jueves, 6 de noviembre de 2025

La fachada del Mercurio de Valparaíso, un Sol luminoso y la memoria gravitante



Fotografía del frontis del edificio El Mercurio de Valparaíso. 15/10/25


Trabajo de documentación y archivos


Se aprecia en la fotografía la fachada del edificio histórico de El Mercurio de Valparaíso. El edificio clásico, que funcionaba como imprenta oficial, contaba con más de 118 años de historia desde su instalación definitiva en calle Esmeralda 1002 con Pasaje Ross, hasta aquella noche del 19 de octubre del 2019, noche en el que fue invadido y quemado, bajo el contexto del “estallido social”. La fotografía resultó ser una entre tantas otras que saqué al edificio desde diferentes ángulos y supuso, en el fondo, una búsqueda desesperada de respuestas, frente a la incertidumbre y el hermetismo que rodeaba el caso del ataque incendiario. La imagen fotográfica debía poder darme, al menos, algunas pistas sobre lo ocurrido, aunque fuesen escasas e indiciarias. Debía poder encontrar algún detalle específico, aquel gesto emocional a la sombra del ojo público, ese “punctum” del que hablaba Roland Barthes, allí donde no alcanzaba la investigación y donde no dieran abasto las palabras. Por eso mismo, se muestra como una evidencia, no solo del abandono sistemático del patrimonio de la ciudad, sino que de la propia precariedad con la que emprendo este proyecto.

No podría afirmar nada de manera categórica respecto al interior del edificio. Se dice que fue completamente destruido y que se perdieron muchos archivos valiosos. En contraste, el frontis del edificio todavía se mantiene sólido en su estructura. Sus relieves conservan la simetría arquitectónica, pero han perdido el color de antaño. La firmeza del material se resiente en su forma opaca, corroída por la acción del tiempo y por la falta de mantención. Los muros próximos a la calle tienen afiches y grafitis. La zona superior, sin embargo, no se ve mayormente afectada. Ni los vidrios de los ventanales presentan signos de quiebre, ni los relieves presentan huellas de ataques. Se pueden ver, intactas, un par de figuras humanas sobre las columnas en los ventanales y bajo el sello del nombre del diario, hecho en concreto. Sobre todo, se yergue, indemne, la antigua estatua del dios romano Mercurio, cual mensajero de la historia. La luz del sol capturada en la fotografía le da un cierto toque imponente, que contrasta con la parte inferior del edificio. Incluso, la débil luz del poste próximo a la acera sirve de contrapunto a la solemnidad mostrada más arriba. Podría decirse, entonces, que la fotografía no solo muestra el presente de El Mercurio de Valparaíso, sino que revela algo más simbólico, el edificio como símbolo de una época pasada, de un Valparaíso del cual solo resta un vestigio estético. Pese a todo, impone su arquitectura, frente al deterioro circundante.

A unos costados del portón del edificio, se ven dos afiches con la siguiente frase: “La memoria es este momento”. Ahí me detuve, cuando volví al lugar a fotografiarlo. Recordé, de pronto, una noche dolorosa. Se hizo carne y visión en ese mismo instante. La ciudad nocturna, sus pavimentos sucios y sanguíneos, la afrenta, la huida, se encarnaron en ese mismo momento. ¿Se tratará acaso la memoria de una reconstrucción instantánea, gatillada por un recuerdo que carga con todo el peso de su historia? ¿Será acaso el momento del afiche el mismo momento de su lectura y el mismo momento de lo evocado de manera extemporánea? ¿O podría tratarse de una invitación cínica a reivindicar el presente, sin otra pretensión que su intensidad? Puede ser todo y nada a la vez, o cada cosa por sí sola. Luego de sacar la fotografía y descartar otras, seguí mi camino, tratando de pensar en el momento mismo de la captura, en su luz fugitiva, la misma que resplandecía en ese día soleado y que intentaba encapsular un tiempo aún gravitante en el imaginario porteño.

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