martes, 19 de octubre de 2021

En el taller de Escritura creativa, los chicos tenían que realizar un blog con una entrada periódica. Una de las alumnas hizo un blog llamado Cuentos de ánima. Escribió lo siguiente:

"De entre tantas cosas que tenía en mi mente, no podía detener ese impulso a escribir. Era punzante, un sentimiento de ansiedad que solo mis mayores traumas me podían generar.

Pero es que, cada vez que yo leo a alguien más, solo quiero hacer lo mismo. Es como si lo que sea que domina este vil mundo me recordara que yo también puedo escribir; que también tengo sentimientos y una creatividad de los cuales estrujar como un trapo, y dejar que las gotas de mi alma caigan sin excitación. En momentos como estos es cuando ya no me importa qué, cómo y por qué lo escribo. No existe el hacerlo mal ni el hacerlo bien. Es solo fluir conmigo, el teclado y lo que sea que me acompañe en el fondo.

Personalmente, estoy empezando a amar esta parte de mí. La voz en mi cabeza ha sido mi enemiga casi toda mi vida, pero que ahora sea un reflejo de lo que siento en el momento, de mis enigmas, dolores y alegrías, mostrándome que ya no soy más alguien superficial que se basa en las voces ajenas, se siente como un alivio enorme. Soy alguien crítico, analítico, que le gustaría saber las raíces de nuestra actitud y las respuestas al porqué de nuestra mente. O al menos, eso espero.

Lo malo de todo este sentimiento impulsivo del escribir, es que dura muy poco. Solo queda un fragmento de todo lo que pensé antes de ya plasmarlo. Tantas cosas que desearía decir, de cualquier manera; y solo queda lo más simple y plano".

Grata sorpresa. Se descubren, de vez en cuando, talentos en bruto, dispuestos a pulirse. Se siente esa pugna por querer volcar en palabras todo un torrente de pulsiones y significaciones. Cada vez más convencido de que la escritura creativa es un auténtico ejercicio de la libertad. Por eso le pongo tanta fe.

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