Es consabido que Sartre, en 1964, pidió por carta que no le dieran el Nobel de Literatura. El comité del organismo ya había ratificado su victoria, pero este, fiel a su misiva, acabó rechazando el premio, todo con tal de no convertirse "en una institución" y de no exponer a sus lectores a una "presión nada deseable". Lo que se tiende a olvidar es que, ni tonto ni perezoso, Sartre acabó de todas formas reclamando el dinero de la premiación. En suma, quiso ser consecuente a sus principios, pero por debajo igual quería el maldito dinero. No hay traición en esto. Como dice el dicho: la necesidad tiene cara de hereje. No hay nada que obligue a la honestidad y a la corrección absolutas. Así que, recuerden, futuros aspirantes, ganen todos los premios que quieran, pero hagan la de Sartre: inmortalicen una imagen de rebeldía para la opinión pública, y una vez que todos estén demasiado ocupados con ella, cobren el jugoso cheque sin remordimiento.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario