martes, 22 de julio de 2025

Una reflexión de antaño (exactamente once años) que sigo compartiendo y que, de hecho, se ha visto fortalecida con el tiempo:

Se advierte en el medio una sobrevaloracion de las famosas causas colectivas y facebook se alimenta de eso. Sin embargo, la mayoría responde más a un instinto de ser parte de algo, que a una real vocación interior por un móvil social. Hoy "todos somos animales", "todos somos palestinos", "todos somos damnificados", etc., parecen como lemas que venden conciencia al mejor postor. Tienen el doble filo de la forma, puesto que faltan posturas fundadas en el conocimiento y la experiencia y no simplemente por la moda virtual del momento. Hay mayor promoción de una especie de "humanismo digital", pero este se torna superficial, basado en la pura imagen, en la apariencia y ya no importa tanto el argumento ni la acción.
Habría que preguntarle a todos esos que dan likes y comparten fotos promoviendo causas, ¿qué han hecho realmente por ellas? y si han hecho algo, tampoco es urgente la necesidad compulsiva de hacerla aparecer públicamente. La pregunta por la conciencia debe ser una convicción individual, no por un afán de pertenencia colectiva. De lo contrario, es mero proselitismo. Se malentiende el dilema moral que cada individuo debe resolver consigo mismo en relación con los otros como puro egoismo, y no se va al meollo del asunto.
Antes de participar ciegamente de una colectividad y apoyar una causa habría que preguntarse si se está preparado, cuánto se esta dispuesto a sacrificar y si responde a un móvil que sintonice con la propia voluntad. No niego la trascendencia de las causas, sino que el grado de manipulación que puede existir. Claro, pero los militantes de ciertas causas vienen luego con su interpelación moral y su falta de autocrítica a enrostrar falta de movilización y protagonismo, como si fuesen los nuevos gurúes de la moralidad, como si fuesen ejemplos de "recta acción". Es como decía Houellebecq finalmente: "la militancia es para la gente feliz". No conviene juzgar a nadie, a estas alturas, por lo que hace, sin entender, al menos, sus móviles ni sus circunstancias vitales.

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