miércoles, 20 de julio de 2022

La poesía luciferina de Karl Marx

“Pues un Dios ha arrebatado de mí todo

En la maldición y tormento del destino,

Todos sus mundos se han ido irrevocablemente.

Solamente me resta la venganza.

Construiré mi trono en las alturas,

En una cumbre inmensa y fría.

Por su baluarte –supersticioso espanto.

Por su alguacil –la más negra agonía.”


Invocación de un desesperado.



“Los vapores infernales suben y llenan la mente,

Hasta que enloquezco y mi corazón es totalmente cambiado.

¿Ves esta espada?

El Príncipe de las Tinieblas Me la vendió.

Para mí marca el compás, y da las señales.

Cada vez con más osadía, toco el baile de la muerte.”


El violinista.



“Con desdeño arrojaré mi guante

En la misma cara del mundo,

Y veré el colapso de este pigmeo gigante

Cuya caída no ahogará mi ardor.

Entonces vagaré como un dios victorioso

Entre las ruinas del mundo

Y, dando a mis palabras fuerza activa,

Me sentiré igual al Creador.”


Orgullo humano.


¿Los versos de algún escritor maldito desconocido en la línea de Rimbaud o Baudelaire? ¿Las líricas oscuras y blasfemas de alguna banda underground de Thrash, Death o Black Metal? Nada de eso: los poemas de juventud de Karl Marx. Un descubrimiento que viene tan duro y evocativo como un trago de absenta. Poemas, por cierto, muy envolventes en su cualidad transgresora.

Según Robert Payne, “la furia poética de Marx recuerda el Mefistófeles de Goethe”. En efecto, hay quienes han visto en este “odio romántico” un afán de desacralización por medio de la ideología política. Paradójico que el “marxismo científico” haya nacido de un alma tan llena de pasión y de romanticismo, en su sentido original, decimonónico. Tenemos, con estos poemas perdidos, al Marx completo, un hijo de su época y, en cierta manera, el padre de una idea que aún se disputa el poder con voluntad luciferina.

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