez que sintonizo youtube para acompañar las horas de trabajo gratuito. En esos minutos que pasan la memoria hace lo suyo rebobinando recuerdos que se creían grabados a la fuerza. El colegio, el cerro. La fascinación pero también la expectación. A ratos, en ese lapso melómano, nuestra historia parece un viejo cassette que olvidamos reproducir. Tratamos de parchar la parte de la cinta que se encuentra dañada. La música sonará de todos modos pero el sonido no será el mismo. Tarareamos el estribillo para aludir a nuestros viejos encuentros, hacemos que el ritmo recorra nuestro presente, pero el sonido llegará a nosotros con un rumor lejano, un leve disturbio en la fidelidad. Así como en la cinta, no podremos reparar las palabras y acciones que una vez hicieron efecto en nosotros, pero aún así las conservaremos quizá como si se tratase del lado b de nuestra antología personal. Y las seguiremos recordando una y otra vez en esas horas de trabajo y de limbo musical, como si con eso detuviésemos el tiempo, y fuéramos a caer de una manera irremediable en la nostalgia de una época que no se acabó de vivir pero que tampoco se acabará de reproducir...Mientras pensaba en esto di un vistazo a VH1, tratando de que Mtv no volviese a aparecer en el recorrido, para resucitar otra vez esas horas sin música que se creían muertas, o que sencillamente eran horas en que no se hacía otra cosa que sacar la vuelta, para volver a pensar en el día de mañana, la obligación, lo disonante, lo que desentona con nuestros deseos más inútiles y desenfadados.