jueves, 10 de julio de 2025

Libros recibidos para mi cumpleaños de parte de un amigo "Los paraísos artificiales" de Charles Baudelaire, ediciones Valdemar; "Meditaciones" de Marco Aurelio, Alianza editorial; y el último: "Obras completas de Baldomero Lillo" de Ediciones Universidad Alberto Hurtado. Libro que yo le regalé al amigo: "Cartas de un estoico" de Séneca, editorial Penguin Random House. Ahora hace poco, recibí, de parte del compañero de mi hermana, una edición Alfaguara de "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago; y , por mi parte, le regalé el libro "Carta a Meneceo. Máximas capitales y sentencias vaticanas" de Epicuro, ediciones Tácitas. Hace no mucho tenía también en mi poder varios libros regalados con motivo de mi cumpleaños, entre ellos, una edición Mestas de "El ocaso de los ídolos" de Nietzsche, regalada por un antiguo compañero. Ese libro ya no está. Lo vendí, entre tantos otros, luego de cambiarme de casa. Craso error del cual me arrepiento. 

Lo que he logrado advertir con este listado improvisado de libros prestados y regalados es que en cada gesto y en cada contenido hay una "indirecta", se aprecia un subtexto, un significado implícito, un mensaje interno que puede cobrar resonancia con el tiempo y que puede reforzar o, por el contrario, diluir las confianzas. A la larga, el acto de regalar libros tiene su componente emocional, aunque eso no garantiza su lectura acuciosa ni mucho menos la permanencia del lazo entre los implicados. A lo mucho, atestigua la fragilidad de los vínculos y la porosidad de la propia materia humana, comparable con la propia materia del libro, apolillada si se guarda en un rincón oscuro, fresca si se cuida y se procura su revisión. El libro en cuanto presente, en cuanto materia de contrabando, perdura más allá de las intrigas. En la medida que su edición específica se vuelve singular, adquiere la misma cualidad de aquellos que la han manipulado, resiente en sí mismo el tacto y la energía de sus contrabandistas, despierta imágenes que se creían enterradas, relatos que se creían superados, conecta cuestiones que se creían inconexas en una amalgama insuperable, desata miedos, pero también alegrías, invoca las sombras y las dichas, se hace lugar en el cielo y el infierno de nuestra conciencia, e incluso en sus zonas grises, sobre todo en sus zonas grises. 

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