viernes, 19 de abril de 2019

Es archisabido que Robert Powell, quien otrora fuera ateo, se metió tanto en el personaje de Jesús de Nazareth de Franco Zefirelli que adquirió un síndrome mesiánico durante el rodaje de la película. Posterior a eso, tuvo un tratamiento psiquiátrico. De alguna u otra manera, el personaje de Jesús lo perseguía más allá de la ficción y se volvió su doppelganger. Incluso por fuera lo reconocían como la viva imagen del Cristo occidental, llegando a opacar su propio yo. Un símil a lo que pudo haber pasado con Christopher Reeve y su interpretación de Superman. La figura simbólica, en este caso, Cristo, que después de todo es un avatar ("el ungido"), acabó por poseer a Powell, por medio de la experiencia de la actuación. Algo así como una transmutación cinematográfica. Se dice que tras eso, no pudo seguir interpretando ningún otro papel con demasiado éxito, como mucho el de Victor Frankestein y el de Richard Hannay en "Los 39 pasos", ante lo cual tuvo que cortarse el pelo y la barba con tal de despojarse de la imagen del mesías. Sin embargo, para el mundo del cine, él siempre no fue otra cosa que Jesucristo. Este hecho habría enterrado su carrera como un estigma, como un ardid del destino. 40 años después, Cristo, digo, Powell, fue invitado a ver por primera vez la película de Zefirelli, completamente solo, en una sala de cine. El reflejo de su otro yo frente a la pantalla fílmica, le llegó en forma de revelación, una revelación del todo sarcástica. "Ahí estoy yo" decía. 

No hay comentarios.: