domingo, 17 de junio de 2018

Las colegas del colegio habían armado ayer una once sorpresa. ¿con qué motivo? Por motivo del día del padre. Una de ellas, la más señora, la organizadora de la once, levantó un vaso de jugo y dijo: -Un brindis por los padres presentes-. Éramos solo tres profes varones. El primero de ellos, el de biología, respondió que "a mucha honra". El segundo, el de educación física, el más viejo, por su parte, replicó que "muy a nuestro pesar". Se cagaron de la risa con un "tssss" largo y espontáneo. Venía mi turno. La organizadora me preguntó si acaso era padre o iba a serlo pronto. Le dije que ninguna de las anteriores. Solo atinó a decir que "ah ya". Sin embargo, volvió a detener la conversación para proseguir con el brindis, y esta vez para hacerlo por aquel colega que faltaba, el rezagado: -Y también un brindis por los futuros padres-. El resto de los colegas brindó de manera automática, casi mecánica, mirando al vacío. Perfectamente podría haber dicho "un brindis por los que no son padres". Pero esta fórmula no cabía dentro de la institución, ni dentro de su cabeza. Lo más cercano a esa idea era, para ella, brindar por la posibilidad remota, por lo que debía ser, no por lo que era. De pronto una de las profes, la más joven, cortaba una torta en partes iguales. Se apresuró a cortar un pedazo para el no padre. La señora organizadora me lo entregó con premura, procurando acabar luego la ceremonia, antes de que tocaran el timbre para volver a clases. Yo, en cambio, iba ya de salida.

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