domingo, 7 de octubre de 2018

Joey Belladonna ha abandonado el departamento. Todo comenzó porque en la mañana el loco fue directamente hacia la pieza del arrendador a increparlo por una supuesta "clonación de teléfono" que este junto a otros moradores del depa le habrían realizado. El arrendador quedó atónito, murmurando que a qué chucha se refería con eso, preguntándole qué quería decir con eso de la clonación. Joey insistía en que alguien de la casa se lo había hecho con intención maliciosa. Posteriormente, el arrendador fue hasta la pieza de Joey a pedirle explicaciones, a lo cual este se negó de manera rotunda. Decía el arrendador que el caso de la clonación de teléfono no era más que una vil excusa, una compleja chiva para no tener que enfrentar el pago atrasado del arriendo de la pieza. Según este, ya había echado a Joey un par de días atrás porque él, luego de dos meses de pago normal, llegó a octubre sin dar ninguna seña de querer pagar el mes entrante, postergando el pago de manera indefinida y sin ofrecer otra chance concreta al problema. En vista de la rencilla, Joey cortó por lo sano y decidió irse hoy mismo, apenas tranzando un par de palabras cortantes con el arrendador. En un principio este me solicitaba que tuviera ojo con él, al momento que saliese y el depa quedase solo, temiendo que en un acto de sabotaje se pusiera a entrar a las piezas ajenas de manera furtiva, cuestión que luego el propio arrendador descartó, señalando que tal vez el loco solo era un tipo algo arrebatado y desordenado pero nunca un "flaite".

Ya al salir de casa el arrendador, Joey envolvía con premura las bolsas de aseo en las que llevaría sus cachivaches. En el instante que lo hacía tenía puestos los audífonos. Escuchaba un tarro ininteligible, inyectado y compenetrado con el exilio, mientras hacía unos apenas perceptibles movimientos de cabeza. Era el idioma del rockero. Canalizaba alguna clase de frustración, mediante el ejercicio de escuchar música a todo tarro, al ritmo de los pasos que lo llevarían afuera, lejos, sin rumbo pero con un estilo desenfadado. "Hey, compadre, ¿quieres estos tomates y estas cebollas?" preguntaba Joey al acercarse al living, ofreciendo algo de lo que estaba desvalijando. Agarré ese par de tomates frescos y esas cebollas con un cierto dejo de extrañamiento, como si al recibir su mercadería estuviese colaborando indirectamente con su expulsión. Le decía que no había necesidad. Joey sonreía y, de ese modo, seguía con la labor de hormiga, hasta que en un par de viajes más volvía una última vez para recoger un cuadro de Van Gogh fondeado entre el resto de los cachivaches. El cuadro era el de la Calavera con un cigarrillo. 

Volviendo a la pieza luego de guardar el regalo de Joey en el refrigerador, escuché que alguien tocaba a la puerta. Era él mismo, ya dispuesto a marcharse y dejando conmigo la llave de la habitación y la de la entrada al edificio. "Te las dejo a ti. No quiero ver al otro wn", replicó. "Entonces ya se va compadre", le dije de vuelta. Respondió que sí, pasándose el dedo índice por el cuello en señal de ejecución simbólica. "Expulsado por convivencia. Esta wea parece reality", le faltó decir. "Así es la realidad", le diría yo, en otro plano imaginario de la conversación. Pero sin otro ademán, Joey tomó sus cosas y se fue derechito hacia la salida aún con los audífonos puestos. "Oye, buena polera", le señalaba antes de que abriese la puerta, indicándole la polera de Deep Purple que llevaba puesta. Antes de cerrar la puerta e irse para siempre, se miró por unos segundos el logo de la banda y se despidió diciendo: "its rock and roll, man".