lunes, 9 de noviembre de 2015

El corazón en tus manos

Tarde anoche viendo uno de esos episodios de Mea Culpa. Era tenebrosa la atmósfera y la música. Sin embargo, los crímenes y los motivos parecían de lo más cotidiano. Quizá por eso mismo daban miedo. Se veía uno reflejado como si fuese de lo más miserable. El episodio de ayer: "El corazón en tus manos". Un tipo que luego de serle infiel a su esposa, comienza un romance con una cajera de supermercados. Arma todo un idilio, llegando a vivir una vida paralela. En su esfuerzo por hacer perdurar esa farsa amorosa gasta de los ahorros de su pareja y compra un departamento, roba un auto, se fuga a la playa, huye del compromiso como huyendo de la propia civilización, como a su vez huyendo de la obligación del amor. Pronto la cajera en su astucia lógica sospecha algo raro. Se aburre de la ambiguedad del tipo. Comienza a postergarlo. Sale con otro. La pareja del tipo se comunica con ella. Están de acuerdo en que el único equivocado de la historia es él. A su vez él mismo persigue a la cajera, celoso, confundido, y la liquida a vista y paciencia de todos. En calidad de comerciante, ella pedía algo que no podía darle: seguridad. A cambio de eso, el tipo mendiga una vida a través de la belleza de la amante. Le da la espalda al mundo. Su amor, o lo que él cree que es, resulta su coartada contra la realidad. 
En la entrevista de Carlos Pinto, después de todo, lo que resulta más increíble es la tranquilidad del tipo luego de su crimen, luego de sepultar un proyecto de vida auto impuesto. Lo razona todo con la frialdad de un analista. Se abstrae pero muy en el fondo sigue más inmerso que nunca. La razón no alcanza a romper ese hielo. La razón no es suficiente, pero es necesaria. Es simplemente la careta para disimular un vacío. Los pedazos de un corazón ahora en manos de la ley. El amor como víctima y victimario. El crimen como máximo espectáculo.

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