sábado, 8 de octubre de 2022

La lucha contra el TPP11, la lucha contraintuitiva ¿hacia una posible cohesión nacional?

¿Cómo es posible que sectores de izquierda anárquica, marxista, libertarios, patriotas y nacionalistas confluyan, mayoritariamente, en su crítica acérrima al TPP11? Simple. La facción de izquierda que va en contra del gobierno por suscribir el tratado ve en él otro de los tratados comerciales que supeditará al “pueblo” a las políticas del imperialismo, que favorecerá a los grandes consorcios transnacionales y pondrá obstáculos a las empresas públicas frente a los monopolios de las empresas privadas. Su lucha es contra el libre mercado en su totalidad, como forma económica antitética a la concepción marxista.

Por su parte, la facción de libertarios (no todos) cuestionan este tratado no por su carácter de libre mercado, inherente a su postura económica; lo hacen porque el TPP11 funciona más bien como un acuerdo corporativista entre las grandes empresas y el Estado, lo cual entraría en conflicto con las pequeñas y medianas empresas locales, al verse perjudicadas por los excesivos impuestos y decrecientes rentas, en medio de un panorama económico incierto.

En tanto, los patriotas, soberanistas y nacionalistas rechazan el tratado, sencillamente, porque firmarlo supondría un ataque a la soberanía política y económica del país, en aras de ceder el poder de decisión comercial a entidades corporativas extranjeras.

Lo que diferencia, sin embargo, a estas últimas dos facciones de la primera, es que ellos coinciden, de alguna forma, en que este tratado busca afianzar y terminar de entrelazar el plan económico y geopolítico de la agenda 2030 de Naciones Unidas a nivel empresarial en Chile, mediante la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Básicamente, se trata de meter con fórceps la agenda del progresismo deconstructivo, de forma vertical, en las grandes empresas, impactando de lleno en el sector productivo.

Esta agenda, de la mano con el tratado TPP11, se propone implementar medidas, reglamentos e imposiciones totalitarias para toda la estructura organizativa de dichas empresas, mermando su autonomía y capacidad de acción, y supeditándolas a los lineamientos emanados por la corporatocracia globalista, para la cual toda soberanía y autodeterminación de las naciones y los pueblos es mera herramienta de control y dominación.

Ante este único enemigo común ¿cómo conseguir, entonces, un bloque de lucha cohesivo, más allá de las diferencias ideológicas entre estos sectores? Por lo pronto, no es posible, por la sencilla razón de que cada sector (aún bajo la vieja lógica izquierda-derecha) está demasiado enfrascado en sus disputas intestinas y en sus antagonismos, repletos de carga histórica, y en una coyuntura política sumamente radicalizada, producto de los distintos eventos que han ocurrido de un tiempo a esta parte, a contar del 18 de octubre y que se vienen gestando desde mucho antes (período Concertación), debido a la acumulación de roces, de fisuras y cuentas pendientes.

Aun así, la sola idea de que ciertas facciones irreconciliables puedan llegar a unirse por una causa mayor, nos permite visualizar, al menos de manera hipotética, un escenario político muy distinto, similar a la proyección utópica en un mundo que se acerca precipitadamente a la distopía global, con una guerra inminente como caída de telón. Pese a la realpolitik, hay que tratar de apuntar a las causas que produzcan algún grado de cohesión nacional, por mínimo que sea, o que reestablezcan el tejido social del ethos chileno. Por más que lo intenten, los arcontes de la gran política no pueden seguir dividiendo totalmente a la población, hasta que la consciencia pueda surgir, indivisible, insobornable.

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