miércoles, 4 de octubre de 2017

Casi al llegar a la plaza de los sueños, se escuchaba Comfortably numb de Pink Floyd. Mientras seguía caminando pensé que la música venía del edificio verde frente a la plaza, pero no. Venía del parlante cilíndrico de un señor solitario, sentado frente a la curva de la calle. Sonaba el estribillo de Waters, a punto del solo de Gilmour, mientras el señor miraba fijo, casi entumecido, el atochamiento de vehículos en toda la esquina de Edwards, como en un sueño lúcido.

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