domingo, 5 de agosto de 2018

Mauricio Viñambres propone ordenar toque de queda nocturno para niños menores de 14 en Quilpué. Casualmente, los pendejos a los que les hago clases son de allá y bordean esa edad. El alcalde se excusa diciendo que quiere seguir el ejemplo de Islandia, para reducir la delincuencia y la deserción escolar. De pronto, para Viñambres, todos los brocacochis están propensos a cometer alguna maldad o caer en las manos del delito. Todos los brocacochis, de un día para otro, luego de esa medida, quieren hacer la cimarra y cagarse en las reglas (como si nunca lo hubiesen hecho). Hay un episodio de los Simpsons circulando por las redes, a raíz de la noticia, en el que se predice con casi veinte años de anticipación esta medida. "Los Barts salvajes no pueden romperse". En el episodio los cabros son acusados de vandalizar la escuela, sin prueba alguna, por lo que se declara toque de queda para los más chicos en Springfield. Medida cautelar, dirán algunos. Pero resulta que el niño, curioso como él solo, pondrá a prueba su imaginación al límite de lo legal, y se verá doblemente tentado por la prohibición. Me consta, porque también fui niño. Y también quise salir de noche para ver qué se sentía, para luego darme cuenta que esa idea romántica de la oscuridad no era otra cosa que un subterfugio necesario del crecimiento. Pero he ahí en ese subterfugio una vitalidad secreta, camuflada de ludismo.

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