"La naturaleza caída del hombre condiciona toda victoria histórica a una posible derrota posterior. Pero a su vez, toda derrota intramundana puede ser seguida por una victoria: “La Esperanza no es el rosado optimismo”, nos recuerda Góngora, pero podemos tener la paz de que no luchamos solos, y que en el mundo hay cosas por las que vale la pena y existe el deber de luchar. A fin de cuentas, ninguna realidad intrahistórica es definitiva: de la decadencia y cenizas de la civilización clásica surgió la riqueza de la cultura cristiana. Y “la Historia es imprevisible”.
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