sábado, 11 de junio de 2022

Agonía del siglo, Léon Degrelle

Fragmento de un poema de Léon Degrelle, "Agonía del siglo", que parece más actual que nunca:

El mundo es confusión y tormento. El odio destroza sus entrañas. Asesina, mancha y arrastra a sus víctimas en el oleaje fangoso de su furor. Los hombres se buscan con maldad de chacales. Se les oye rugir en la noche iluminada por los rayos.
Los pueblos se detestan.
Los individuos se odian.
Ya no respetan nada, ni siquiera al vencido que yace en la tierra, ni a la mujer que implora, ni a los niños de ojos abiertos a los sueños.
Ha muerto el soñar.
Sólo vive la bestia salvaje que pisotea a los tímidos y a los fuertes, a los inocentes y a los culpables.
Todo titubea, el armazón de los Estados, las leyes de las relaciones sociales, el respeto a la palabra.
Los hombres que antes creaban la riqueza en un esfuerzo redoblado, se enfrentan ahora como fieras desencadenadas.
Mentir es solo una forma más de ser hábil.
El honor ha perdido su sentido, el honor del juramento, el honor de servir, el honor de morir. Los que permanecen fieles a estos viejos ritos hacen sonreír burlonamente a los demás.
La virtud ha olvidado su dulce murmullo de manantial. Las sonrisas no son ya confesiones de amor sino reticencias, estafas o rictus.
Se asfixia la esencia humana. El denso aire está cargado de todas las abdicaciones del espíritu. El olfato busca en vano un aura pura, el perfume de una flor, la frescura de una brisa impregnada de mar…
El mar de los corazones está hosco. No tiene velas blancas. No hay olas que canten sobre su lomo inmenso.
Los jardines del corazón han perdido su color. No tienen pájaros. ¿Qué pájaro, por si acaso, podría cantar en medio de la tormenta, mientras el hombre busca al otro hombre para odiarle, para corromper su pensar, para hollar con los pies la rosa?

El taca taca fue un invento de un poeta anarquista español, Alejandro Finisterre. “Vi a los niños cojos... e inventé el futbolín” dijo, al ver a los mutilados por las bombas franquistas. “Soy idealista práctico: ¡conseguiremos un día no tener gobiernos!”, agregó, en otra ocasión. Por eso, cada vez que veo a los cabros en el colegio jugar al taca taca, percibo en ese juego inocente una metáfora de la poesía vuelta acción, vuelta materia. Los cabros compiten entre sí en ese pequeño universo futbolístico, sin otra regla que meter el balón a través de los arcos, desafiando así la inopia y la anomia del mundo real. Jugar al taca taca es ser anarco y dejar que el jugador juegue con sus propias reglas: reglas poéticas.