viernes, 9 de mayo de 2025

Hipótesis de lectura sobre “Tema del traidor y del héroe” de Borges

Leímos “Tema del traidor y del héroe” de Borges para Teoría literaria del Magister. Había que escribir una hipótesis de lectura sobre el cuento. La mía consistió en la apreciación de una mirada que interpreta la ficción y la historia como relatos apócrifos, susceptibles de ser recreados el uno en el otro, como en un fractal que recurre y permite lecturas alternativas. Se trataba de socializar la hipótesis, con tal de discutirla y ojalá ampliarla. Fue así que un compañero hizo una analogía curiosa: comparó el caso de Fergus Kilpatrick y Nolan con la relación entre Batman y Harvey Dent, convertido en Dos Caras, en la película del Caballero de la noche. Decía que el montaje dramático que Nolan plantó para resguardar la honra de Kilpatrick, tras descubrir su traición, equivalía a la historia que Batman estaba dispuesto a asumir sobre su villanía, para limpiar la imagen moral de Harvey Dent luego de morir y conservar el orden y la esperanza en Gótica. En ese sentido, para el traidor y el héroe Kilpatrick, aplicaría perfectamente la frase: "o mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano". Kilpatrick sería algo así como un Harvey Dent borgesiano, quien devino traidor a causa del caos (verdad), y luego fue redimido por un relato ficticio. Nolan, por su parte, coincide en su apellido con el director de la película, y su rol en el cuento de Borges es similar al de un fabulador que prefiere ocultar la verdad en nombre de un bien mayor.

En el cuento, se habla sobre los distintos paralelismos en la historia, entre la vida de Julio César y la del conspirador irlandés, por ejemplo, o entre el propio relato sobre la muerte de Kilpatrick y la tragedia “Macbeth” de Shakespeare. Habría en cada uno de esos relatos “una secreta forma del tiempo”. Podría decirse, incluso, que, como el propio narrador señala, hubo una “transmigración de las almas” o una suerte de “armonía preestablecida”, la cual se puede atribuir al influjo de una lectura metafísica de Leibniz. Para dicha teoría, no existiría una interacción causal entre las mónadas (cuerpo particular, sustancia viva), sino que una sincronía orquestada de antemano por Dios. Cada mónada sería el reflejo de la existencia de todas las otras, en un tiempo eterno. Entonces ¿será posible que la traición y el heroísmo sean relatos preexistentes, que se manifiestan en la materia y que luego son encarnados por diferentes personajes a lo largo de la historia, gracias a un narrador que hace las veces de traductor del infinito? De esa forma, la idea de los espejos podría compararse a la idea de fractal: reflejos como si fueran ramificaciones. Todos los relatos latentes de la historia vendrían de un mismo origen, y se tocarían en cierto punto, una y otra vez, en una resonancia de sentido sin atajos. Cada cual haría de su propia historia, relato absoluto, y cada mecanismo de ficción revelaría, a su vez, una verdad apócrifa (como ocultamiento, no como falsedad). Pero esta compleja lectura, lejos de entusiasmar al exegeta, podría también provocar el horror ante lo inconmensurable, ante lo absolutamente indecible, inenarrable con nuestros limitados medios de expresión. “Que la historia hubiera copiado a la historia ya era pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible”, afirma, categórico, el narrador, mientras discurre sobre su argumento.