sábado, 9 de julio de 2016

Sondas

Resulta inquietante cómo los acontecimientos pasan ante ti a lo lejos como olas gigantescas que apenas tocan las orillas de nuestro metro cuadrado cuando estamos demasiado inmersos en nuestra parcela de realidad, en lo que llamamos nuestro mundo, nuestro esquema muy acotado de obligaciones, placeres y responsabilidades. Por ejemplo, no había tenido idea en toda esta semana de la entrada de la sonda espacial Juno en la órbita de Júpiter, hazaña que la Nasa da a conocer por los medios de comunicación como un hito de interés mundial. Estamos tan inmersos en nuestra propia isla sin orillas que a ratos nuestro concepto de mundo se reduce a nuestros pasos y nuestras palabras. Todo lo que sucede a nuestro alrededor y muy afuera de nosotros es la parte de la realidad que divisamos como expectativa u horizonte. Nada parece cambiar con la llegada de la sonda a esa órbita tan lejana, seguimos al parecer más unidos que nunca a nosotros mismos. Seguimos creyendo caminar hacia un punto fijo en el universo y nuestra vida, de vuelta hacia lo que creemos nuestro hogar, mientras el cosmos arriba sigue desatando su fiesta sin fin. No hemos cambiado tanto después de todo, porque arrojamos sondas cada vez más ambiciosas hacia los otros, con nombre de promesa o poder, buscando que orbiten alrededor con la esperanza de la comunicación o. en última instancia, la mera reflexión.