lunes, 30 de junio de 2025

Una frase del profe de Investigación me quedó dando bote: "El libro fallido es también una forma de contar". La dijo, a propósito de una lectura de "El adversario" de Emmanuel Carrère, y en el contexto de nuestras propuestas de escritura narrativa de no ficción. ¿En qué sentido un libro fallido es también una forma de contar? Yo lo entiendo como una posibilidad de relatar la propia experiencia del fracaso, para volverlo legible aun en su recurrencia. Incluso en la derrota del libro que uno tenía en mente, surge una disyuntiva, una decisión autoral. En el borrón absoluto, en la tachadura infinita, hay también una historia, un plano de realidad latente, un texto agujero que amplifica su vacío.
Qué ternura ver cómo aún creen en el sistema democrático de este país. Simple candidez, obediencia ciega a una causa ideal o lisa y llana ignorancia. Buen día lunes...

domingo, 29 de junio de 2025

"Las leyes del caos y el discurso poético: complejidad, dinamismo y no linealidad", Francisco Acuyo

Muy interesante reflexión:
"Las dificultades a lo anteriormente expuesto radica en que la poesía es una suerte de ciencia de la paradoja, lo demuestra que puede ser un instrumento ideal de reinterpretación del mundo de lo real, al igual que puede serlo la matemática, con la diferencia sustancial de que la poesía es motor o mejor organismo generador de paradojas que no hacen sino reflejar las contradicciones del mundo, o lo que es lo igual, las insuficiencias racionales de nuestras aproximaciones sobre lo que percibimos con los sentidos (véase, la sinestesia poética). En definitiva, la mecánica puede explicar el movimiento solo en virtud de la inmovilidad, en clara contraposición a lo que el discurso y el número poético evidencian en su manifiesta dinamicidad, complejidad y no linealidad anunciadas."

viernes, 27 de junio de 2025

Hugo Lepe, escritor calerano, realista sucio, me comentó alguna vez: "No importan los círculos literarios. Es la guerra más solitaria".

jueves, 26 de junio de 2025

Un horizonte posible siempre será la perseverancia en la lectura y la escritura. Todo lo que ocurra en el camino -circunstancias y avatares de la historia- servirá como pretexto o combustible literario para ese obstinado propósito.
"Todavía recuerdo, con un paradójico sentimiento visceral, su comentario crítico: -como poeta, eres muy buen cronista-. Le salió tan espontáneo que no pude sino asentir su agudeza. Quizá lo más sincero que le he escuchado jamás. Todo el resto sonaba a cálculo emocional, a impostación apenas reproducible detrás de la carne de sus palabras". 

miércoles, 25 de junio de 2025

Prólogo a "Onirómano" de Salvador Galindo.

Los sueños son en realidad recuerdos de un futuro ya sucedido.

Juan Rodolfo Wilcock.


Cuando despertó, el Duermenauta todavía estaba allí.

Ni realidad ni mentira, el sueño es ese velo misterioso que nos recubre las sienes cuando nos echamos a dormir. En aquel interregno la lógica racionalista pierde espesor, o acaso —postulan otros—, otra nueva, como los laberintos de Escher o la geometría no euclidiana, es la que se toma el timón. Razón o sinrazón, lo cierto es que en la vigilia tenemos todos los elementos para discernir lo real de lo imaginario. Si usted abre una puerta y un cielo rojo cae a sus pies, dudará de aquello, pero en un sueño no ¿Por qué? A ciencia cierta no tenemos idea, y lo único que queda es especular. No obstante, cada época tiene sus interrogantes y usos del sueño.

En la antigua Grecia, existía la “incubatio”, y aunque parezca sacado de una mente delirante o de un tratado de ciencia-ficción, era una técnica para recibir poderes desde el más allá: hubo un culto a Apolo y Asclepio que implicaba sumergirse en profundas cuevas, lugares sagrados donde el iniciado se refugiaba en la oscuridad para recibir sueños, otorgándole al soñador no sólo una visión nueva de la realidad, sino que conocimientos aplicables a la medicina o incluso las leyes. El proceso era acompañado por los “iatromantes”, sacerdotes que utilizaban herramientas para conducir el espíritu de los iniciados. En la Alta Media, la actividad onírica podía revelar fundamentos doctrinales, contenido revisado por autoridades eclesiásticas; no olvidemos que la catolicidad principalmente vía Santo Tomás desarrolló una poderosa racionalidad: había que descartar que la voz o experiencia oída en sueños no fuera obra del Malísimo que buscaba infundir desorden y caos en los corazones de los soñadores.

Natalio El Confesor se salvó de la hoguera, pues primero dijo que Cristo no era divino, pero luego soñó que un grupo de ángeles lo azotaba durante toda la noche por herejía. El sueño era una suerte de segunda vida, y algo de razón hay en ello, pues de las veinticuatro horas que tiene el día, por norma general le destinamos ocho horas a dormir, alrededor de un tercio, lo que a la postre, significa que si usted lleva cuarenta años en este mundo, le ha dedicado trece años y cuarto a la actividad de tumbarse en la almohada. Pero hay que ser precisos: de las ocho horas promedio en que se duermen, no solemos pasar de cinco a veinte minutos lo que verdaderamente soñamos. Esto es complejo de determinar, porque cuando despertamos, lo que queda es una suerte de residuo de una larga película vista y oída; el sueño se organiza a través de fases cíclicas de noventa minutos, y es solo en la fase REM (Rapid Eye Movement, o Movimiento Rápido Ocular), cuando los sueños se producen.

Algunos científicos aventuran que soñamos de tres a seis veces por noche, y que el noventa y cinco por ciento de lo soñado se olvida al despertarnos. Y de ahí que la analogía de la persona que se ha pasado durante una o dos horas viendo una película, cuando sale de la sala solo se queda con un residuo de la película: el inicio, cuando los personajes se conocen, la irrupción del villano, el final apoteósico, etc. A menos que seamos Funes El Memorioso, en verdad no podemos retener cada fotograma y diálogo de la película, y probablemente dentro de nuestra cabeza tengamos un cinematógrafo incorporado que a través de una combinatoria que aún no podemos explicar, hechos de nuestras vidas se recombinan con nuestros miedos y deseos in-confesados, creando una verdadera locura ahí arriba, en la azotea de la cabeza, maquinita que en último termino es manejada por la imaginación, “la loca de la casa”, como bien dijera Santa Teresa de Jesús.

Sin salirnos del eje materia-espíritu, para Freud los sueños no eran más que sublimaciones que podían explicarse de manera clínica; en contraposición, Jung afirmaba que en los sueños se manifestaban arquetipos universales que descansaban en la raíz de una suerte de memoria filogenética universal o inconsciente colectivo. Esta última idea se remonta a creencias cristianas del Antiguo Testamento, en las que los sueños eran considerados como indiscutibles mensajes celestiales, por ejemplo, el sueño de Jacob con la escalera y los ángeles en el Libro del Génesis, capítulo 28, versículo 12; o el sueño del rey Salomón con Dios donde le pide sabiduría en 1 Reyes 3, Primer Libro de los Reyes del Antiguo Testamento

Esto que hemos escrito para Onirómano de Salvador Galindo, funge de frontispicio, mera introducción a una cantera infinita de posibilidades inciertas. Cada entrada de su libro es un registro onírico, de sueño inventado o no, que dialoga con el espacioso mundo de Helios, Omnio, Morfeo o de los ángeles. Siempre en primera persona, siempre el yo cálido y personal; a veces nos encontramos con apuntes, muy breves, que parecen ser una nota al pie de un registro que desconocemos; otras, roza el anecdotario o la mera descripción; en otros se vislumbra la forma del cuento o incluso de la crónica.

Hay cierta vocación renacentista en nuestro autor, de no encadenarse a un género, y cual ramillete de rosas, cual florilegio poético o selva lírica, se expande en la temática onírica con las más variadas formas existentes. «Todo lo que logró imaginar parecía otro truco de la mente, del corazón», afirma uno de los narradores, con pulso firme, para encontrarnos en otra zona la siguiente frase: «A veces un sueño es el comienzo de algo o solamente el estribillo de alguna canción perdida». Corazón, mente, truco, canciones.

En un hipotético viraje de la carrera de la controvertida y talentosa Mon Laferte, el libro nos relata el encuentro de un soñador con ella en un sucucho viñamarino para proponerle un paso más en su carrera: en vez de escribir canciones de vocación pop, podría adentrarse en los terrenos del rock progresivo. En otro tramo, aparece mencionada la canción Dreams de The Cranberries que, con su dulce voz, Dolores O´Riordan nos dice: «Oh, my life is changing everyday/ In every possible way/ And oh, /my dreams It's never quite as it seems/ Never quite as it seems». Si leemos esto con el fondo musical de los irlandeses, notamos que más que una declaración o manifiesto, hay un desgarro, una herida: sabemos que con los años y la vejez, la monotonía y el abismo del vacío crecen sin detenerse, y el mundo con los párpados cerrados más parece una alternativa, un ancla para no hundirnos en esa vorágine, que un lugar específico donde todo lo que soñamos se cumple.

Y cuando lo que deseamos se cumple, la potencia del sueño no deja de generar su propia paradoja: ¿No es a veces más brutal despertarse de un sueño perfecto que de una horrible pesadilla? En estricto rigor, salir de la pesadilla para constatar que todo está bien es un alivio, pero salir de un mundo onírico ideal en el que por fin vencimos al dragón y conquistamos el tesoro, puede ser descorazonador, porque la realidad no está ahí para ajustarse a nuestros deseos, sino que para someternos. Y ese es otro gran tema de Onirómano: el sometimiento. Si hay algo que puede hacer un soñador es librarse de esas cadenas y abrirse paso a tajo limpio en la selvática realidad. El sueño, con su propia lógica, viola las leyes de lo existente y permite que las quimeras tomen carne, que lo no existente cobre vitalidad. Ni bueno ni malo per se, es.

Como reflexión final, nos quedamos con lo que dice el narrador protagonista de Las cuestiones más extrañas, atreviéndose a responder esta pregunta: ¿en qué son más parecidos sueño y vida? La voz del escrito concluye en que muchas veces no sabemos lo que nos tocará, y no nos quedará de otra que enfrentarlo, cual quijotes, o morir como avestruces, con las cabezas incrustadas en la tierra.


Pablo Rumel Espinoza


Escritor




V Ocasos


Cuando estamos despiertos obramos como cuando soñamos: empezamos por inventar e imaginar a un interlocutor y luego nos olvidamos de él.

Nietzsche


Infanta

Él vio a una joven poeta recitando encima de un piano. Era dentro de una especie de salón de honor. A su lectura asistían académicos y uno que otro aspirante. De repente, durante su presentación, se puso a tocar un fragmento irreproducible de alguna pieza clásica, seguramente Vivaldi, o una mezcla rara de ELP. Conforme la música avanzaba, a tientas, de forma errática, todos en el salón se iban esfumando lentamente, como si con las notas pasasen a un estado sutil. Él mismo sufrió el fenómeno, preso del éxtasis de esa desaparición. Luego, se encontró en las afueras de aquel ostentoso edificio donde había sucedido la presentación. Bajo lo que parecía la pista elevada de Avenida Argentina, una chica estaba sentada en el suelo, tapada con un andrajo. No, no era la de la performance, aunque se asemejaba mucho, y la asociación se volvía inevitable. Al verle pasar, se incorporó lentamente y sacó, entre un agujero en una columna, un objeto cubierto con una tela. Lo recibió y, al sacar la cubierta, descubrió que el objeto era una espada, una vieja espada corroída. En ese punto, él no consiguió recordar si se la llevó o la chica la reclamó de vuelta para guardarla como su tesoro invaluable, pero, al dejar el lugar, habían escritas unas leyendas con tiza en el suelo. En ellas, se dejaba leer la firma: “Infanta”.



VII

La hora del fin

Vendrá la muerte y tendrá tus ojos.

Cesare Pavese


La hora del fin

Soñó que era acusado de un delito. Tenía relación con un hecho violento. Dentro del sueño, se encontró en el patio de una casa que arrendaba antiguamente. Allí, un conocido suyo, un poeta anfitrión, le visitó y le contó algo sobre una cámara situada en una calle próxima a un local del puerto, un local muy concurrido por un grupo de escritores. En el video grabado por la cámara, se alcanzaba a visualizar a un sujeto sospechoso, de manera muy borrosa, caminando de noche sobre lo que parecía una mancha de sangre en la acera. En aquel momento, aún se investigaba la escena del crimen.

Existían varios sospechosos que concurrieron al local a una lectura poética aquella noche registrada en el video. Lo más extraño era que los investigadores le sindicaban a él como el sospechoso, en circunstancias de que aquella noche no había ido a ninguna lectura. El poeta anfitrión le explicó que estaban sospechando de todos aquellos que asistían regularmente al local. Ante esa información, se acrecentó una sensación de claustrofobia en su cabeza y se agudizó un dolor en su pecho. Alguien había sido asesinado, según constaba en las investigaciones. Aún no reconocían el cuerpo, pero todo indicaba que se trataba de una escritora que también asistía regularmente a dichas tertulias de poesía. Existían varios sospechosos, sin embargo, él era el principal, por el solo hecho de que todos certificaban su relación patológica con la occisa.

Le dijo al poeta anfitrión que él no podía ser. Este respondió que le creía, pero tenía que convencer a los oficiales. Fue así que decidió contactar a todos aquellos personajes que asistieron esa noche. Ninguno se dignó a dar explicaciones convincentes. De hecho, todos habían sido interrogados y tenían sus respectivas coartadas para zafar de su presunta implicación. Evidentemente, se estaban cubriendo las espaldas, como buen lobby, y a él le estaban dejando fuera, a su suerte. Entonces pensó que tenía que encontrar, de alguna forma, una coartada que le situara fuera de aquel lugar al momento de la lectura poética, con tal de no ser incriminado. Sin embargo, pasaba el tiempo, y sus explicaciones respecto a su ausencia en el sitio del suceso no convencieron a los fiscales, oficiando así, ante la premura por cerrar el caso, una orden de detención en su contra como sospechoso de homicidio. ―No podía ser―, dijo para sus adentros. ―No podía ser, por la sencilla razón de que yo la quería―, concluyó, mientras caminó con la cabeza gacha y las manos esposadas, rumbo a la patrulla, ante la mirada despreciativa de cada uno de los asistentes al local, que no dejaban de grabar el espectáculo de la captura del inculpado.

Rumbo al calabozo, imaginó en su cabeza el video de la cámara. En él, seguía la figura borrosa del sospechoso, se revelaba el arma del delito y se visualizaba bruscamente el rostro pálido de la escritora. En ese mismo instante, se dio cuenta que la mujer estaba viva y, en verdad, lo tenía sujeto de las esposas hacia la cama. Lo forzaba mientras lo cabalgaba, al punto de la agitación. El inculpado aún no podía entender qué era lo que estaba pasando, tratando desesperadamente de zafarse. Entonces, la escritora, pálida, fiera como ella sola, lo enredó con las sábanas y lo asfixió. El inculpado sintió cómo se ahogaba con su propia saliva en el proceso, perdiendo la respiración y sintiendo que moría. Esa mujer de ensueño -pensó- lo mataría en ese mismo instante. ―Llegó la hora―, le dijo al oído, con una voz grave y sensual. Lo hizo agitarse tan bruscamente que perdió el aliento y sintió que todo su mundo se derrumbaba a su alrededor, con la mujer invicta sobre su cuerpo inerte.

martes, 24 de junio de 2025

Pensamiento controversial en tiempos de moralismos. A la larga, la obra es lo único que prevalece: "El artista es responsable sólo ante su obra. Será completamente despiadado si es un buen artista. Tiene un sueño, y ese sueño lo angustia tanto que debe librarse de él. Hasta entonces no tiene paz. Lo echa todo por la borda: el honor, el orgullo, la decencia, la seguridad, la felicidad, todo, con tal de escribir el libro". William Faulkner, Entrevista.

Hermenéutica y Acción

Dijo Paul Ricoeur: "Por un lado, no hay sistema sin estado inicial, no hay estado inicial sin intervención ni intervención sin ejercicio de un poder. Actuar es siempre hacer algo de manera tal que suceda alguna otra cosa en el mundo. Por otro lado, no hay acción sin relación entre el saber hacer (el poder hacer) y lo que éste hace suceder. La explicación causal aplicada a un fragmento de la historia del mundo no funciona sin el reconocimiento: la identificación de un poder que pertenezca al repertorio de nuestra propia capacidad de acción....
Al desprenderse de su agente, la acción adquiere una autonomía similar a la autonomía semántica de un texto: deja un trazo, una marca; se inscribe en el curso de las cosas y se vuelve archivo y documento. A la manera de un texto, cuyo significado se aleja de las condiciones iniciales de su producción, la acción humana tiene un peso que no se reduce a su importancia en la situación inicial de su aparición, sino que permite la reinscripción de su sentido en nuevos contextos. Finalmente, la acción, al igual que un texto, es
una obra abierta, dirigida a una sucesión indefinida de posibles "lectores". Los jueces no son los contemporáneos, sino la historia ulterior." Paul Ricoeur, Hermenéutica y Acción. De la Hermenéutica del Texto a la Hermenéutica de la Acción.

lunes, 23 de junio de 2025

El ex Hotel Royal cierra el telón. Otro lugar clásico de Valpo cae. Se desmantela entera la ciudad, y los pocos rostros conocidos se me vuelven ajenos, hostiles.

sábado, 21 de junio de 2025

Digresiones de un invierno nuclear

(ejercicio de ficción peligrosamente real)


Tras la escalada del conflicto bélico entre Irán e Israel, los poetas y escritores de Chile -todos juntos, consagrados y emergentes- se pronunciaron y tomaron posición, tomados de la mano, con muy buena retórica, batiendo sus poemas al cielo, mientras el napalm caía sobre sus cabezas. 

II

Los rumores nucleares vuelven a resonar en las conciencias, amplificados por la perversión del aparataje mediático. Los poderes fácticos impulsan la maquinaria del fin de los tiempos. El potencial de la guerra vuelve cual mito radiactivo en la historia.


III

"Nos espera una muerte lenta
El ataque tendrá un solo efecto
Condenados a la pena capital
Por la espada nuclear de Damocles."
Sodom, Invierno nuclear

viernes, 20 de junio de 2025

Acorde letal

Conjunto de poemas que conforman una reimaginación del imaginario gragkiano


Acorde letal



Ocaso de metal

El encanto malvado de la lechuza

Reacción en cadena

La Gran Discordia

Cazador de la memoria

Spectrum

Abbadón

Llave para el cosmos incierto

Super rayo final

Por siempre cero







Ocaso de metal



Las palabras apuntan al final de finales

Hierven mentes y corazones

El desastre se vuelve la norma

Hombres y bestias azuzan el fuego

Descalabro de la razón

Traición de la luz

Se cierne la noche sobre el páramo

Se hunden las naciones

Se demuelen las obras

Las hienas del poder muerden la carne

La materia se resiente

El mal se vuelve metálico

Y los profanos pagan su deuda

El diablo renueva temporada

La Tierra precipita la agonía

Tras su rostro, reflota el horror

El vacío nihilista, hambriento de furia

Falso Dios de este mundo

Carcelero de ilusiones

disemina la mentira, cual peste

sobre su imaginario oxidado

Ya no hay misión, ya no hay sentido

Los bastardos acometen su crimen

Ecos sin voz se estrellan contra el muro

Sombras sin sustancia

Revelan lo real

La sangre ardiente y el alma desnuda

Se cierne la noche sobre el páramo

Se destruyen los proyectos

Se asfixian las gargantas

Los buitres de la discordia rapiñan la carne

La materia se retuerce y se revuelve

El caos se vuelve ácido

Y los blasfemos (de toda laya)

Montan su teatro

El absurdo renueva temporada

El cielo se precipita a su agonía

Tras la máscara, reflota el horror

El vacío absoluto

De lo que no tiene nombre

Ocaso de metal, cae el conjuro

Sobre los enemigos de espíritu

Ocaso de metal, cae el hechizo

Sobre los parásitos de la conciencia.



































El encanto malvado de la lechuza



El congelamiento de la edad de las luces

es el encanto de la nueva maldición

que se hará sobre todos ustedes,

los de la raza humana.

Háganse presentes, y cultiven la maldad

con retorcidos pensamientos

de caos, tragedia y aversión.

Consúmanse ustedes mismos

en los brotes herméticos

de la vida y sus avatares.

Los secretos de la buena nueva

ningún ángel de la guarda

estará ahí para ayudarles.

Una batalla psíquica oficial

Contra los agentes de la razón

Contra las mascotas de la muerte.

Háganse insectos, o serán capullo eterno.

Ese es el encanto, la nueva maldición

Que se hará sobre todos ustedes

Los de la raza humana

¡Vamos! Cultiven la maldad

con retorcidos pensamientos

de caos, tragedia y aversión.

Ultraje del amor mutante,

ultraje de quien falló en el amor,

y sólo así caerá sobre ustedes

el congelamiento de la edad de las luces

el encanto malvado de la lechuza.

























Reacción en cadena



Todos los hipócritas parados en línea,

Y ya estamos listos para hacer el jaque

Y jugar con sus vidas miserables.



Y si llegaras a creer

que la adrenalina de sus cuerpos no hizo combustión alguna,

piensa en el dedo que encendió la fiesta.

Las noches se han vuelto llamaradas suicidas

¡Aquí! en el planeta Tierra.



Todos los hipócritas parados en línea

Y ya estamos listos para hacer el jaque

Y jugar con sus vidas miserables.



Porque este mundo explotará

Hasta provocar una reacción en cadena

Y entonces será el momento de decir:

¡Hasta nunca!




La Gran Discordia



Aquí viene la virulencia

Que caerá sobre cada huella humana.

Será la entropía higiénica

que acabará con los conceptos eternos

de la moral y la ética.



La agricultura del pensar

marginará a su ovejero,

así, la lana del caos será trasquilada,

para tejer el velo de Maya

que cautivará a parásitos y filósofos.



Se expondrán las vísceras del tiempo

y la carne de la galaxia

traerá las almas en pena,

que vagan en el espacio

sobre vibraciones intempestivas

y la Tierra será el epitafio de todo paraíso.



Aquí viene la virulencia

La invencible virulencia

liquida ya la necedad

de tapizar el cielo de quimeras,

cuando bajo el radio de Dionisio

se implora la potencia de la carne,

por sobre los verbos,

por sobre la paja de los templos,

por sobre el yo y la ilusión del más allá.



Aquí viene el corazón del tiempo,

poniendo en marcha su incesante caos.

Su fracción de todo y de ente

será el agente que revele toda máscara.



¿Quién te hizo verdad, para decir: descubriré tu rostro?



Entre ellos, su falacia hermenéutica

Y la tiniebla de la incógnita

hay solo un lamento de siglos.

Es la lírica de los malditos

Los cautivos del velo de maya,

Atados a la magnánima Discordia.



La Gran Discordia, que prescinde de toda

pureza del espíritu

está ya aquí en cada rincón del universo

y en cada reducto cerebral

cumpliendo su obra perenne

escrita con el fluido de un vicio

llamado historia.



Aquí viene la virulencia

Que caerá sobre cada huella humana

Será la entropía higiénica…

Nada, para siempre,

Discordia para todos

y la Tierra será el epitafio de todo paraíso.









Cazador de la memoria



El que expele la noche,

el que captura los recuerdos

en una botella encantada.

El que mata pensamientos como mata moscas,

dominará expandiendo su sombra

a todos los moradores del pensar.



Mueran los grandes sabios,

mueran sus cabezas parlantes

y linchen sus palacios erigidos sobre letras huecas.

Quemen sus libros y manifiestos.

Que así se difumine, que así se cante.



Él morará en umbral de cuentos de hadas,

mientras rapta a las magnánimas musas.

Beberá de su licor y explotará su embriaguez,

La ingente matriz será suya propia.



Y su renacimiento,

Será otra vez como las palabras

O como el vómito de sus bocas.









Spectrum



Disonante agonía

tras las puertas,

sin equilibrio

sin vértigo

sin cerradura

sin llave.



Una opción tardía

Un abismo,

Sin espacio

Sin tiempo,

Entre clausura

y escape.













Abbadón



Y cuando llegue el último día

volverá como el ángel exterminador

tras el signo de la Gran Ramera

esparciendo la cólera en la letrina de los traidores.












Llave para el cosmos incierto



Todo quieto, cuando la logia sube a la cima.

Las estrellas en forma de pentagrama

indican las cinco direcciones

que toma la discordancia de los sonidos.



No te dejan salir…



Cierran las puertas,

Y no sabes lo que harás



Todo quieto, cuando el temor no pertenece a nadie

El misterio en la antesala indica que esto

es una completa jungla,

que existe más de esa influencia ultrasónica

Desmembrante.



No se quieren callar…



Abren sus bocas,

Y no sabes lo que harás.



Todo quieto, cuando recortas las sílabas y vocales de tu nombre

Para tratar de sortear tu hueco en la fila de interrogados.

¿Cuántos años te tomará saberlo?

¿Darte cuenta que todo este tiempo

Han intentado robar la llave para el cosmos incierto?



Ahora no te dejarán salir

Ahora no se querrán callar

Prepárate para lo peor.













Súper rayo final



En carga está su cabeza de bomba

capaz de apagar al Día y su reinado falaz

Se arrastra así entre los peldaños de las sombras

que se crían en su cólera

y llega flagrante al existir en un portal.



La brecha entre el Sol y la Luna

calor y frío, misericordia y coraje

Su obra maestra está a puertas del menguante

En la torre suprema del cielo eléctrico

Se alimenta de frío

Se alimenta de la Luna

Se alimenta de lo salvaje.



Y no tiene dimensión porque es tabú

es el mal, es la energía, es la mácula

es la epidemia de la razón.



Sobre sus mundos objetivos y mentales

caerá el súper rayo final

de energía, de oscuridad, de hielo, de muerte,

arrasando sistemas, instituciones, entidades.



Y llega más rápido que la luz a destruir

¡No hay razón ni locura que se le compare!















Por siempre cero



Lo que los vivos añoran como vela al viento

desaparece en cuanto lo nombran,

y no decanta pero quiere ser poseído.



Las sombras lo vigilan todo,

desde el oasis de aguas negras,

y cuando estés en el desierto de los desiertos

te darás cuenta de que vives

siendo sólo arena y olvido.



Lo opuesto, la cara inversa, prohibida, misteriosa.

Tus fuerzas consumidas,

tú consumido, vives siendo

un conjunto entre dos paréntesis,

y crees ser tú mismo ángel y demonio

cuando tu nombre apenas se distingue

entre los tantos ecos de la caverna.



La lluvia cae y cae en el espacio,

Los soles lloran su promesa inmaterial,

haciendo de la luz un fugitivo que retorna a la concha.

Envilecida la piedra, inflamado el abismo,

El cielo se precipita hacia su descenso.



Las aristas van de aquí para allá,

y crees armarte en medio de la oscuridad,

siendo que tú eres el miedo en persona,

todo lo que temiste, temes y temerás eres tú,

y buscas alguna salida de emergencia,

y caes sin presente, y lames el eje de las luces,

y es producto de tu imaginación,

que todo lo puede al ser pervertida,

al ser tocada en su punto de carne, su punto vital.



Y ya que esa, tu vida, no es más que un círculo,

hoy suspiras y aspiras el polvillo de pensamientos ajenos.

Todo cae como daga, deberías saberlo,

todo queda en cero.


jueves, 19 de junio de 2025

Adaptación a formato diario del relato “El viaje sentimental” de Edgardo Cozarinsky

La noche anterior traté de buscar una radiografía que perdí entre tantos papeles desordenados. Después de media hora, no pude encontrarla, pero descubrí un pasaje de avión demasiado antiguo. Me costó reconocerlo. Era el pasaje con el que había viajado hasta acá. La última página aún marcaba el recorrido de regreso, desde París hasta Buenos Aires.

Ha pasado más de un año desde que compré ese pasaje. Me negué a la idea de volver. Pensé en que quizá podía sacarle algo de guita, por lo que fui a la oficina de la compañía aérea a ver si podía recuperar mi dinero o canjear la última página por el equivalente a otro destino. Sin embargo, el empleado me explicó que no se podía, por la devaluación de la moneda argentina que obligaba a una política estricta de no conversión.

Pronto, me di cuenta que no iba a poder recuperar lo invertido, y que la suma que me darían sería irrisoria. Pensé en enmarcar la última página del pasaje, movido por mis reflejos de archivista de museo, pero finalmente, decidí quemarla. Fui al inodoro, le prendí fuego al cuadernillo y observé, con atención, cómo caían las cenizas.

domingo, 15 de junio de 2025

Rubicón (poema)

Frente a ti, una puerta cerrada

En el sótano, una llave

No puedes entrar ni tampoco salir

No sabes lo que aguarda afuera

Y temes lo que haya dentro

Un reguero de bombas

Inunda tu pantalla

Un cruce de plomo

Delinea un contorno invisible

Los ojos avizoran un fuego original

Dicen que la respuesta está en tus manos

Tus manos llagadas, indescifrables

No hay lugar donde no te alcance la bruma

Las llamas te acompañan por las noches

Abrigan tu ciudad interior

En un chamuscado retorno

Caminas otra vez para espantar el pasado

Caminas porque en la errancia

Ejercitas el consuelo y el rigor

Los perros rodean el lugar, silenciosos

Quieres huir, pero la llave no aparece

Fuerzas la salida y el tiempo te recibe visceral

Los rostros que creías reconocer

Son solo los reflejos de tu espejo enterrado

Quieres confiar en tus pasos

Y tu sombra delata a los necios

Persistes en la página ensangrentada

Aguantas la trama del instinto con todos sus ripios

Rehúsas mirarla a la cara

Y te avergüenzas de todas tus palabras

Porque temes borrar el relieve de su rostro

Su rostro pálido, su baile oscuro

Al ritmo del vértigo

la pasión engendra la historia

impregnada de tu máscara

la historia sin labios y sin secreto profundo

ningún otro misterio en su pecho

podrá ayudarte a sortear el laberinto

allí donde creíste vivir un mito

solo restó aquel golpe y la poesía

derramada contra el pavimento

Al fin huiste con el dolor a cuestas

Porque todo gritaba huida

Cruzaste, temerario, su río de veneno

Te endureciste ante la infamia

Cruzaste, huiste

Y el rostro fue arrancado de cuajo

El odio se volvió una pira salvaje

Al punto de la incineración

Y pronto el olvido alumbró el camino

De regreso a tu centro

te inclinaste ante la cruz del ocaso

y abrazaste, con orgullo, la sombra de la duda.
Versos de William B. Yeats que resuenan con el vigente estado de cosas: "Dando vueltas y vueltas en la espiral creciente no puede ya el halcón oír al Halconero; todo se desmorona. El centro cede, la anarquía se abate sobre el mundo, se suelta la marea de la sangre, y por doquier se anega el ritual de la inocencia; los mejores no tienen convicción y los peores rebosan de febril intensidad". Yeats, "El segundo advenimiento". Llame anarquía al desconcierto generalizado de un mundo que resiente rumores de guerra.

sábado, 14 de junio de 2025

Sorber el olvido

Ejercicio narrativo de Escritura Creativa

Esa noche, compró un café distinto al que solían tomar a la hora de once. “-Traje Eco ¿quieres una taza?”, preguntó. “No, prefiero el café en grano, hijo. El otro no tiene la suficiente cafeína como para hacer soportable la vida”, respondió su madre, desde la terraza, mientras terminaba de colgar la ropa recién lavada, después de la lluvia. “Hacer soportable la vida” no había reparado en ese dicho. Lo conmovió profundamente, sobre todo de boca de su querida madre. De todas formas, se tomó solo su taza de Eco y salió al rato a dar una vuelta.

Recordó aquellos tiempos de Universidad en Valparaíso. Con unos compadres de la U, siempre iban a comprar café donde una tía que se ponía en Avenida Uruguay. La tía les vendía el café cargado a cien. Pensó en el Agente Cooper de Twin Peaks, sirviéndose uno "negro como la medianoche en una noche sin luna". Después de haber recorrido la avenida, repleta de vendedores y desechos del mercado, recordó haberse despedido de los compadres, cuando se dirigieron al cerro del único ascensor, en algún lugar clandestino, a buscar “algo para la mente”. Él nunca le hizo “a esas manos”. En eso se distinguía de estos quiltros. Nunca fue de volarse. Quería tomarse la vida como viniera, aunque fuera al seco. Por eso, siguió andando, café en mano, rumbo a la Plaza Victoria. Se lo tomó rápido, a sorbo caliente, procurando que la brisa del puerto no lo enfriara.

Llegó a la Plaza Victoria. El vaho del café oscuro se perdió y, en su lugar, una bruma comenzó a invadir el sector, una bruma que se confundía, a su vez, con el gas de las lacrimógenas a su alrededor. Botó el vaso vacío en un basurero roto de por ahí y corrió hacia un costado de la plaza, para evitar el aire denso. No alcanzó a distinguir a nadie conocido, en medio de la multitud que arrancaba de la fuerza pública. Apenas pudo ver nada, sus ojos comenzaron a picar. Solo atinó a seguir corriendo, de manera intuitiva, en dirección a la Plaza de los sueños. Fue allí a resguardarse del caos. Avanzó y avanzó, mientras se oía el griterío y las imprecaciones de la gente contra la fuerza pública, imbuido de una energía inusual. Quiso pensar que el café de la tía le había dado un impulso extra. Lo había vuelto a la vida, él, que se sentía morir por dentro.

Llegó a la plaza, como resucitado. Allí lo esperaba una antigua novia. -Tengo que contarte algo-, le dijo. -¿Qué cosa?-, preguntó él. –Será mejor que te lo diga en un café-, respondió, con misterio. Algo le ocultaba o algo había olvidado que ella intentaba recordarle. Era algo serio, de lo contrario, no lo habría citado. Fueron a un café de por allí cerca. Atardecía. Una aparente calma en el plan de la ciudad. Sin embargo, un frío espantoso. Entraron al Café Subterráneo. Se sentaron en la planta baja. Pidieron un americano doble. —Le he contado todo a tu madre—le dijo su novia, bastante indignada. Él frunció el ceño. —No entiendo ¿Qué le contaste?-, preguntó, nervioso. –No te hagas el leso, lo sabes perfectamente-, dijo ella, cortante. Él se levantó de su silla con un gesto brusco. Las palabras resonaron en el café como un eco discordante. Solo había un par de clientes más que ya estaban por irse. Ella se puso de pie. Su figura tembló bajo la presión. Luego de beberse lo último, él la acompañó a la salida.

La bruma volvió sobre el plan. Ella caminó rápido rumbo al paradero. Él la siguió, pero no quería nada. –No te lo volveré a repetir-, dijo ella, acelerada. –Tu madre lo sabe todo-, agregó, cada vez más agitada. ¿Qué era eso tan grave que ella y su madre sabían y él no? No comprendió qué era lo que trataba de decirle, hasta que la perdió de vista, definitivamente. A su mente regresaron escenas inconexas que apenas logró reproducir. Un estallido, una muerte, una mudanza fugaz. Volvió a conmoverse, de manera profunda. Necesitaba beber otro poco de aquel brebaje amargo, pero a esa hora no había nada abierto. Cerraron todos los negocios, sin explicación. Comenzó a llover, de manera estrepitosa. Frustrado por no entender nada, se dio la vuelta, rumiando aquellas tristes palabras. Luego, quiso regresar a la Plaza de los sueños, a pocos metros de su antiguo hogar, donde ya no había nadie.
Así como va la cosa, no quiero sonar agorero, pero todo va encaminado hacia una Tercera Guerra Mundial. Los distintos conflictos entre países y entre pueblos explotan cual olla a presión, sin una salida razonable. Creo que la expresión de la guerra externa - más allá de sus motivaciones y avatares geopolíticos- es un espejo oscuro de nuestra propia guerra interior. Hay quienes muestran conciencia, de cara a la galería, pero en otros planos no han sido plenamente concientes. Cargan con sombras no resueltas y no integradas. Ante el caos, cada quien trata de anclarse a sus certezas como pueda, aunque sus certezas sean difusas. La escalada bélica entre países "hermanos" por motivos de tierra y de religión, incomprensible desde la pura razón, es, sin embargo, entendible como expresión de una crisis mayor, una crisis civilizatoria, una crisis de época que resuena en todos nosotros, en nuestra división política, en nuestra sensación de incertidumbre, en nuestra fractura social. Cada conflicto con el otro y con el mundo, se resiente en uno mismo y en cada uno. Es el espíritu del siglo, zozobrando, vacilante. Que la guerra no tenga la última palabra y que nos sirva de espejo para purgar nuestras propias miserias. Meditaciones antes de dormir bajo el fuego.

viernes, 13 de junio de 2025

Aún espero el comunicado oficial de los poetas y escritores (veamos qué poetas y qué escritores) pronunciándose y tomando posición, con muy buena retórica, sobre la escalada del conflicto bélico entre Irán e Israel. ¿Será que todavía no se ponen de acuerdo? ¿Habrá mucha discordancia entre camaradas? Veremos cómo resuelven el entuerto esta vez. 

jueves, 12 de junio de 2025

El fuego negro de vacío

Unos delincuentes armados entraron a saquear la tienda Easy de Valpo. Para entorpecer la acción de Carabineros, habrían arrojado "miguelitos" (púas) en Avenida Brazil y quemado un par de vehículos en el cruce de Avenida Argentina con calle Yungay. Un video en el interior de la tienda registró el momento del ingreso de los saqueadores. Arriba de la entrada, un cartel que decía "Por un mundo mejor". Se alcanzó a ver a los sujetos con capuchas y con overoles, reduciendo a los guardias "a punta de fierro y de fuego".

Lucy Oporto lo dijo y nadie la escuchó en su momento: "En Valpo hay un lumpenconsumismo desatado". Fue tratada de fascista de inmediato, por los obtusos de siempre. Su texto del año 2019: "Lumpenconsumismo, saqueadores y escorias varias: tener, poseer, destruir", vuelve a resonar de manera inevitable, con mayor significado, a medida que aumenta la inseguridad en el puerto herido. Estos tipos no son "víctimas del sistema", son su excrecencia, productos de una metástasis materialista a ultranza, los parásitos de un modelo consumista que irrumpe con violencia para saciar su compulsión barbárica. "Tener, poseer y destruir" como hubiera mencionado Pasolini.

Al huir, los saqueadores procuraron que la llamarada bloqueara el paso. Los conductores, seguramente desviaron su camino. Los transeúntes, impotentes, de seguro tuvieron que huir, ante la arremetida. La llama aplacó el frío de la noche porteña, pero trajo consigo el peligro, la sombra humana. Sentencia Lucy Oporto, en su ensayo de crónica filosófica, con profunda amargura: "El lumpenconsumismo destella su fuego negro de vacío”.

Sobre Brian Wilson de los Beach Boys, que en paz descanse

“Cuando Brian Wilson terminó la canción “God only Knows” habló del impulso de desvanecerla en un bucle de coro, sugiriendo que eso crea una especie de espiral infinita. Un mundo donde la canción sigue sonando, tal como lo hacía en el momento en que la escuchabas. Un sueño sin salida”. En biografía “There’s always this year”.

“Últimamente había estado deprimido y obsesionado con la muerte… Al mirar hacia el océano, mi mente, como lo hacía casi cada hora de cada día, intentaba explicar las inconsistencias que dominaban mi vida: el dolor, el tormento, la confusión y la hermosa música que era capaz de crear. ¿Había una respuesta? ¿No tenía ningún control? ¿Alguna vez lo tuve? Sintiéndome náufrago en una isla existencial, me perdí en el equilibrio de la oscuridad que se extendía más allá de las olas rompientes hasta el otro lado del mundo. El océano era increíblemente vasto, el universo tan grande, y de pronto me vi en proporción a eso: una piedrita de arena, una medusa flotando sobre el agua; viajando con la corriente, me sentí diminuto, pasajero”. Brian Wilson, sobre su proceso al momento de escribir la canción “Till I die”.

El legado de Brian Wilson en la música nos confirma, una vez más, que no se puede alcanzar el genio sin una cuota de dolor y de tormento, aunque el dolor y el tormento por sí solos nunca serán suficientes para expresar lo que se quiere expresar. Tiene que haber algo más: un sentimiento profundo, una melodía atrapada en el interior, algo visceral revolviéndose en la zozobra del espíritu. En efecto, "solo Dios sabe" lo que sufrió.

Pese a que escribo de manera recurrente por pasión y por amor al arte, me metí al Magister para forzarme a escribir de manera más sistemática y más rigurosa, sin dejar de lado lo auténtico, lo que me llevó a debutar con un libro. Se trata de llevar el propio oficio más allá de sus propios márgenes y circunstancias, manejar otras herramientas, explorar otras vetas, perfeccionar el estilo, llevar la prosa y el pulso a límites insospechados.

miércoles, 11 de junio de 2025

Quiero creer que la mayoría de mis contactos se expresa de manera genuina. Quiero creer que queda todavía humanidad detrás de esos perfiles flotantes, pese a su escasa interacción. Quiero creer que, más allá del algoritmo perverso, es todavía posible la camaradería, la amistad y el romance, pero no basta con cerrar sesión para abrirse a la realidad. Hace falta desenredarse, articular las palabras correctas, encontrar en el otro un túnel y no un abismo, todas cuestiones que, dadas las circunstancias, exceden el límite de lo posible y lo tolerable.

martes, 10 de junio de 2025

Al entrar al Siclón del libro en Viña, el vendedor comentó algo sobre su madre, que ella podía ver a su ángel de la guarda, no en sentido alegórico, afirmó, sino que literalmente. La madre del vendedor de la librería se habría comunicado con su mismísimo abuelo difunto, sirviéndole de médium. Mientras contaba orgulloso las increíbles visiones de su madre, que en paz descanse, yo revisaba unos libros baratos. Saqué el libro “Fundadores del cuento fantástico hispanoamericano: antología comentada” de Oscar Hahn. Al revisarlo, hojeé un poco y leí la siguiente frase: “Nada ha logrado saberse con absoluta seguridad en las tres grandes expresiones de la Naturaleza: hechos, leyes, principios. Yo que he intentado profundizar en el inmenso campo del misterio, he perdido casi todas mis ilusiones”.

Quería creer que lo que decía el vendedor era cierto, quería interpretar aquellas visiones paranormales como una expresión del misterio de lo metafísico, pero faltaba algo más, alguna señal más contundente. Tomé el libro de Hahn sobre la literatura fantástica y lo llevé al mesón. El vendedor me vio, atento a mis movimientos. En eso, revisé el costado derecho de la librería y di con el libro “Atrapa el pez dorado” de David Lynch, una reedición actualizada de Penguin Random House, con motivo de la muerte del cineasta. Meditación, conciencia y creatividad, rezaba el subtítulo. Le pedí al vendedor que me pasara el libro para revisarlo. Hojeé con atención sus páginas, buscando algo iluminador: el campo unificado, la conciencia, ciencia moderna y ciencia antigua, el ritmo de la vida. Lo que se repetía harto, aparte de sus ideas sobre el cine, eran citas de los Upanishads. Destaco una del capítulo “Arriba el telón” que decía: “que la Naturaleza entera es un teatro mágico, que la gran Madre es la gran maga y que este mundo lo pueblan sus numerosas partes”. No había ahí una relación directa con los ángeles, pero sí con lo sutil, con lo que excede el plano físico.

El vendedor mencionó algo sobre los fenómenos cuánticos y sobre la posibilidad de una conciencia más allá de la materia. Sin ir más lejos, la propia existencia de Dios: “Hay que ir un poco más allá”, repitió, con seguridad. “Si somos energía, entonces podríamos trascender la materia”, agregó. Su volada reflexiva servía como una muy sofisticada forma de publicitarme el libro. Y acabó resultando. Ya tenía en Hahn y en Lynch un imaginario que desafiaba lo palpable, expresado en la literatura fantástica y la meditación trascendental. Entonces, tenía que tomar una decisión. No podía llevarme los dos libros. Finalmente, me incliné por el libro de Lynch. Supongo que resonó en mí, con mayor impacto, cuando dijo que: “la muerte en mi mente no es una finalidad. Hay un continuo: es como por la noche, que te vas a dormir y durante el día te despiertas”. Podría decirse, a la luz de esta idea, que hoy Lynch comparte el mismo reino que la madre y el abuelo del librero, un reino invisible que para él sería perfectamente alcanzable. Me despedí del librero. Asintió mi decisión. Agarré el libro sobre el pez dorado y salí de allí, sugestionado, creyendo que la realidad a la que salía no era la única realidad posible, mientras una grúa seguía su obra vial, taladrando el viejo pavimento de la avenida.

lunes, 9 de junio de 2025

El último café (cuento)

Ejercicio narrativo para Escritura Creativa, basado en hechos de no ficción. 

Fui al café Samoiedo de Viña del Mar. Quedé de juntarme con una chica que venía de España y con la cual mantuve, hace muchos años, una especie de romance por internet. Me sentí ansioso, pero no podía esperar a conocerla, después de tanto tiempo. Así que me acerqué a un mozo que había por allí. Le pregunté si podía atenderme afuera, en la terraza de Avenida Valparaíso. Me dijo que ningún problema, que ya iba para allá. Entonces fui a sentarme a una mesa cercana a la acera, la más próxima, con tal de divisar a la chica en medio de tanta gente que por allí circulaba.

Al llegar el mozo, le pedí un café americano con taza grande. Traté de recordar, mientras tanto, porque ella me citó en este lugar. Pronto me acordé que había estado un tiempo en un programa de intercambio en la sede Sausalito de la Católica de Valparaíso. Traducción e interpretación. A ella le gustaba tomarse un café en el centro de Viña, un café tan típico de la ciudad. Le recordaba a su madre, que tenía una pequeña cafetería en Madrid.

Cuando llegó el café, lo probé al instante. De una intensidad exquisita. Mientras tanto, seguí esperando a la chica. Algo que me llamó la atención poderosamente era que la terraza estuviera tan vacía a esta hora, cuando en otras ocasiones pasaba repleta, sobre todo para la “hora de once”, después de la jornada laboral. Pese a todo, el local seguía funcionando y las pocas personas que pasaban por ahí, siempre reservaban una que otra mesa.

Pasaron veinte minutos. Ella me mandó un mensaje: “Voy atrasada. Espérame”. No alcanzó a precisar cuán atrasada iba ni dónde venía, exactamente. Eso me incomodó un poco, aunque traté de no comer ansias. Pedí un segundo café que degusté de manera más calmada, para mantenerme tranquilo y dar una buena impresión. Los minutos seguían pasando. Poco a poco, se iba acercando la hora del atardecer. Alrededor de la terraza ya se veía cómo los caballeros que estaban al frente, sentados, pagaban la cuenta y se marchaban.

Pronto, estuve solo yo en la terraza. El mozo acudió de nuevo para preguntarme si necesitaba algo más. Le dije que no, que en cuanto llegara mi cita. Sabía que pronto tendría que avisarle sobre la hora de cierre, pero confiaba en que ella llegaría a tiempo, antes del final. Esperé pacientemente. La hora seguía pasando. Fue tanto que tuve que ir al baño para mojarme un poco la cara. Le pedí al mozo que cuidara la mesa. No quería parecer angustiado.

Al volver a la mesa, la terraza seguía vacía y quedaba poco para cerrar el café. De todas formas, fui a sentarme. Justo antes de tomar la silla, una suave mano tocó mi espalda: -¿Salvador?-, preguntó. Era ella, por fin. –Rocío-, le dije. Me di la vuelta, sonreí y la abracé. Nos sentamos a la mesa. El mozo volvió para ofrecernos algo. Ella pidió un capuchino y yo pedí una tercera taza de americano.

-Por fin viniste-, le dije.

-Tenía que venir-, contestó Rocío.

El resto del tiempo, hablamos sobre nosotros mismos, cosas más circunstanciales, hasta que Rocío sacó a flote una conversación que yo había olvidado por completo.

-¿No lo recuerdas? ¿En serio? Cuando andaba en Alemania, por motivos de estudio, te dije que soñé contigo, que siempre estábamos en Viña, que me hablabas muy despacio. En el sueño, me contaste de un bolso que yo había perdido en algún lugar de la ciudad. Ahí había una carta… Mira-.

Rocío se acercó, lentamente. Agarró su celular con intención de mostrarme algo. En la pantalla, estaba proyectada la vieja conversación que habían tenido aquella vez por mensajería interna. Asombrado, no lo podía creer.

-¿Aún quieres quemar esa carta, Salvador?-, Rocío me miró a los ojos fijamente, con un tono más serio.

-Yo te había dicho que esa carta tenía un secreto que prometía ser cálido, pero, a la vez, peligroso. Tú me dijiste que querías abrirla-.

La miré atento. No lograba recordar bien el contenido de aquel sueño.

-Trata de entender. Tú dijiste que tenías el corazón herido, y que al quemar esa carta podías sentirte libre, libre de amar de nuevo…

Ante esa revelación, por fin lo entendí. La miré por unos segundos. Pese a la distancia, pese a la incomunicación, no podía evitar sentirme cautivado, nuevamente, por Rocío. Ella sacó de su bolso la carta y me la entregó.

-Prométeme algo, Salva-, dijo ella. –Dime qué cosa-, le respondí.

-Que no la abrirás y no la leerás, hasta que ya no esté-, afirmó Rocío.

La noche caía y ya era hora de cerrar el café. Ella me intrigó. De todas formas, estaba tan contento de poder verla que no me cuestioné demasiado, así que guardé la carta a un costado de la billetera en el pantalón.

Pagué la cuenta. Al momento de salir de ahí con Rocío, la terraza estaba siendo poco a poco desmantelada. Le pregunté al mozo qué estaban haciendo.

-Lo que pasa es que el café cerrará su terraza desde mañana-, dijo el mozo.

-¿Cómo es posible?-, le pregunté.

-Por los delincuentes, joven. Han robado, han tirado lozas, les han pegado a los clientes, qué no han hecho estos desgraciados. Hace ya algunos años que la avenida no es muy segura. Mucho caballero y señora de edad viene y se guarda temprano, y ya perdimos la clientela que teníamos antes de la pandemia-, contaba el mozo.

-Nunca pensé que fuera a cerrar la terraza-, dijo Rocío, lamentándose. –Un café tan bonito. Una lástima. Por favor, le pido que solo sea temporal-.

-Ojala pueda hacer algo, señorita, pero no depende de mí. Si quiere hable con el administrador-, afirmó el mozo, resignado.

Según su versión, el Samoiedo no cerraba completamente sus puertas, pero la terraza dejaría de funcionar. Con esa mala sensación, salimos del café, mientras bajaban las cortinas y caminamos rumbo a la avenida. Antes de seguir avanzando, Rocío se detuvo.

-Salvador-, dijo, -lo siento, tendré que irme sola. Después te cuento-.

-¿Por qué tan rápido? Pensaba ir a dejarte-.

-Me iré en Uber. Es mejor que hablemos después. No lo tomes a mal-.

Rocío entonces se acercó y me dio un beso en la mejilla, a modo de despedida.

-Todo lo que tenía que decirte, está ahí-, dijo ella, antes de irse.

-Al menos dime qué pasa-, le dije.

-Ahora no, Salva. Solo cumple la promesa-, contestó Rocío, escueta y algo nerviosa.

Me quedé ahí, sin comprender bien por qué ella se iba sin dar mayores explicaciones. En el momento en que partió, un sujeto de negro apareció entre las sombras, en la esquina de Avenida Valparaíso y Plaza Viña, y me robó la billetera. Agitado, con la adrenalina a tope, corrí tras el ladrón. Lo perseguí hasta llegar al puente Libertad. De allí le perdí el rastro.

Se hizo tan tarde que no había nadie en toda la cuadra. Pensé en hacer la denuncia en la comisaría, pero antes revisé mi bolsillo y vi que tampoco estaba la carta. Traté de reencontrarme con Rocío, pero ella ya se había ido. Intenté hablar con ella por interno, y en el lugar de su antigua foto, solo figuraba un perfil vacío. En ese momento, mi corazón sacudido supo que nunca la volvería a ver.