sábado, 6 de febrero de 2016

Catedrático de la lengua

Ese falso dilema ético lingüístico sobre no decir malas palabras por ser profesor de lengua. En más de una ocasión han hueveado porque supuestamente un profesor de lengua debería dar el ejemplo y hablar y expresarse correctamente. ¿No será precisamente al revés: por ser profesor de lengua es que se tiene todavía más facultad para decir lo que sea de la forma que sea en el momento que crea conveniente decirlo? Precisamente por eso, el profesor se faculta a si mismo para decir cualquier clase de improperios, groserías, palabras soeces, porque se supone que sabe lo que dice, porque se supone que sigue siendo un usuario de la lengua y por ende tiene de igual forma el derecho a decir lo que se le venga en gana. El garabato es una cuestión visceral, espontánea, si se tiene la necesidad de decir una chuchada en un momento dado nadie debería extrañarse ni empezar una acusación weona, la policía gramatical es una cosa aprendida, es puro conocimiento teórico pero en la práctica se habla a destajo. La diferencia está en el contexto. En el conocimiento del contexto y el instante en que esa chuchada tiene significado o no. No en su censura a priori. Así que, con todas las de la ley, se puede ser perfectamente catedrático, y caer de igual forma en la necesidad y la voluntad de sacar la madre o agarrar a chuchadas cuando la situación amerita. Por eso, y por más, que viva la lengua conchesumadre.

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