jueves, 17 de junio de 2021

Mijail Bakunin siempre fue de mi mayor simpatía que Karl Marx, en parte, por su duro cuestionamiento, desde el anarquismo, a las ideas comunistas, las cuales, al pretender la transición hacia su sociedad sin clases mediante el control del Estado por parte de los trabajadores (la «dictadura del proletariado») y mediante la regulación de la economía con una planificación centralizada, caen inevitablemente en la lógica del poder, al acrecentar el Estado mismo que, por definición, acaba convirtiéndose en un nicho de burócratas. El gran Leviatán Hobbesiano. Y no lo digo yo. Lo dijo el propio Bakunin: “Ellos sostienen (los comunistas) que sólo una dictadura -por supuesto, su dictadura- puede crear la voluntad del pueblo. Nuestra respuesta a eso es: una dictadura no puede tener otro objetivo que la autoperpetuación, y sólo puede engendrar esclavitud en el pueblo que la tolera; la libertad sólo puede ser creada por la libertad, es decir, por una rebelión universal del pueblo y una organización de las masas trabajadoras desde sus cimientos”*. Injusto que Bakunin ahora sea tan silenciado y restringido al estudio de teóricos de la política y, en cambio, Marx se haya convertido en esa especie de apóstol de una sociedad nueva, siendo que, en la práctica, sus ideas vueltas sistema de gobierno confirmaron a cabalidad el pronóstico bakuniano. Me aventuraría a pensar que si la izquierda radical hubiera seguido más a Bakunin que a Marx, estaría verdaderamente inclinada hacia la libertad y la autodeterminación (como lo fue en un principio), y no hacia la mera concentración del poder estatal, sin que nada de eso constituya un descrédito del asunto público.

*Estatismo y anarquía, Mijail A. Bakunin, Escritos de filosofía política (II), Compilación de G. P. Maximoff, Altaya

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