"En el centro de esta censura está el autor: silenciado, señalado, bajo sospecha. ¿Cómo lo vive quien escribe un libro así y ve cómo se convierte en un apestado? Tal vez deberíamos preguntárnoslo. La literatura no tiene que ser cómoda. La literatura no es Disneylandia (esto se lo leí al periodista David Jiménez), y jamás debe confundirse con el entretenimiento. Tampoco existen las respuestas absolutas. Pero sí una sospecha: cuando se castiga a un libro por atreverse a mirar el horror, los lobos no desaparecen. Solo se esconden mejor entre nosotros."
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