martes, 11 de febrero de 2025

Presentando el libro del poeta Vladimir Boroa me sentí de regreso a los espacios que nunca debí haber perdido. Hay siempre una libertad en la palabra que la vuelve inmune a los embates de sus autores, y a los conflictos vitales que la circundan para amordazarla o encapsularla, bajo el cedazo de ciertos rencores disfrazados de discursos. De aquella herrumbre, la propia opacidad de cada uno, se debe pasar al ser. Debe haber algo un poco más evolucionado que la inquina, que la bronca estéril. Un poquito más de oficio no solo en la pura letra, sino que en la virtud y en el carácter. 

No hay comentarios.: