domingo, 17 de mayo de 2020

Javier Milei, el polémico economista libertario de Argentina, se declaró hace poco en contra de la llamada “cuarentena cavernícola” del gobierno, por la sencilla razón de que si se lleva a un extremo, la producción baja a cero y así tampoco se puede consumir ni proveer nada, ningún bien de primera necesidad. Conviene en que la cuarentena fue obligada en circunstancias de que no se sabía muy bien la naturaleza científica ni la capacidad de alcance del virus, pero resultaría a la larga en un arma de doble filo prolongarla demasiado sin tomar un plan de acción seguro que permita salvaguardar la fuerza de trabajo y la circulación del mercado pese a la pandemia. En definitiva, lo que defiende Milei, de acuerdo a su postura liberal, es el llamado “respeto irrestricto al proyecto de vida del prójimo”, el criterio propio, la autonomía que tampoco pueden ser pasadas a llevar so pretexto de establecer controles estatales no suficientemente fundados. La cosa es que estos dichos, que expuso abiertamente en los programas de televisión, le valieron a Milei ser denunciado penalmente por supuesta incitación al delito ¿cuál era ese? Un llamado a la desobediencia civil rompiendo las cuarentenas establecidas por norma. No es novedad el severo castigo que reciben aquellos que salen a las calles durante los toques de queda, sin el requerido salvoconducto. Aquí en Chile, por ejemplo, los beligerantes son detenidos al oponer resistencia y reprendidos con multas millonarias. Nadie cuestiona, en todo caso, que ante un descontrol de proporciones sea urgente tomar resguardos públicos de carácter radical. Lo que se discute más bien es la implicancia que eso pueda tener finalmente sobre la libertad y soberanía de los individuos. A qué punto podría llegarse a lo que Foucault llamaba la práctica del “biopoder”. Milei es enfático en esto, y se asume completamente liberal, por el hecho de que para él el Estado es el problema de base, el agente monopólico del poder por excelencia.

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