jueves, 9 de febrero de 2023

Sueño romántico sobre ruedas

Y para quienes extrañan mi antiguo estilo de escritura, aquí va una crónica sobre San Valentín, tratando de recuperar el pulso. A ver qué tal:

Un bonito carro, un Mercedes de los años veinte, conducido por un joven, surcaba la esquina de Villanelo con Avenida Valparaíso. Dentro, una joven pareja de recién casados miraba a la calle, sonrientes, rebosantes de felicidad, vestidos impecables, con un estilo propio de aquellos años. Al esperar el carro el cambio de luces del semáforo, algunos transeúntes se quedaron a mirar el vehículo y a la pareja, con asombro y admiración. “¿Les puedo sacar una foto?”, le preguntaba a la pareja una chica, que no podía evitar su emoción. “Me muero. Qué bonito”, decía su amiga. “He vuelto a creer en el amor”, afirmaba la chica de la foto. En tanto, las personas que iban pasando frente al vehículo lo rodeaban y miraban a la feliz pareja, ofreciendo una sonrisa o un saludo a la distancia. De pronto, se vieron reunidos como espectadores de una escena sacada de otra época. ¿Cómo era posible tanta dicha y belleza, una tarde calurosa de verano, en medio de la calle?

A su alrededor, mientras tanto, algunos ambulantes hacían lo suyo, con la venta de globos de corazones, chocolates y todo tipo de detalles de San Valentín. El comercio del amor urgía y la aparición del vehículo antiguo con la pareja de casados había irrumpido en su territorio, para publicitar el producto ideal o bien opacar la venta, a la vista de una competencia mayor. Yo me quedé mirando a la pareja, a ver si lograba reflejarme en ellos. Tanto el marido como la señora me miraron de vuelta, con una sonrisa inevitable. Les sonreí brevemente. Una joven con un hijo a cuestas había alcanzado a mirar a la pareja de ensueño, indiferente, y yo la miré a ella, a ver si podía reflejarme en su gesto. No lo conseguí. La luz ya daba verde en el semáforo, por lo que el vehículo con los casados partió rumbo a Arlegui.

El sueño romántico sobre ruedas se había ido. La gente siguió por donde iba, acelerada. Los ambulantes continuaron con su venta de mercadería sentimental. Algunos lograban vender algo; otros, en cambio, preferían cuchichear sobre la pareja, como si se hubiese tratado de alguna escena de una teleserie, o como un breve recordatorio de sus mejores años. Único en esa esquina, aquel Mercedes se había convertido, para ellos, en una máquina de nostalgia; y para algunos que habían pasado por ahí, se volvió la representación de un futuro pleno, pero muy alejado y superior en velocidad. La pareja de ensueño se perdía en las calles para cumplir su destino y todo el resto sencillamente siguió el suyo propio, dándole vueltas al milagro del amor o intuyendo otra ruta posible.

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