jueves, 17 de noviembre de 2016


Calor de locos. Lo malo que la migraña comienza a brotar. Aunque da la ocasión para el hielo y la cerveza. Hay cierto embrutecimiento en el calor que exaspera. En cambio, invita al ánimo desenfrenado. No hay tiempo para la reflexión debajo de la brasa. Solo queda salir a buscar algo para refrescarse y aguardar la sombra. La mirada lasciva fluye sola, las señoritas lo saben. Pasan de largo ignorando la orgía del tiempo. Los vendedores continúan estoicos, aprovechando la intuición del verano. El caminar se vuelve despreocupado. Pareciera que los problemas se derriten, junto con la cabeza. La mejor excusa para no trabajar en demasía. El frío invita a la introspección, o la actividad puertas adentro. El calor obliga a la acción, al aire libre. No deja espacio para el recogimiento. No provoca otra cosa que un ocio desatado. Unas ganas metereológicas de beber y beber, hasta que el sol se canse.

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