En respuesta al escritor Rodrigo Juri, quien apoya de manera ferviente el transhumanismo:
-Así como yo lo veo a futuro, y dadas las condiciones geopolíticas actuales, la sociedad transhumanista será más bien como una proyección Cyberpunk más que una utopía cibernética en donde todos tendrán acceso a las bondades del sistema. Dicho sea de paso, se perpetuarán las mismas reglas del juego, los mismos mecanismos de control, la misma mentalidad depredadora del poder, solo que mucho más sofisticada a un nivel cuántico. Y lo más seguro es que China, en muy poco tiempo, se apuntale como modelo social a seguir, los líderes tecnócratas sigan alucinados con su carrera espacial y las cosas en Sudamérica y el resto del orbe sigan supeditadas a los movimientos de las potencias. No veo mucha evolución humana interior, así como van las cosas, para serte franco (y aquí es donde cobra relevancia la cuestión axiológica y filosófica), solo una profundización de la mentalidad moderna, ahora en una etapa de "Cuarta Revolución Industrial" (como pensase Klaus Schwab) el mismo ánimo materialista desmedido y la misma atávica ambición de poder. Dudo mucho que el grueso de la población, que vive en condiciones de sobrevivencia, acceda a volverse Homo Deus, como pretenden los tecnócratas. Será una cuestión elitista. Es mi diagnóstico basado en las condiciones actuales del sistema. ¿Cómo será de aquí a doscientos años? No lo sabremos y no nos incumbe. Pero para eso está la especulación científica, la literatura de ciencia ficción e incluso la propia concepción tradicional sobre ciclos cósmicos, que puedan anticipar posibilidades o escenarios hipotéticos frente a los cambios de paradigma.
-¿Aceptaría meterse nanobots en el cuerpo con tal de lograr la inmortalidad?
En respuesta al escritor Jorge Collao, quien cuestiona la idea de la inmortalidad:
-He ahí el punto estimado: vivir mejor, no más. Calidad de vida, que no cantidad artificial. A mí me gustaría por supuesto vivir muchos años, pero hasta donde me dure el organismo, sin pretender subvertir el orden natural.
-Es como en el cuento El inmortal de Borges, al final te condenas a vivir innumerables vidas, pero también sufres innumerables muertes, las de los otros y la de todo a tu alrededor. Lo veo más como una maldición que como una bendición: una muy tortuosa forma de infierno, en la que, tarde o temprano, se anula la memoria, el tiempo y la propia identidad. Creo en otra forma de inmortalidad, no fisiológica tecnócrata, sino que simbólica, perdurable en un legado cultural. Sin ir más lejos, el mismo Borges está, a mi juicio, inmortalizado en sus obras y en su imaginario, aunque todo apunte a la pronta desaparición cósmica. Pretender un legado perdurable en vida, lograr la realización en vida (sea en forma de acciones concretas o de obras) es quizá insignificante comparado con la duración del universo, pero es, a mi juicio, el último gesto digno, pese a nuestra limitada comprensión de la propia existencia.
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