viernes, 31 de octubre de 2025

“…No es de extrañar, pensó Thomas, que los humanos seamos tan nerviosos, tan arrogantes, tan defensivos. No es de extrañar que la Internet, que se suponía que debía volar las puertas de las visiones estrechas y parroquiales del mundo, simplemente se convirtiera en un supermercado de intolerancias, un lugar donde cualquier odio o esperanza podía encontrar una racionalización falsa. Para el cerebro humano, era como vivir en un mundo esquizofrénico, un paraíso de abundancia donde en cualquier momento, algo realmente malo puede suceder. En cierto sentido, eso es todo lo que era la cultura popular: una prótesis moderna desarrollada por el mercado para el cerebro paleolítico. ¿Cómo podría una cultura así no ser seducida por el psicópata? …

Para el profesor Skeat, los psicópatas eran nada menos que los jinetes del apocalipsis. La cultura contemporánea había digerido la falta de sentido de los desastres naturales, el hecho de que eran indiferentes a todas las cosas humanas. Algunos tontos obstinados todavía sacuden sus puños a Dios, pero la mayoría simplemente se encoge de hombros. La mayoría sabía mejor, sin importar cuán ardientemente rezaran. Lo que hace que los psicópatas tan indigeribles, afirmaba Skeat, lo que impulsó a la cultura a untarlos con capa tras capa de perla cinematográfica y textual, es que son humanos que eran indiferentes a todas las cosas humanas. Eran desastres naturales personificados.

Eran gnosis andante, conocimiento secreto, una expresión de la verdad nihilista de la existencia. Y esto, insistió Skeat, era la razón por la que los psicópatas eran los únicos hombres santos, los únicos avatares reales que quedaban para la humanidad. El psicópata es el profeta del testamento más antiguo de todos.” R. S. Bakker, Neuropath (2008), citado por Remis Ramos Carreño, en su ponencia "Epistemología Lovecraftiana: Horror Cósmico, Naturalismo Científico y el Apocalipsis Semántico" presentada para el Congreso de Horror y Metal, organizado por Seminario de Estudios del Heavy Metal. 

Thomas Pynchon es a la literatura norteamericana lo que la banda The Residents al rock de vanguardia: un completo y longevo enigma que sigue vivo.

miércoles, 29 de octubre de 2025

Aguante Uribe. Aguante el odio fecundo, el odio sagrado. Hay que odiar con clase. Se rabia lo que se rabia. Se odia con mucho cariño.
Me llegó un correo de una revista de literatura, confirmando recepción y edición de un poema enviado a su convocatoria:

Querido Gabriel,

Esperamos que te encuentres muy bien.

Queremos agradecerte por compartir con HUMUS tu texto “Real cólera poética”, una pieza de gran potencia expresiva que se adentra sin temor en la fractura del tiempo y en el desconcierto de una humanidad que ha perdido sus espejos.

Adjuntamos el informe de corrección y lectura curatorial realizado con especial cuidado. Nuestro propósito ha sido acompañar la fuerza de tu voz sin atenuar su ímpetu ni su carga simbólica, afinando solo aspectos de puntuación, coherencia sintáctica y respiración del texto para sostener su ritmo, su contundencia y su tono profético.

Tu escritura levanta una denuncia que se siente casi ritual: una invocación de la cólera que, más que destruir, ilumina lo podrido. Su verbo se mueve entre la sátira, la herida y la reflexión filosófica, encarnando la esencia de HUMUS: la palabra como materia que estalla, que se descompone para dar paso a lo vivo, al pensamiento germinal.

Agradecemos de corazón tu confianza y quedamos atentos a tus impresiones una vez revisadas las observaciones.

Con respeto y admiración,


Equipo Editorial HUMUS

Materia viva. Palabra que germina.


Versión corregida (lista para maquetación)

Real cólera poética

Cuando todo cae; cuando lo que creías intocable aparece oxidado, manchado por la insania;

la avasalladora tempestad de la turba, la sombra junguiana detrás de caretas hipócritas;

el reverso de la pálida belleza, redundante, demacrada por su propio origen traicionado.



Cuando todo cae y lo que denotaba solemnidad se revela cual careta ruidosa, profana en su manierismo;

cuando los gruñidos de los energúmenos se confunden con las palabras inocuas de los bienpensantes,

entonces los sueños y los deseos de trasnoche se vuelven una leyenda infame:

locura material, negación de la negación, mera idolatría de la herida y fetiche de la angustia.



Lo negro les arrulla el nervio sensible. Se dejan encandilar por el demonio de la conciencia,

que les susurra el rumor de una belleza transmutada y disuelta para alimentar la hibris

de unos cuantos idiotas que abrigan la causa de la disolución y sacralizan el nihilismo del paria.



Asaltan las cabezas de ilustres estatuas para regocijo de su cloaca histórica;

su pandemonio de rencores, enconos y odiosidades, a la sombra del teatro del pánico.

Espectáculo esperpéntico, destellante de magia negra, chapoteando en bilis y úlceras:

amor y obra de iluminados, vanguardia travestida a la usanza del nuevo orden.



Espacio indeterminado, abismo sin fondo donde habitan sin habitar,

donde fluctúan al ritmo de la deconstrucción y de la relatividad del ser,

maniobrado por poderes fácticos y fuerzas convulsas,

ininteligibles para su léxico mediocre, en el ocaso de las miradas y las perspectivas.



La real cólera los pillará solapados, cual topos sin madriguera, masticando polvo;

la real cólera los acechará, a medio camino entre ameba y humano.

Hará que se odien a sí mismos, en la evaporación completa de su máscara.

Odiarán el teatro que han montado y no pararán de odiar hasta que la cólera sea el absoluto,

y el absoluto los engulla en fauces de constelaciones.



Contarán una a una las palabras afiladas en la batalla de los egos,

a cambio de voces falsarias, repetidas en el inconsciente, tendidas cual ropa sucia.

Babean en el piso mientras la bruma envuelve su agitación, su pequeñez legendaria.

La palabra futuro ahora suena a mitología; la inocencia, algo que se paga caro, en cuotas poéticas,

y en labios de poeta indignada, revolcándose en la basura de omisiones y decepciones,

constantes proyecciones de su propio ser miserable y carente.



Tras una historia de trama dolorosa, herida supurante, sin clímax,

el amargo desencanto alcanza proporciones bíblicas y parte aguas.

Parte el ascenso, parte el descenso, porque ya no resta purgatorio,

y el puerto es todo lo que queda: puerto herido de muerte, saboteado por un cadáver hediondo

que sobrevuela sus rincones, esquinas e imaginarios de manera impune;

que despliega a sus emisarios y procura manchar la tiniebla refinada

de sus adoquines, de sus edificios, de sus aceras.



Sobre ellas restan versos y cantos extintos,

convertidos en sangre contra el pavimento, a merced del golpe:

a merced del golpe furioso de la historia, la histeria vuelta creación activa;

poiesis fatal, oro negro del odio;

versos perros, elegías y rabias.

domingo, 26 de octubre de 2025

Apuntes dispersos y digresiones sobre una charla de Nina (ejercicio reflexivo)

1. Decía Nina que en términos de creación de escritura, no hay reglas. Hay, ante todo, libertad, aunque una libertad sujeta a la pluma. Por lo tanto, no hay fórmulas para escribir. Es pura autoría, sensibilidad, creatividad, imaginación. Los procesos creativos son personales y únicos, como si se tratase de huellas digitales. Totalmente intransferibles. A lo sumo, quien escribe puede abrir la “cocinería”, ofrecer sus servicios y sus herramientas a otros escritores aficionados, pero no puede hablar por sus voces ni por sus estilos particulares.

2. Ella usó la metáfora de la espigadora, tomada del documental de Agnes Varda, quien, a su vez se inspiró en el cuadro Las espigadoras de Jean Francois Millet, para señalar que se trabaja siempre con las “mierditas”, con la mugre, con los despojos, con las sobras que otros han dejado para ser recolectadas y reutilizadas. Eso mismo es la escritura: una recolección y reutilización del despojo.

3. En otra digresión, mostró el desierto de Atacama, donde unas mujeres rastreaban en la pampa, recordando el documental Nostalgia de la luz de Patricio Guzmán. ¿Por qué para mí es importante lo que estoy buscando, lo que pretendo encontrar? Se preguntaba. Se indaga en una razón oculta y enigmática. Hay que hacerle caso a las corazonadas, las que, a menudo, vienen en forma de digresiones, de hallazgos insólitos, de imprevistos.

4. Un hombre con título universitario recogía comida de la calle, en otra fotografía mostrada en la charla. Aparentemente, ese hombre no tendría motivo para hurgar en la basura. Nadie reparó en su proceso de recuperación, en su escondida faena recicladora. Algo más o menos así hace quien escribe: con tal de seguir adelante, puede hurgar hasta en la basura, y será lo desecho el material idóneo para rehacer lo que estaba deshecho.

5. Según la arqueóloga chilena, Flora Vilches, hay que “hacer visible lo que está ahí, pero nadie ve”. Es preciso dar segundas oportunidades a las cosas y ofrecerlas de nuevo al mundo con otro cariz, otro matiz, otro relieve.

6. A decir de Agnes Varda, “ser cineasta es ser espigador por excelencia”. Quien escribe es también un espigador, incluso una espigadora a la manera de Millet, anónima, sin rostro, empeñada en una labor a la que está llamada y a la que nadie quiere dedicarse por entero. Hay que recoger trocitos de la realidad, porque “la realidad es como un talismán inestimable que hay que preservar”.

7. El azar, el azar es la coartada perfecta para disimular la sensibilidad que va hilvanando el material con el que se trabaja. Hay una dosis de magia negra en la creación, en la escritura, una voluntad que opera más allá del límite, que manipula, que obra. Se conecta el inconsciente de quien escribe con la materialidad, con el mundo, con lo real.

8. Durante la charla, una chica mencionó el término serendipia, mientras Nina continuaba discurriendo sobre el azar y sus posibilidades. Nina no tenía idea del término, y tampoco logró identificarlo, así que se acercó a la chica, la sostuvo, la miró fijó y le preguntó, mirándola a los ojos, qué había querido decir con “serendipia”, palabra tan rara. La chica respondió que se trataba de un término ad hoc, relacionado directamente con el azar, al menos en la superficie. Sería este hallazgo accidental o casual que ocurre cuando se está buscando otra cosa distinta a la que se encontró. Nina no lo podía creer, la digresión estaba sucediendo ahí, en ese momento, más allá de las palabras, de los discursos preparados. “Próximo libro”, dije, sin la suficiente fuerza, aunque sí se escuchó, “Serendipia será el nombre de su próximo libro”.

9. Decía Úrsula K Le Guin que “la forma natural de una novela podría ser la de una bolsa”. La forma de una bolsa/panza/caja/casa/botiquín. Algo debe caber dentro, y lo que quepa allí dentro puede encajar o moldear el conjunto.

10. Palabras e historias son partes de un todo que, en sí mismo, no es conflicto ni armonía, sino un proceso continuo. “Una historia debe ser vista como una batalla”. Ahora, depende de esa batalla si hay más ganadores que vencidos, más vencidos que ganadores, o se trata de un empate técnico que lleve a duelos y remates indefinidos.

11. De nuevo, recoger la “mierdita”, recoger la “basurita”, desamarrar la bolsa, escarbar en el contenedor, son ejercicios propios de la escritura literaria. De nuevo, la mierdita, la basurita, el resto en la bolsa, el desecho en el contenedor son materiales susceptibles de literatura.

12. Decía Walter Benjamin, maestro de Nina, que “nada, absolutamente nada de lo que alguna vez ha acontecido, ha de darse por perdido para la historia”. En suma, todo sirve, todo merecer ser observado, otra vez.

13. Transitamos una calle que ha sido recorrida muchas veces. Una calle plural que no nos pertenece, y a la cual pertenecemos. Escribir es disgregarse. Cada escritura es un cruce, una mirada, un paso nuevo en la acera, una intuición fugaz antes del choque.

Hay que espigar la calle, porque nadie escribe desde una página blanca, porque nadie dice algo de nuevo por primera vez.

14. Voyager 1 a Voyager 2. Cosmos de Carl Sagan. Las sondas espaciales detectan la energía de las partículas y miden la composición de los cuerpos celestes. Como las sondas, se registra todo, se amplía la mirada, se queda suspendido en el abismo espacial, se siente, quien escribe, suspendido en su propio abismo espacial, porque a su alrededor hay vacío y estrellas viejas. Le falta el oxígeno, le sobra la sangre.

15. En un disco de oro, se supone que debía quedar registrado “lo mejor de la humanidad”, una cantidad inmensa de hallazgos, descubrimientos, obras, estructuras, composiciones, hazañas que representaran lo más excelso de la especie, su cúspide creativa. Ese disco sería enviado al espacio destinado a futuras civilizaciones o futuras vidas inteligentes. Las sondas enviarían el mensaje, con la esperanza de la decodificación en medio del más absoluto silencio.

16. “Ahora mismo, un ojo invisible está leyendo mi diario”, dijo Sofía, otra compañera. O, al menos, eso escuché de lo que quiso decir. Un ojo visible que lee tu diario, que lee todos los diarios, un ojo invisible leyendo lo que se escribe, un panóptico interno releyendo a pesar tuyo.

17. Uno se debe a sus obsesiones. La realidad es el gran contenedor. ¿Qué contiene? ¿Qué la contiene?

18. Las construcciones narrativas asépticas no existen. Ponerse a escribir es político, so pena de reescribir lo político o de hacer de la política una rama menor de la literatura.

19. “Se vuelve a transitar por los lugares, se regresa a horadar el cementerio, se vuelve a bajar a los subsuelos, se interroga la realidad toda”, claro, porque la realidad es la interrogación máxima, porque el subsuelo es también una porción de realidad, y el cementerio es el lugar destinado para todos los escritores, sin excepción, el lugar donde todos transitan sin haber transitado.

20. El proceso alquímico. Levanté la mano. Le comenté a Nina que su alusión a la magia y a esa cosa de voluntad arcana tenía que ver mucho con la alquimia. Ella asintió, porque, en efecto, escribir era hacer alquimia, si entendemos por alquimia esa transformación de la materia bruta en materia formal, esa transmutación de lo inerte en algo vivo, aunque el costo de darle vida a lo que estaba muerto sea el sacrificio de la forma y de su fondo.

21. Había que hacer de las vísceras una ofrenda, había que ponerle corazón a las palpitaciones.

22. A riesgo de tener la conciencia limpia, escribir es ensuciarse, meter las manos en el mierdal, sacar de allí algo cuantioso que se creía extraviado o sencillamente exponerlo sin tregua.

23. Un profesor mencionó el libro “El adversario” de Emmanuel Carrère para ejemplificar la idea de que “un libro fallido es otra forma de contar”. Había en la disección del crimen y en el desenmascaramiento del asesino una cosa mucho peor que una trama truculenta: una cosa banal, una cosa carente de épica, de motivo elevado, de trama. La falla del libro no suponía la clausura de la búsqueda, todo lo contrario, suponía una victoria pírrica, frente al fracaso de la justicia, frente a la falta de explicaciones últimas. El libro mismo era el testimonio vivo de una apuesta, inclusive en la derrota. La escritura es la apuesta de quien se sabe vivo en la derrota.
Al ir a comprar al negocio de la esquina, se hablaba de un nuevo detergente en venta: "El Quijote sin mancha". Decían que rendía más que el resto y que era mucho más económico. Tenía un dibujo del Caballero de la Triste figura, quien aparecía solo, sin su famoso escudero Sancho. Un gesto decidor. La limpieza tenía que tener ese signo de ironía y de sátira para ser soportada en su labor redundante. Pensé en el publicista detrás de la idea. ¿Habrá leído la obra cervantina en su totalidad? ¿Se tratará acaso de un lector de novelas que se gana la vida haciendo publicidad con guiños literarios? Siempre hubo una tensión cómplice entre literatura y publicidad. Esta última toma recursos poéticos para su función, pero les imprime una cuestión persuasiva. A su vez, la literatura que pretende venderse tiene que tener una publicidad adecuada, para alcanzar la mayor cantidad de ventas posibles. Jamás Cervantes habría imaginado que su obra alcanzara tal relevancia que terminara siendo referida en un producto de limpieza, y ni siquiera el mismo Quijote, en sus más febriles sueños, habría imaginado que acabaría volviéndose ícono de un detergente en lugar de un caballero andante. De todos modos, su imaginario resistirá la arremetida del pensamiento aséptico, a tal punto que la ropa limpia podría ser el indicio de una profunda disciplina o de una neurosis, y la ropa sucia, el signo de una locura imbatible.

sábado, 25 de octubre de 2025

"Querido, yo te veo, ¿sabes cómo te veo? Trabajando en la Universidad. Ahí está tu trabajo, en la Universidad. Tienes todo el perfil, así que te va a ir super bien. Te va a ir excelente. Ahí no vas a tener que lidiar con los padres de los alumnos ni hacer estas reuniones de apoderados, consejos de profesores, etc. No, yo te veo investigando, publicando, te veo bien parado en ese aspecto. Así que te mando mis mejores vibras". Palabras de mi ex. Para eso estamos trabajando, para eso me estoy esforzando.
En la nueva antología en la que salí publicado: "Angustiante llamado de la fe" de Editorial Digital Meperson, abundan los relatos de "terror religioso". Lo mejor que completamente gratis. Ahí salió elegido un cuento de mi autoría llamado "Dios es amor". Anotaron una breve biografía que reza como sigue:

"... es un escritor y profesor chileno especializado en Lenguaje y Comunicación, cuya obra literaria ha alcanzado una notable relevancia. Es autor de libros como Rinconada. Crónicas del adentro y del afuera (2019) y A destiempo. Reminiscencias e instantáneas (2022). Su narrativa, caracterizada por la exploración de temas profundos y oscuros, figura en diversas antologías internacionales de terror y microficción, incluyendo Pesadillas en Papel y Tinta, Cuentos Latinoamericanos, Nuevas Voces y Locura, Traición & Muerte. Su voz se distingue por la precisión formal de su pluma".
Jacobo Siruela, editor de Atalanta: “Hay que tener una fe gigantesca para creer que tras la vida no hay nada (...) El sentido metafísico de lo divino no se puede definir, porque todo misterio verdadero siempre permanece fiel a su esencia inefable".

domingo, 19 de octubre de 2025

Estallido

Cuando despertó, su corazón seguía ahí, bombeante, lleno de esquirlas.
Pablo Ortúzar: “El estallido social fue un viaje al corazón de las tinieblas de todos los chilenos”. Fuente: Joseph Conrad.

sábado, 18 de octubre de 2025

Volvió C. Faúndez al puerto. Recuerdo, a vuelo de pájaro embalsamado, algunas cosas, por ejemplo, su libro "Variaciones sobre la vida de Norman Bates" y su presentación en la sala Rubén Darío de la Universidad de Valparaíso, en el contexto de la Semana Fantástica. Tiempo después, Faúndez me regaló un ejemplar con la dedicatoria que sigue: el "poeta fantasma". Se me vienen a la mente unos pasajes de la obra, en particular, el de la bomba en la feria del libro y el del poeta inmolado. También me acuerdo de una conversación a la salida del taller de poesía en la Santa María. Faúndez llamaba a la poesía, "la madre de todas las ciencias". Se rió cuando algunos lo compararon con el personaje de Anton Chigurh, interpretado por Javier Bardem en la película "Sin lugar para los débiles" o "No es país para viejos", basada en la novela homónima de Corman McCarthy. Su parecido era escandaloso. En una volada poética, me lo imagino volviendo a Valpo, con una pistola de aire comprimido, cobrando algunas cuentas pendientes. Intrigas y rumores aparte, había cuestiones suyas, imágenes ineludibles, que, de cierta manera, también contribuyeron a su personaje y a su escritura. De él aprendí el perfilado de "Vidas paralelas", un ejercicio que consistía en reescribir las vidas de ciertos sujetos anónimos en clave literaria. Ahí salieron algunos trabajos que espero poder retomar algún día, como la creación de la breve biografía del "Tuco", aparte de una serie de textos con descripciones poéticas sobre diferentes objetos sacados de la Revista de Mecánica popular. Sobre su poesía, tengo pendiente su clásico 34, pero alcancé a leer unos versos suyos que publicó mucho después en una antología, cuando ya había "desaparecido". Destaco las siguientes líneas, muy representativas de su derrotero: "Has venido, lo sé por los restos de migas que has dejado en la mesa, lo sé por la puerta mal cerrada de la cocina, lo sé por los papeles desperdigados, lo sé por los libros caídos, derrotados, al fin y al cabo, también sé que antes aquí hubo una fiesta, para las palabras de todos los días, con las cuales te encerraste sin querer ver a nadie, ni siquiera a ti, pero fue otro el que apareció con la luna, y quién es este, preguntaste, encendiendo un cigarro, el último, y después, preguntas, dónde estás?".
"Y entre las ruinas del cotidiano apocalipsis, te encuentro para danzar en la pálida sutileza del agorero enjambre que te envuelve, entonces detienes la confusión y por un largo rato somos relámpago olvidado tras un espejo, quizás último reflejo de un nidal abandonado fuerza binaria del silencio, inquietante alegría de lo impuro e imperecedero." Outro, La lechuza en el laberinto. 

"El Mercurio en ascuas". Crónica sobre el incendio del diario El Mercurio de Valparaíso. (Primer borrador)

Capítulo uno

“Antes que estallase, el árbol estaba junto al árbol, la casa junto a la casa, cada uno separado del otro, independientes. Sin embargo, lo que estaba aislado es unido por el fuego en un tiempo mínimo. Los objetos aislados y diferenciables se funden en las mismas llamas. Se igualan hasta tal punto que desaparecen del todo”. Eduardo Correa, El incendio de Valparaíso.


“La memoria es este momento” decía un afiche pegado en un muro del edificio del diario El Mercurio de Valparaíso. Ahí me detuve, cuando volví al lugar. Vino a mi mente el incendio, las manifestaciones, el estallido. Sillas quemadas, la calle Esmeralda tomada, vuelta una barricada en medio de la noche. No fui testigo directo, aunque sí estuve en la ciudad, relativamente cerca, cuando todo ocurrió y pude ver por la tele cómo era quemada la entrada y la fachada del edificio. Mientras brotaban las llamas, advertí las imágenes y los estados en redes sociales, muchos de ellos, entusiastas; otros tantos, más escépticos, guardando cierta distancia crítica. La reacción inmediata siempre es visceral. Así se vivió, en el momento en el que las llamas del histórico diario se propagaban por toda la cuadra y se sumaban al descontento generalizado.

A casi seis años de aquel ataque, los recuerdos permanecen calcinados. Un hermetismo y un silencio perturbador siguen rodeando los restos de la histórica instalación. ¿Quiénes? ¿Cómo? ¿Por qué? Son las preguntas que han permanecido a la sombra, creando un manto de incertidumbre, preguntas que no he dejado de rumiar en todo este tiempo, cada vez que camino por fuera del edificio abandonado o lo que quedó de su estructura. A la imagen incendiaria se sumó luego la polarización política a nivel país y, en lo personal, una serie de circunstancias muy íntimas que me golpearon y me marcaron profundamente. En efecto, la quema de El Mercurio vino en forma de conspiración, como si se tratara de una conciencia abrasiva. Escuché durante mucho tiempo los lamentos y también los gritos eufóricos. Volví una y otra vez sobre aquel fuego persistente en la memoria. Es esta la inquietud que, incluso después de todo lo ocurrido, me impulsó a volver sobre mis pasos y regresar a Valparaíso para investigar qué pasó realmente aquella vez.

Con ese propósito en mente, lo primero que hice fue visitar la hemeroteca de la Biblioteca Severín y consulté, en específico, la nueva dirección del diario El Mercurio. Me dieron la ubicación de la sucursal, ubicada en calle Yungay 2350. Allí fui atendido por una recepcionista y le pregunté respecto a la posibilidad de obtener más información sobre el incendio del edificio histórico y sus repercusiones actuales. Me dio el número de un tal Miguel Tapia, encargado del sistema informático del diario, con más de veinte años en el cargo, quien me podría ayudar con mi solicitud. Le mandé un mensaje por interno. Tapia respondió el mensaje ese mismo día, señalando que se trataba de un “tema delicado”, por lo que necesitará autorización. Ante la negativa, seguí en la búsqueda. Sabía que estaba indagando en algo oscuro, aunque no era mi intención llegar a ninguna verdad revelada, a lo sumo, reconstruir algunas voces acalladas y confundidas.

Continué con el plan que tenía previsto. Le escribí un mensaje al director del diario, don Carlos Vergara Ehrenberg, en donde le pedía encarecidamente alguna información valiosa o, al menos, su propia versión de lo ocurrido. Por supuesto, no tuve ninguna respuesta de su parte, y era poco probable que la tuviera, así que le escribí a don Fernando Rivas Inostroza, autor de un libro llamado “El incendio de “El Mercurio de Valparaíso”: la purificación de un trauma histórico y social”. Se trata del único autor que ha escrito algo serio respecto del tema. Le mandé un mensaje a su correo electrónico. Para mi sorpresa, respondió casi enseguida y fue bastante receptivo. Escribió de manera escueta al día siguiente, consintiendo la conversación sobre el tema y concordando día, hora y lugar para la entrevista. Quedó de juntarse pronto, para poder concretar una entrevista en algún punto de la ciudad. De seguro, con su perspectiva, podré contemplar otro ángulo del incendio, dar con otros posibles nombres y alumbrar un poco más el panorama tan ensombrecido.

Pero aún faltaba algún personaje clave, un personaje que hubiera estado ahí presente. No podía dar con ninguno. El hermetismo parecía insuperable, hasta que llegó, de pronto, un atisbo de luz. Se trataba de un compadre que, luego de comentarle sobre el proyecto, confesó haber estado ahí esa noche. Dijo que podía aportar con su visión en calidad de testigo, con una sola condición: que no fuera revelada su identidad. De inmediato, asentí. No podía desperdiciar la oportunidad de contar con un testigo de los hechos. El misterio sobre su persona y sobre su relato ha abierto una puerta que creía cerrada para siempre. Tal vez, todavía no sea demasiado tarde para contar la crónica del desastre.

Volví sobre el afiche pegado a unos costados del edificio. Recordé, de pronto, aquella noche dolorosa. Se hizo carne y visión en ese mismo instante. La ciudad nocturna, sus pavimentos sucios y sanguíneos, la afrenta, la huida, se encarnaron en ese mismo momento. ¿Se tratará acaso la memoria de una reconstrucción instantánea, gatillada por un recuerdo que carga con todo el peso de su historia? ¿Será acaso el momento del afiche el mismo momento de su lectura y el mismo momento de lo evocado de manera extemporánea? ¿O podría tratarse de una invitación cínica a reivindicar el presente, sin otra pretensión que su intensidad? Puede ser todo y nada a la vez, o cada cosa por sí sola. Seguí mi camino, tratando de pensar en el momento mismo de mi caminata, en su pura pulsión motriz, enterrando, muy al fondo, las resonancias de un tiempo que aún no acaba de terminar.

Por lo pronto, todo se ve incierto. Espero que las próximas voces en la búsqueda integren el coro póstumo de este ejercicio obsesivo.

jueves, 16 de octubre de 2025

Persistes
Trato de borrar los rastros de tu nombre en mi línea de tiempo,
pero persistes, persistes afilada en la lengua de los otros,
injuriosa, injuriada, sin otra razón que el desquite
ni otro signo que la inquina.

martes, 14 de octubre de 2025

Qué tan estrecha tiene que ser tu visión como para que tu máximo horizonte sea recorrer el mapa simbólico que otros ya trazaron por ti.
A tomar nota:

"Un texto literario no se agota en su huella cerebral. Los versos de Lorca o las novelas de Galdós operan en un espacio de significados compartidos que excede su correlato biológico. George Steiner habló de la “real presencia” de la poesía, ese exceso que desborda cualquier análisis. Pretender atrapar ese excedente en un escáner es, cuando menos, quijotesco. Recordemos: Don Quijote enloquece por la hiperrealidad de la ficción, no por un cortocircuito medible. La experiencia literaria implica un vaivén entre autor, texto y lector, una conversación de imaginaciones situada en una historia y en una lengua. El correlato neural puede acompañar y describir aspectos de ese proceso; no es el proceso mismo."

"En El largo atardecer del caminante escribió que todos los hombres tienen su molino de viento. ¿Cuál es el suyo?

La literatura, que no es más que la insolencia ante la prepotencia de la sociedad moderna, de la decadencia de la modernidad. Soy muy crítico con esta época, pero es así: es decadente y brillante.

¿Y qué podemos hacer?

Reconducirnos. Los jóvenes son como son porque huyen del futuro y se refugian en harapos, bebida y discursos huecos. Hay que ir hacia los valores, aún estamos a tiempo.

¿Qué es la literatura?

Personalmente, una forma total de conocimiento, un viaje al pasado, la oportunidad para la creación estética. Y colectivamente, un bastión enorme en medio de esta noche. Es la catacumba en la que resistimos.

¿Se puede más con la pluma o con la espada?

Hay mucha espada en lo político; no hay conducción filosófica ni política. Existe una división muy grande entre lo externo y lo interno. La decadencia es total. No hay grandes ideas, no hay héroes.

¿Qué se puede hacer desde la literatura?

Decirlo e inquietar a quien se siente cómodo. Ser críticos, no puede haber literatura complacida."


Abel Posse: No puede haber literatura complacida. Entrevista.

María Angeles Castillo, Ya, 22/11/1995

domingo, 12 de octubre de 2025

Durante un comité en el Magister, había que revisar nuestros respectivos avances de los proyectos de escritura. El mío, una posible crónica sobre el incendio de El Mercurio de Valparaíso, no salió muy bien librado, y era previsible, porque la investigación del caso no ha dado las respuestas ni los resultados que esperaba, debido, en gran parte, al hermetismo en torno a lo que allí pasó. Al no tener mucha información más allá de la aparecida en los medios, el texto se vio afectado: abundó en tanteos tímidos, lugares comunes, pasajes incompletos o insustanciales. Tuve que inventar mucho, y tenía, por eso mismo, miedo de “quemarme” y entrar en el terreno de la especulación, metiéndole demasiada retórica y función poética. Lo que ocurrió con el análisis de una compañera, eso sí, me motivó a repensar el texto. Luego de una lectura acuciosa, ella dijo que el texto tocaba un tema álgido desde una perspectiva personal, pero que, por eso mismo, le faltaba “malicia”, es decir, “pensar mal”, “quemarse”, atreverse a indagar en la herida, en los motivos ocultos, en las probables intrigas del asunto. Estaba aún como mirando por fuera, como mero espectador frío de algo que no entiendo más que como verdadero protagonista de una historia en la cual estoy metido hasta las patas. Por primera vez, después de mucho tiempo, una prosa mía recibía una crítica severa, aunque con ánimo constructivo. En ese momento, algo se remeció dentro de mí. ¿Mandar todo al carajo, abortar misión o seguir adelante con una porfía descomunal? Mientras el resto de los compañeros seguía en lo suyo, lo que hice en ese instante fue agarrar una hoja del cuaderno, escribir algo en ella con letras grandes y mostrarle lo escrito a aquella compañera. En la página se dejaba leer, con una tipografía mínima, la palabra “Malicia” de la cual sobresalía una larga cola de flecha, cubriendo todo el espacio en blanco. La compañera alcanzó a leer la palabra que había salido de su boca, perfectamente deletreada. No dijo nada más.

De ahí en más, me propongo agregarle esa malicia a los escritos, si es que no lo he hecho ya lo suficiente, hasta este punto. Un toque de malicia no viene mal. Un mal pensado toca volverse, porque nada hay de inocente en toda esta mierda.
Se escribe de manera impenitente, o sea, obstinada, perseverando sin arrepentimiento.
Un compadre que expuso en el Congreso de Horror y metal me preguntó si acaso conocía o había leído algo de Ernesto Rodríguez. Se refería a Ernesto Rodríguez Serra, docente y escritor porteño, fallecido hace poco. Le dije que sí, que, de hecho, tenía pendiente leer más de él. El compadre aprovechó de decirme que sacaron El distraído, libro con sus textos, en verdad, “los que dejó desparramados”. Dijo que se acordó, porque son justamente parecidos a los textos que yo suelo postear en facebook (y con los cuales me hice relativamente “conocido” entre algunos personajes de Valpo y hasta cometí la osadía de publicar un libro con ellos): reflexiones, citas, máximas, ideas dispersas, etcétera. Me recomendó expresamente El distraído, porque se trataba de una especie de diario de vida, “muy transparente”. Efectivamente, ese libro recogía gran parte de la obra escrita de Serra. La escritura de diario suele ser muy nutrida, aunque muy poco valorada a nivel mercado. Al comentarle esto, el compadre asintió, y agregó que, a veces, en la correspondencia entre autores, también se encontraba mucho de verdadera escritura, si entendemos por verdadero, más bien, algo genuino, espontáneo, honesto, sin tanto artificio ni edición ex profeso. En efecto, mucha honestidad corría por las letras del género epistolar y del diario en general. Pienso, de inmediato, en los propios diarios de Kafka, no tan leídos como sus novelas angulares, o en Pavese, con “El oficio de vivir” y en Pessoa, con el “Libro del desasosiego”. Incluso, en el ámbito latinoamericano, pienso en Julio Ramón Ribeyro con “La tentación del fracaso”. Chile no se queda atrás, por supuesto. Tenemos el caso de Luis Oyarzún, cuyo Diario íntimo gané en un concurso de crónicas convocado por la Universidad de Valparaíso, y que aún conservo tal vez como un premio irónico a la pura pulsión de seguir escribiendo. Al escuchar sobre Oyarzún, el compadre mencionó su Diario de Oriente, además de sus diarios de viaje, los cuales tienen su parangón hasta en las antiguas crónicas de Indias. Habló también sobre los textos de Rosamel del Valle en la Nueva York de los años 30. Eran todas joyas literarias, ante las cuales, sin embargo, las novelas se hacían más y más canónicas. El compadre lo entendió, y contó una breve anécdota para continuar con su planteamiento. Dijo que, hace un tiempo, un amigo le habló sobre música a raíz de un tipo que tocaba en la calle en Concepción, sobre todo, clásicos de Pink Floyd y algo de jazz. La gente pasaba y le tiraba sus monedas, bien pocas, y su apariencia era bien “venida a menos”. Él le decía que la mayoría de los músicos se movían en un mundo así, o quizá en escenarios under, que no vivían de la música por ningún motivo. Según el compadre, lo mismo ocurría con la escritura. El 90% de lo que se escribe está en diarios o textos que no serán leídos o tomados muy en cuenta, y es ahí en donde reside, a su juicio, el valor de aquellos géneros epistolares y autobiográficos. Eso mismo creo. Se ha vuelto una idea sostenida en el tiempo. Yo diría que hasta una obsesión circundante. En lo epistolar y lo autobiográfico hay mayor honestidad, aunque tenemos que ser lo suficientemente honestos, valga la redundancia, para entender que toda escritura literaria es, a su vez, una construcción, y que no vale tomarla en cuenta como documento de referencialidad absoluta o de veracidad unívoca. No es esa su función. Nunca lo fue ni lo será. El compadre siguió hablando sobre un libro llamado Negocio familiar de A. Campos. Al autor le gustan los diarios, pero solo cuando están escritos de verdad, sin pensar en qué van a decir los vivos, sin pensar siquiera, como Kafka, si van a ser leídos. Antes de despedirse, le recomendé al compadre, de manera expresa, la lectura del diario de Pavese, tal vez uno de mis predilectos: “El oficio de vivir”. Dijo que lo iba a buscar. “Brutal. Descarnado a cagarse”, comenté, a modo de cierre, pensando en algún ritmo acelerado o en algún sonido distorsionado, porque escribir es eso: un oficio en bruto, aceleración de las ideas como si se tratase de partículas, una brutal convergencia de factores, una fuerza que buscara expresar el torrente de la propia vida, que tuviera la suficiente crudeza como para desnudarse sin culpa, algo, en definitiva, “descarnado a cagarse”, escabroso al punto de la vacilación. En El distraído, Serra escribió: “No he sido nunca un escritor, sino un pájaro que se desintegra en su canto”.

sábado, 11 de octubre de 2025

La maldad simbólica de la IA

Un ensayo sumamente interesante que desafía al lector a ir más allá de lo evidente y pensar cuestiones que se creen infundadas o demasiado rocambolescas para ser siquiera concebidas:

"Recientemente, Tucker Carlson entrevistó a Conrad Flynn para dar un recorrido general sobre temas, conceptos, historias e influencias espirituales ocultistas presentes en muchas de las nociones transhumanistas de los profetas de Silicon Valley.
No es novedad que muchos futuristas, multimillonarios, ingenieros de inteligencia artificial u otras figuras asociadas con el movimiento de utopismo tecnológico relacionen su labor e influencia con cuestiones espirituales o nociones de trascendencia; sea secular o religiosa. Ya sea que las utilicen como brújula filosófica, disfraz simbólico, estética superficial o como una especie de código para agruparse en pseudo cultos; la visión del emprendedor tecnológico, ateo e híper racional comienza a mezclarse con la del profeta gnóstico, religioso y ocultista.
En este mismo espacio hemos explorado esa visión de trascendencia secular derivada de una reconfiguración de la escatología cristiana en el caso de Peter Thiel, sin embargo, la entrevista de Carlson con Flynn nos da entender que la influencia de ocultismo, numerología y satanismo es la regla más que la excepción. No solamente parece haber un resurgimiento de lo religioso o espiritual en las élites contemporáneas; sino que la afinidad se orienta más hacia lo profano que lo divino."

jueves, 9 de octubre de 2025

Más allá de los méritos y la trayectoria de los candidatos y los ganadores, conviene repensar este tipo de cosas. No pequemos de ingenuos. Algo con lo que estoy completamente de acuerdo: El Premio Nobel de Literatura es ante todo un premio geopolítico. Yo iría más lejos: todo premio es político. Por eso alguien como Houellebecq no podría ganar, y tampoco es su propósito ganar.

"El Premio Nobel de Literatura es ante todo un premio geopolítico. Son premios a los mejores escritores de un idioma que en especial resulten poco problemáticos referente a aspectos políticos internacionales extraliterarios. En ese sentido se da el premio a quien conviene darlo. Por ejemplo, Mircea Cartarescu es un gran escritor, pero ese no es el motivo por el que se lo van a dar. Se lo darían en buena parte porque es una persona conveniente. Conveniente porque el Nobel le debe el premio a Rumanía, que no tiene Premio Nobel de literatura.
Por otro lado, Cartarescu es una persona cómoda para la Academia sueca porque, si bien hace críticas a los totalitarismos, siguen siendo críticas cómodas; no son críticas como las de Houellebecq, que son incómodas y que podrían poner en una situación complicada a la Academia. Mientras Cartarescu siempre dice lo correcto, Houellebecq dispara. La calidad literaria de Cartarescu es salvaje, pero el pensamiento en la literatura de Houellebecq nos acuchilla en nuestro presente mientras escupe a la tumba de la democracia. Entonces, la calidad literaria podemos considerar que es para la Academia Sueca una dimensión secundaria del premio. Ambos autores son tremendamente diferentes; quizá Cartarescu tenga una pluma más lograda, pero la narrativa de Houellebecq no solo es provocadora, es confrontacional con el orden sistémico en que vivimos. Toda su literatura nos arroja a vernos en un espejo negro; es más que novela, un ensayo novelado de un presente podrido y una profecía de un futuro que toca a la puerta con un hacha en la mano. Quizá el último o gran representante de la literatura y la tradición del pensamiento francés esté presente en un autor como Houellebecq, lejos de toda vecindad con la literatura cómoda y complaciente."

Porque Cartarescu sí ganaría el premio Nobel y no Houellebecq, y jamás De Prada.
László Krasznahorkai fue llamado, en su momento, "Maestro del apocalipsis" por Susan Sontag. Tras recibir el Premio Nobel de Literatura, su obra fue descrita como "cautivadora y visionaria" con la cualidad de "reafirmar el poder del arte en medio del terror apocalíptico". Que en un mismo enunciado se mencione la palabra literatura y apocalipsis, encarnadas en un solo escritor, resulta una señal poderosa y decidora, una resonancia no solo metafórica y alegórica, sino que referencial, con el espíritu de nuestros tiempos. A propósito del Nobel, deberían viralizarse los concursos y talleres con esa temática: literatura y apocalipsis. Los signos de la era atómica irradian en cada una de las palabras de nuestros contemporáneos.

sábado, 4 de octubre de 2025

Un director evangélico de un colegio en el que trabajé, se enteró de mi participación en el Congreso de Metal y Horror y dijo que tuviera "cuidado". No contento con eso, mencionó, por interno, algo sobre cantos y serpientes. Si la discusión religiosa se va a reducir a una cuestión moralina de gustos musicales y no a un debate de orden teológico espiritual, entonces no hay punto de conversación. Sencillamente, puse "me divierte". El mal del fanatismo ciego. El mismo mal que, en otro punto, impulsó a un ex compañero a cuestionar mis lecturas más liberales, acusando "vuelta de chaqueta". Como diría Jung, cada quien proyecta su sombra en el otro, y se niega a trabajar en sí mismo aquello que teme. Pura y dura ignorancia, como yo lo veo. Incapacidad de pensar más allá de su marco de creencias. Falta de esfuerzo intelectual por desafiar las propias ideas preconcebidas.

“De tripas es la carboná”. Sátira bizarra del metal de horror en El espanto surge de la tumba (1993) de Dorso

Ponencia presentada en el Congreso de Horror & Metal 2025.

El metal, desde sus orígenes, siempre estuvo vinculado al horror. Basta con remitirse a la historia de Black Sabbath, reconocidos como los “pioneros del heavy metal”, quienes tomaron su nombre de la película de terror italiana de 1963, dirigida por Mario Bava. La atmósfera lúgubre y el sonido estridente de la banda exploraban una representación de la oscuridad, algo que irrumpiera de manera violenta en el imaginario cultural de la época: mayo del ‘68, el flower power. Fue dicha irrupción el relámpago sonoro que evolucionó con el tiempo, hasta perfeccionar lo que más tarde sería conocido, durante la década de los ochenta, como el “metal extremo”, categoría en la que se incluyen sub géneros tales como el thrash metal y el death metal. Sin lugar a dudas, el metal extremo se volcó hacia el lado más feroz y salvaje, no solo de la música, sino que, sobre todo, de su imaginería y de su simbolismo. Con los máximos representantes del thrash y el death proliferaron las alusiones a lo satánico, a lo demoniaco, y también al aspecto más sombrío del ser humano.

Durante la segunda mitad de los años ochenta, Chile tuvo una potente escena metalera underground. Eran años de de convulsión sociopolítica a nivel país. Pese a las adversidades, muchas bandas emergentes de aquellos años lograron consolidar, con el tiempo, una trayectoria con destino. En el libro “Pájaros negros. Crónicas del heavy metal chileno” de Patricio Jara, se sostiene que fue el llamado “apagón cultural” de la época el que de verdad “hizo posible que surgiera un semillero de iniciativas que, ante la escasez, solo podían subsistir mediante la creatividad y el desarrollo de redes de amistad y contactos”. (Jara, 27). El antropólogo Christian Castro Bekios señaló además que “el ‘apagón cultural’ debe ser considerado entre comillas, pues entonces emergieron creaciones significativas dentro del campo de la música y el arte como espacios de participación donde no los había.”. (Jara, 27).

En ese panorama musical under, desde las entrañas de un Chile bizarro, nació Dorso, una de las bandas seminales del metal nacional. Formados en 1984, compartieron escenarios con otras agrupaciones tales como Masaskre, Pentagram, Necrosis, Warpath y Chronos. El sonido de todos, en general, estaba influido poderosamente por bandas de la talla de Metallica, Slayer o Kreator, solo por mencionar algunas. Por lo tanto, las temáticas iban desde la muerte, la maldad, la destrucción, la rebeldía, la crítica al sistema, hasta el ocultismo y la afición al cine de terror. Dorso, sin embargo, siempre se mostró como una banda diferente, única, que desafió todos los tópicos del género. ¿Cómo así? Conviene hacer un repaso de su génesis.

El concepto de Dorso se fue forjando gracias a su líder, la mente maestra detrás del proyecto: Rodrigo “Pera” Cuadra. Desde sus inicios, la propuesta musical de la banda intentaba aunar la agresividad del thrash con la sofisticación de estilos tan disímiles como el rock progresivo, la música electrónica y el jazz. Además, las letras y el arte de la banda iban por un carril muy distinto. En lugar de adorar a Satanás y de blasfemar contra Cristo, preferían reverenciar a seres y criaturas mitológicas, bajo el influjo de una inspiración lovecraftiana. Mencionar que Pera Cuadra era un ávido lector de H.P Lovecraft, el maestro del “terror cósmico”, quien fue, de alguna manera, el “padre espiritual” de Dorso y de muchas otras agrupaciones extremas en el futuro. Todas estas referencias quedaron inmortalizadas en el disco debut de la banda, llamado “Bajo una luna cámbrica” (1989), un disco que marcaría la dirección estética y la contundencia sonora de Dorso para la posteridad.

A comienzos de los noventa, la banda fue mucho más allá y se propuso realizar un álbum conceptual ambicioso. Surgía el disco “Romance” (1990), esa especie de tragedia épica en la que se cuenta la historia de un tal Reytec y su pasión enfermiza por una musa que lo lleva a codearse con seres desconocidos y fuerzas incontrolables. Una propuesta totalmente impensada en un Chile todavía a la sombra del conservadurismo y bajo el dogmatismo de la forma cultural y musical, durante el periodo de transición a la democracia. Fue en el tiempo posterior al Romance que Dorso experimentó una fuerte crisis creativa. Estuvieron incluso a punto de terminar para siempre con el proyecto. Urgía una reinvención, un cambio radical. El Pera Cuadra era consciente que, con Romance, Dorso perdía a muchos de los seguidores más acérrimos del metal extremo, pero no estaba dispuesto a hacer concesiones en su creación. Debía seguir adelante, contra todo pronóstico.

De esa manera, Dorso se reformó. Cual mutante, comenzó a gestarse una nueva criatura. Más enferma y espeluznante. Algo completamente disruptivo, una amalgama de horror truculento y brutalidad como nunca se había escuchado en el Chile subterráneo. Así, Pera Cuadra reunió a Álvaro Soms en guitarra y a Marcelo Naves en batería, y trabajaron en el que sería su tercer disco de estudio, “El espanto surge de la tumba” (1993). El nombre del disco se inspiró libremente en la película española homónima de 1972 dirigida por Carlos Aured y protagonizada por Paul Naschy, en el papel de un brujo decapitado que vuelve a la vida tras una sesión espiritista y que jura venganza, desatando el caos en una mansión a la que asisten un grupo de jóvenes. Dorso se propuso llevar la temática del horror a un nuevo nivel. Era algo que ninguna de las bandas del estilo había hecho en Chile, hasta entonces: incorporar el imaginario de cine b y de “cine bizarro”, con fuerte carga en el terror y el horror visceral, pero también en el humor negro más descarnado.

¿Qué es realmente lo "bizarro"? Según la Real Academia Española, el empleo de la palabra bizarro con el sentido de raro o extravagante “es un calco semántico desaconsejable del francés o del inglés”. Para el idioma castellano, lo bizarro significaba algo diametralmente distinto: lo gallardo, lo valiente. En cambio, en Latinoamérica, y en especial en Chile, lo bizarro ha adquirido el sentido que tiene la palabra en su acepción francesa: lo raro, y no solamente lo raro, sino aquello que se presenta ante el mundo con extrañeza y con cierto carácter subversivo o incomprensible. Ese significado se ha ido alimentando de la cultura popular. Germinó entonces el arte bizarro, el arte de lo extraño. Dorso hizo de lo bizarro su identidad, su forma proteica, plasmándolo en el arte del álbum, en las letras y en la arquitectura sonora, volviéndose más cercano al grindcore o al death que al progresivo de sus inicios, sin dejar de tener ese elemento vanguardista.

El espanto surge de la tumba se convirtió, de pronto, en una anomalía dentro de la discografía de Dorso y dentro de la propia escena metalera chilena de aquellos entonces. Claudio Díaz, Magíster en Ciencias sociales, indicó que:

“Dorso marcaría a fuego esos primeros años de la década de los 90. Sus líricas, su conexión con el cine, el comic y las caricaturas de culto, le dieron un matiz nacional al metal en un Chile que comenzaba a asimilar con rapidez lo foráneo, dándole un discurso territorial e identitario. ¿Quién diría que una historia de campo chilena se transformaría en una pieza de culto musical de horror? ¿Quién diría que en Chile “el espanto surge de la tumba”?”. (Díaz, 2021)

En una escena metalera que ya había roto esquemas en los ochenta, y cuya expresión musical siempre fue más cercana a la gravedad temática que al despliegue del humor y a la explosión de lo absurdo e hilarante, Dorso reivindicaron una forma diferente de hacer metal. Pera Cuadra confesó, en el capítulo cuatro de su nuevo programa de Youtube, que quiso hacer un metal inspirado en las películas de cine gore y, sobre todo, influido por la banda estadounidense Impetigo, quienes fueron el antecedente directo de esa nueva línea dentro del género extremo De hecho, el guitarrista de Impetigo, Mark Sawickis, según contó Rodrigo (Cuadra, 2025), le mandó películas de regalo de Lucio Fulci y le mandó el cassette original de su banda, “Ultimo Mondo Cannibale” (1990), inspirado en la película homónima de Ruggero Deodato, Jungle Holocaust de 1977, previa al clásico Holocausto Caníbal de 1980.

Previamente a Impetigo, la temática gore en el metal ya tenía sus referentes. Los británicos Carcass habían marcado tendencia con su violento y gráfico “Reek of putrefaction” de 1988, con una portada repleta de vísceras y de restos en descomposición. Por su parte, los norteamericanos Cannibal Corpse, pioneros del brutal death metal, debutaron con su álbum “Eaten back to life” de 1990, que iba dedicado explícitamente a Alferd Packer, “el primer caníbal americano”, y que mostraba en su portada a un zombie devorándose las entrañas. La censura no se hizo esperar, lo que contribuyó a la imagen terrorífica de la banda y a su propósito de perturbar susceptibilidades. Comenzaba a sonar fuerte y abrasivo, como un machetazo, el death metal más pesado y, sobre todo, el goregrind como estilo que explotaba abiertamente el imaginario del cine gore y slasher de los ochentas.

Jon Wiederhorn, en el medio Loudwire, indicó que: "el goregrind no conoce límites y las letras están llenas de descripciones de misoginia brutal, tortura, asesinato horrible e infestaciones que muchos encuentran ofensivas y repelentes. Aquellos con estómagos débiles deben mantenerse alejados de los horrores internos". (Wiederhorn, 2023). Dorso era consciente del surgimiento de este estilo y quiso hacer algo como Impetigo, Carcass o Cannibal, pero “a la chilena”. Se metió de lleno en el averno sonoro del naciente estilo goregrind de aquellos años, y ese estilo era el que más se ajustaba a la nueva dirección de la banda, la que terminaría por consolidar su propuesta definitiva y más reconocida entre sus fanáticos.

Dorso, fiel a su espíritu de vanguardia y a su transgresión encarnada, se convirtieron en la nueva “punta de lanza” del metal extremo de Chile. Sin embargo, quisieron llevar las cosas un poco más allá. Lo hicieron “a su pinta”. Sin perder el toque sarcástico, no escatimaron en la sátira, dentro de una escena en la que nadie se reía de sí mismo. Mientras las otras bandas del estilo presentaban sus temas de manera seria, creyéndose demasiado el cuento del “personaje maligno”, Dorso parecían más bien satirizar los tópicos del metal, llevando hasta límites insospechados lo grotesco, lo absurdo e incluso lo surrealista de las descripciones, la ruptura entre la realidad y la ficción y las imágenes delirantes, valiéndose de un lenguaje irónico, cacofónico y coprolálico, cruzado por un “spanglish” que se volvió expresión auténtica de la banda y que representaba esa mixtura, ese revoltijo híbrido entre lo extranjero y lo criollo. Al respecto, Felipe Ríos señaló que: “Dorso parecía hacerse consciente de que la tropicalización de esos géneros musicales a la realidad latinoamericana solo podía darse mediante el humor”. (Baeza, 2022). Dorso hicieron, sin duda, del metal extremo una “fiesta gore”. A la manera del carnaval bajtiniano, carnavalizaron la violencia, la sangre, la carne, en una amalgama excesiva. Transgredieron incluso hasta el canon del metal más purista, desafiando, una vez más, el oído de ciertos metaleros no muy amigos de la innovación y de la experimentación. Obligaron a sus oyentes a volverse prosélitos de esta verdadera orgía del metal más pútrido y demente. Y lo lograron con creces.

El espanto surge de la tumba. La rara avis del metal chileno. El golem hecho de cine gore, cultura under y metal extremo, arremetía en una escena musical que parecía estancada en sus lugares comunes. Vino a sacudir los órganos y las mentes, como un ser abominable que buscaba cobrar las cabezas de sus detractores. Antes que todo, la carátula. Se muestra a una criatura con la cabeza de un animal (parecido a un rumiante), envuelta de tripas y patas de pollo, de la cual sobresale una mano humana sosteniendo un cuchillo. Una carátula impactante y, al mismo tiempo, amenazante. Lo bizarro no invita al oyente: lo empuja con fuerza, lo somete y lo pervierte, y luego lo deja extrañado, salpicado de sangre, fluidos y materia podrida. El disco arranca con “Deadly pajarraco”, una explosión de cuerdas afiladas, ritmos acelerados y unos alaridos, cortesía del Pera Cuadra, que parecen más bestiales que humanos, buscando emular al pajarraco mortal descrito en la canción. Se trata de un buitre no muerto que alimenta a sus críos con cadáveres de la morgue. Los enfermeros están dispuestos a entregarle “el muerto en filetes” al buitre, con tal de seguir tomando vino y emborracharse. Desde el arranque, la tónica de las letras del disco abunda en chilenismos y retrata toda clase de seres monstruosos capaces de horrores inimaginables, solamente posibles dentro de un imaginario tan demencial como visceral.

La segunda pista, “Ultraputrefactus criatura” tiene por protagonista a una criatura sin forma única, que puede ser una “mezcla de ave, chivo y res”, un “chancho amorfo”, un “ser pulposo”, en definitiva, “un experimento sin definición” cuyo único propósito es el de destruirlo y pervertirlo todo a su paso. Luego, viene el tema que da nombre al disco: “El espanto surge de la tumba”. Aquí las letras del Pera resignifican el sentido del título para darle a su historia una entidad propia. Se cuenta el resurgimiento de un virus que revive a los muertos en una ciudad, guiño evidente a “Herbert West, reanimador” de Lovecraft. Después, sigue una laucha zombie que ataca a una abuelita en su hogar y le devora el cerebro, dejándola como “una regadera que chorrea sangre”. Finalmente, todo ocurre en una fiesta donde “chanchos con pistolas, monos con gillete lo hacen todo puré, chapoteando sin parar”. En suma, “de tripas es la carboná”. Hay en este corte pasajes que recuerdan a la película Braindead (1992) de Peter Jackson. Sin duda, uno de los temas potentes del álbum y de la discografía completa de Dorso, en donde lo grotesco, lo satírico y lo absurdo alcanzan su paroxismo.

Los temas “Silvester Holocaust” y “Horrible sacrifice” pueden escucharse como piezas que profundizan en la temática del campo en clave gore, agregándole a la mezcla una cuota de ciencia ficción, misterio y ocultismo. Es memorable el clip de audio de la caricatura de los noventa, “Ren y Stimpy”, al principio de “Silvester Holocaust”: “feliz, feliz/alegre, alegre”. La desnaturalización de la flora y la fauna recuerdan a “El color que cayó del cielo” de Lovecraft. En el tema que sigue, “Jazz Pop clásico”, el Pera Cuadra cuenta un rosario nauseabundo que da lugar a un pasaje instrumental. Luego, viene “Extraterrestre gore cannibal invasión” que remite a la película “La invasión de los usurpadores de cuerpos” (1956) de Don Siegel, y que ahonda en el imaginario macabro de la invasión alienígena, como si vinieran directo del planeta Dorsalia. La próxima pista, “Vampire of the night” tiene el intro de la película Drácula de 1979, dirigida por John Badham, que, a su vez, remite a la obra legendaria de Bram Stoker. Se habla de un vampiro con una inclinación necrofílica y conductas de perversión sexual. Una mezcla entre erotismo gótico y horror bizarro.

La novena canción quizá sea una de las más icónicas: “La mansión del Dr Mortis”. Se homenajea el clásico radioteatro e historieta de terror nacional creada por Juan Marino, durante de la década de los cuarenta. Con un estilo rockabilly e intermedios thrash, se cuenta la historia del Dr Mortis, un doctor con poderes sobrenaturales que experimenta con seres humanos, valiéndose de una ciencia perversa. Luego, sigue el tema “Zombies from Mapocho”, una canción al estilo folclórico campestre, en el que se interpreta el papel de un huaso que relata la llegada de zombies hechos de excremento. Una alusión directa a la coprofagia y una crítica velada al impacto medioambiental del río Mapocho en la capital. Un clímax abrupto y repugnante, para dar paso al tema que cierra el disco: “Terror carnaza”, una canción que regresa al metal extremo más primitivo, con una letra macabra y monstruosa sobre otra criatura de pesadilla sin forma única que asola una ciudad entera. Se describe como un “pulpo amorfo”, un “ser blasfemo”, un “toro enorme, mitad iguana” y hasta una “oruga caníbal”. La “carnaza” hace referencia a la abundancia de carne, en específico, “carne descompuesta usada como carnada”, pero además, significa algo “muy desagradable, pestilente, insoportable”. El tema “Terror carnaza” termina con brutalidad máxima, y también funciona como un epílogo y una síntesis de todo el espanto experimentado.

Que el álbum haya sido creado a principios de los noventa en Chile resulta tremendamente significativo. La democracia debía ser convulsiva o no sería. La sátira bizarra de Dorso podría proyectarse más allá del imaginario del metal. Su imaginario podría haber infectado también el alma nacional y convertirla en una orgía gore. Los monstruos que se creían enterrados volvían a resurgir de todas las tumbas habidas y por haber, y el nuevo Chile bizarro les daba la bienvenida para forjar una patria nueva: Dorsalia. Allí, más allá de sus parajes infectos, los dorsálicos del mañana volverán a cantar aquellos himnos y volverán a repoblar los espacios subterráneos, con suma crudeza y fantasía abyecta: “Hasta que en plena fiesta/Un grupo extraño llegó/Pajarracos, animales y gente/En total estado de gore/Entonces la fiesta sí empezó/Junto con la media cagá” (Darklyrics).


Referencias bibliográficas



· Baeza, F., R. (23 agosto, 2022). Dorso: a 30 años de ‘El espanto surge de la tumba’. Rialta. https://rialta.org/dorso-a-30-anos-de-el-espanto-surge-de-la-tumba/



· Cuadra, R. [Rodrigo pera Cuadra] (26 abr 2025). ¡CAPITULO CUATRO! [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=JcCMubfEyV0&t=74s



· Darklyrics. (s.f.). Dorso lyrics. Darklyrics. http://www.darklyrics.com/lyrics/dorso/elespantosurgedelatumba.html



· Díaz, C. [Combi drums] (20 agosto, 2021). Análisis sociopolítico Chile comienzos de los 90' / Dorso - El espanto surge de la tumba (Coverdrum) [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=LzrG2H9BihE&t=663s



· Jara, P. (2012). Pájaros negros – Crónicas del heavy metal chileno. Ediciones B - Santiago



· Wiederhorn, Jon. (6 October, 2023). "The Most Disgusting Metal Lyrics of All Time". Loudwire.


jueves, 2 de octubre de 2025

Le estoy reenviando videos del concierto de Deicide y Behemoth a un amigo metalero de años (desde la Media) y me dice que le trajo recuerdos, bellos recuerdos. Empezó a evocar fechas. Veinte años atrás, más o menos. Dijo que tenía poca plata, pero mayor libertad. Mencionó la palabra cerveza. "Mucha cerveza". Decía que, en esos años, trabajaba en la "contru". Pronunció Demigod. Dijo que, en ese tiempo, se iba escuchando ese tema, arriba en la micro, la 401. Partía su recorrido desde Reñaca Alto, pasando por Viña hasta llegar a Placeres. Todo eso, mi compadre, lo recordó como si fuera ayer, con tan solo reproducir aquellos riffs atronadores sonando en el Caupolicán. Lamentó no haberse enterado. "Tenía que haber ido", comentó, resignado y nostálgico, mi amigo el "Bestia", el que escuchaba lo más extremo.

miércoles, 1 de octubre de 2025

En defensa de la literatura: contra la «escritura creativa», Jesús G. Maestro

"Si aceptamos que la libertad es lo que los demás nos permiten hacer, entonces la literatura es precisamente lo que ni la política ni la religión han conseguido prohibir ni destruir a lo largo de los siglos. Literatura es lo que sobrevive a todas las formas de censura. Es la voz de la razón frente a sus enemigos. Porque quienes odian la libertad odian también la razón que la hace posible, y quienes desprecian la razón detestan, ante todo, su forma más peligrosa: la imaginación literaria.

La literatura se toma muchas libertades. Por eso la historia de la literatura no es sólo una inocente crónica de estilos o géneros: es la historia de una lucha. Una lucha contra el dogma imperativo y represor, contra la fe ­­― la mala fe ― del poder que teme a la libertad de pensamiento, que se hace a sí mismo palabra, verbo y metáfora."

Nobel a Houellebecq, el profeta cáustico del pesimismo posmoderno.