martes, 23 de enero de 2024

Enfermedad X

Tras la pasada pandemia, los líderes de la OMS se reúnen de nuevo para conversar sobre la “Enfermedad X”, una hipotética enfermedad que pudiera aparecer a futuro y que pudiera ser más letal que el coronavirus. De inmediato, se gestó la alerta entre los conspiranoicos que, hasta el momento, han tenido mucho de razón, toda vez que el famoso corona sí salió de un laboratorio e incluso un estudio de científicos japoneses afirmó, con pruebas, que todas las variantes del covid 19 bien pudieron haber sido creadas por el hombre ¿con qué fin? Eso queda sujeto a interpretación, cada cual más especulativa. La cuestión aquí es que si se comprueba esa posibilidad, estaríamos pasando a otro nivel, porque el diseño y el experimento del virus podría perfectamente haber sido un “plan piloto”, algo preliminar en vista de algo muchísimo más jodido.

Los medios oficiales alegan que han vuelto al ataque los conspiranoicos al hablar de una “nueva plandemia”. Pero no toman en cuenta que la publicidad de la OMS tampoco ayuda mucho a disipar los miedos y las tensiones. Es cosa de leer el apelativo de Enfermedad X para remitirnos a la programación predictiva que ya se ha inyectado en películas de corte apocalíptico al respecto, tales como Virus X del 2010 o la mismísima saga de películas basadas en el ya clásico Resident Evil. Hay un pánico inconsciente en la población, traumada por el impacto del último encierro mundial, o bien hay una operación velada de parte de las elites para inocular el pensamiento paranoico, pretendidamente preventivo, ante la aparición de futuras calamidades.

Se sabe que la OMS se ha valido del virus para justificar su existencia, mejor dicho, para justificar el salario de quienes la integran, y así volver a liderar el ranking de las entidades más inútiles y megalómanas del último tiempo, que cuestan una enorme cantidad de plata y que nadie, a ciencia cierta, sabe para qué existen. Sin embargo, las naciones y cada uno de nosotros tendrá que seguir debatiéndose por su cuenta, entre un mal conocido y un mal por conocer, porque, si fuera por eso, cualquiera podría hacerse de un nombre, autodenominarse “experto” y describir posibles hipotéticos escenarios desastrosos, sin una garantía absoluta, solo con el suficiente poder económico para instalar ese escenario en la mente y en el corazón de los ya hipocondriacos ciudadanos.

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